Club de Cuervos, la primera serie mexicana producida por Netflix, es un pobre ejercicio de humor que intenta ser negro, significa el agotamiento imaginativo que prefiere desembocar en la repetición de una fórmula probada: la de un personaje idiota que intenta ser el retrato fiel de una horda de mirreyes alrededor del México de los ricos, acaso el dedo auto-acusatorio de quienes por sí mismos son los herederos de un publicista de apellido Alazraki.
Si el famoso Javi Noble enganchó a la taquilla y filmó decenas de comerciales de lo que sea, qué mejor momento de explotar más su perfil de yupi ocurrente que en una serie donde interprete al heredero de Los Cuervos, un equipo de futbol con sede en un supuesto pueblo mágico donde no hay nada más que el estadio y un aeropuerto viejo.
La serie inicia con el fallecimiento de Salvador Iglesias en brazos de su hijo Chava (Luis Gerardo Méndez), quien impactado por un infarto fulminante intenta ver en su celular algún tutorial de cómo dar respiración de boca a boca, pero el molesto anuncio de los cinco segundos previos en YouTube hace inútil el “esfuerzo” de quien ya entonces sabemos que es Javi Noble en una nueva batalla contra su propia torpeza.
A partir de entonces, Chava recibirá como herencia al equipo y lo tendrá que compartir con su media hermana Isabel (Mariana Treviño), mujer de carácter fuerte que habrá de enfrentar un ambiente futbolero plagado de machismo y negocios turbios. Daniel Giménez Cacho le da vida al director deportivo de un club que se hunde por los caprichos del junior, enloquecido con su nombramiento como presidente. En esos tres personajes recae esta comedia salpicada de los mismos chistes contados en la cinta mencionada, con papeles secundarios poco sólidos como los de un técnico de futbol que lejos de ser cómico cae en la caricatura barata, una suerte de combinación entre personajes creados por Chespirito pero actuados por Alfonso Sayas.
La calidad en la producción no tendría por qué flaquear tratándose de Netflix, pero algunas escenas son de risa involuntaria, con extras gordos simulando ser jugadores profesionales, o con un estadio del Pachuca rentado para hacerse pasar por el de Los Cuervos, pero sin cambiarle nada.
Sí, el guión intenta denunciar que en el futbol mexicano la corrupción está en todos los niveles, desde el técnico que le cobra a sus jugadores por alinearlos y hasta la forma en que los promotores colocan a entrenadores con tajada de por medio, pero todo es tan suave que no sabe, todo queda opacado por el protagonismo de un exasperante personaje que es el nuevo Güicho Domínguez, solo que esta vez no está en las telenovelas de Televisa, sino en el cine nacional y en el streaming tan pro de estos días.
CLUB DE CUERVOS
Producción: Netflix
Dirección: Gary Alazraki
Guión: Michael Lam y Gary Alazraki