El primer programa de cortometraje mexicano del Festival de Cine Fantástico, de Terror y Sci-Fi Feratum tuvo un elemento erótico homosexual en dos trabajos, de ciencia ficción en otro par, dos más con extraterrestres, en tanto que fantasmas, una madre obsesiva y otros seres fantásticos hicieron su aparición.
El primer trabajo, Don’t trust them, de Ivanov Marmolejo, narra la historia de un grupo de científicos que decide exponer un objeto misterioso a un extraterrestre, lo que trae funestas consecuencias para los hombres; corto muy aplaudido por la concurrencia.
El Ruido, de Julio Hernández Mújica, lleva a un hombre a levantarse de su cama en mitad de la noche por un zumbido que no se sabe de dónde proviene, hasta que un close up de un ser fantástico hace que los espectadores griten.
Isis, de Paco Ramírez, es un viaje espacial de corte Stanley Kubrick, con una tripulación que comenzó a morir por cuestiones pasionales; una especie de computadora -parecida a Siri, de los iPhones o a Scarlett Johansson en la película Her– tiene el mando de la misión y decide salvar la vida humana.
En Plastik Lub, de Maira Bautista Neumann, cortometraje altamente producido, se mezclan las alas de un ángel caído, viajes introspectivos y el deseo que emerge para mostrar a dos hombres entre la lucha y la dejadez, el renunciar a algo que quizá se había perdido desde antes.
El programa Apex, de Roberto Pacheco y Chema Ramos, es la única esperanza para la humanidad en una época de violencia sin sentido y cuando no hay un liderazgo claro; se trata de un juego virtual en el que debe surgir un vencedor, el hombre o mujer más propicio, para que presida el mundo, pero hay instintos que ni siquiera la máquina más perfecta puede lograr contener.
Ánima, de Alfonso Ortiz, de apenas un minuto de duración, se detiene en el instante de una pesadilla que se niega a abandonarnos, ya que como dice el epígrafe de Lewis Carroll que se utiliza en el trabajo fílmico: “las pesadillas ya conocían mis pensamientos, mis sueños”.
En tanto que The long road to forgiveness plantea una relación destructiva entre dos adolescentes, cuyo desenlace recuerda la frase de Borges: “Yo no hablo de perdones ni venganzas; el olvido es el único perdón y la única venganza”, tal vez porque los protagonistas debieron haberla leído antes de actuar.
Zerch, de “J. Xavier Velasco”, es un hombre cansado de vivir, que le pide a su amante, Cano, impida que salga de un lago en el que ha decidido morir; sin embargo, un monstruo estilo The host (El húesped, del director coreano Bong Joon-ho) hace que la historia dé un giro y el sacrificante se convierta en sacrificado.
En Balance, de Fernando Maldonado Domínguez, un joven halla un reloj mágico en la habitación de un apartamento, donde volviendo atrás en el tiempo conoce a su creador, con un final inesperado; una pequeña narración fantástica del más puro estilo del género que inauguró Herbert Wells con su máquina del tiempo.
La crueldad de Polvo de hadas, de Alejandro Belmonte, se sitúa gracias a dos de los canónicos elementos del género de terror: jóvenes en un bosque en la noche y un ser fantástico que no tiene piedad, si bien al final de la historia se sabe que no era la impiedad sobrehumana la que se había desplegado, sino los instintos más terrenales.
La última del programa, de casi 20 minutos de duración, Amor maternal, podría haberse intitulado también “Broma macabra”, ya que lo que resulta en un episodio de venganza por parte de una madre amorosa no había sido sino un juego de niños.