Una aplicación para teléfonos busca que dos personas digan que se gustan e instantáneamente pueden acceder a comunicarse. La afinidad surge en una fotografía (o varias). La tradición milenaria de la imagen y encontrar el gusto a partir de la imagen funciona. Esto es la realidad y la aplicación se llama «Tinder». ¿Qué tiene que ver esto con la última película de Yorgos Lanthimos (Dogtooth, 2009; Alps, 2011), cuando la premisa es un hotel donde los solitarios deben encontrar parejas? Todo y nada.
La meta es la afinidad. Las parejas encuentran compatibilidad y por ello se unen, a pesar de no ser compatibles y mentir por ello. Compatibilidad ya sean con mentira o no. Las reglas del hotel son duras, cruentas y quien intenta a engañar al sistema, al hotel (¿al Estado?) puede pagar las consecuencias con dolores o castigos que tal vez no sean dignos de la Biblia, pero tampoco se desearían a nadie.
Colin Farrell (extraño, como lo solicitó su director) interpreta a David, un joven soltero quien viaja con su hermano transformado (¿reencarnado?) en perro a un hotel donde los solteros encontrarán pareja o serán convertidos en animales. En intentar encontrar la afinidad y compatibilidad necesarias para encontrar pareja y poder volver al mundo, tendrá que mentir.
Sorprenderlo le costará aventurarse en un mundo aparentemente más libre pero con reglas más cruentas, donde posiblemente encuentre el amor, la afinidad, la compatibilidad. Exacerbada ironía donde los rebeldes son más duros que los institucionales (¿Metáfora de la izquierda y la derecha en el mundo?). Implacable rigurosidad que parece heredarse de la iglesia católica del medievo para regir la conducta de los humanos. Sangrienta ironía que desata risas (¿involuntarias?) en el público, aún cuando lo que vemos no es humor sino drama. ¿O será un humor negro, demasiado negro?
En este mundo no se discute el futuro de la humanidad como en una película distópica, pero no podemos imaginar otra razón por la cual exista una clínica de retiro para solteros, por no decirles abandonados. Los límites físicos para llegar a la encarnación de la idea parecen kafkianos en momentos, verosímiles en otro, absurdos en su totalidad. La pregunta de la premisa parece ser tan estúpida como retadora: ¿hasta dónde estaría dispuesto usted a llegar, con tal de encontrar la compatibilidad con una persona? La respuesta de los personaje sería: a algo mucho más físico que una simple aplicación de teléfono.