Con el respaldo de Cine Caníbal y apostando por un estreno limitado al circuito de arte, llegó a la cartelera Con la frente en alto (La tête haute, 2015), cuarto largometraje que dirige la también actriz y guionista parisina Emmanuelle Bercot.
La cinta fue seleccionada para la apertura de la 68 edición del Festival de Cannes, lugar en donde fue recibida con frialdad y escepticismo tras el pase de prensa del voluble certamen francés. Curiosamente durante el mismo festival, la propia Bercot se alzó con el premio a mejor actriz, por su participación en el drama, Mi amor (Mon roi, 2015), en donde compartió créditos con Vincent Cassel, el cual pronto podrá verse en la 60 Muestra Internacional de Cine.
La película marca la segunda colaboración entre Bercot y Deneuve, quien en esta ocasión interpreta a una jueza de un tribunal de menores, Florence Blaque, que debe lidiar día a día con adolescentes infractores y padres irresponsables. En algún momento su camino se cruza con el de Malony, un asiduo de los servicios sociales desde los siete años, cuya inestabilidad emocional provocada por años de negligencia de sus progenitores, lo ha convertido en un adolescente violento y antisocial, además de un consumado delincuente juvenil. Pero la jueza y un esmerado tutor están decididos a enderezar el camino del descarriado joven antes de que sea demasiado tarde.
Inspirada por una serie de recuerdos familiares (uno de sus tíos laboraba como terapeuta y educador de jóvenes delincuentes), Emmanuelle Bercot, una experimentada guionista, comenzó a madurar durante varios años, el texto que serviría de base para el filme. Su aproximación a la realidad va más allá de la mera investigación documental y presencial, varios de los personajes que aparecen a cuadro representan el papel que realizan en la vida real como terapeutas, psicólogos y hasta la secretaria del juzgado.
Esta combinación de actores experimentados y no profesionales es una constante del cine de la directora parisina. Benoît Magimel y la propia Catherine Deneuve en clave maternal, logran una interacción creíble y fluida con el debutante Rod Paradot. Aunque su aporte al subgénero del drama social europeo se ve opacado por la agudeza y profundidad del cine de los hermanos Jean- Pierre y Luc Dardenne, quienes con El hijo (Le fils, 2002) y El niño (L’enfant, 2005), retratan de manera más efectiva los temas de la rehabilitación social de los infantes y la inmadurez de los progenitores, aspectos importantes en el filme que nos ocupa.
A pesar de acusar cierta superficialidad y reduccionismo, la película es lo suficientemente sólida como para cumplir no solo en su aspecto dramático, sino en funcionar como un reconocimiento al sistema francés de rehabilitación social de menores. La propia directora habla abiertamente de la dedicación y la paciencia de quienes trabajan en esta área (no es gratuito el último plano del filme: un tribunal de justicia con la bandera francesa ondeando al frente), y en ese sentido queda emparentada con Declaración de guerra (La guerre est déclarée, 2011), de Valérie Donzelli, que hace lo propio con el sistema de salud galo, aunque de una manera mucho más sutil y conmovedora, pero aun así, Con la frente en alto tiene la suficiente fuerza para convertirse en una alternativa importante para los espectadores que buscan algo más que entretenimiento palomero.