Corría el año de 1978 cuando la joven actriz Andrea Christiansen decidió junto a varios amigos emprender una gira continental que los llevara de Argentina hasta México. Era una locura, actuar y tocar música en todas las ciudades y pueblos que les fuera posible hasta arribar a lo que consideraban la meca mexicana, el punto más lejano desde su punto de partida, el límite antes de cruzar hacia un idioma distinto al español.
No pensaban quedarse, pero excepto un elemento, los demás integrantes de ese grupo fueron abrazados por este país y de paso evitaron los duros años de la dictadura cívico-militar en Argentina.
Hoy, casi 40 años después del viaje, Andrea se ha consolidado como una de las actrices más reconocidas en el ámbito de la comedia clown y emprende una pequeña gira con el espectáculo Delirium Pollum.
“Apenas llegamos a este país y nos enamoramos de su gente, de sus mercados, de sus colores, de sus olores. A los cinco días nos miramos a los ojos y ya lo teníamos decidido: nos íbamos a quedar en México”. En una conversación para los lectores de Revés, Andrea cuenta cómo es que nació Pimpolina, el clown que la ha llevado a prácticamente toda Sudamérica y otras regiones del mundo. “Lo construí de forma intuitiva, porque hace 30 años no tenía acceso a cursos de formación ni clases de ningún tipo. Me apoyé en el trabajo de actriz con el que contaba, pero era yo muy joven y sin experiencia; después, cuando pude aprender la técnica de Jack Lecoq, me di cuenta que en realidad había llevado a la práctica esos métodos sin saberlo”.
Pimpolina es una payasa que mezcla las técnicas circenses con el humor refinado, ese que puede ser apreciado por familias completas. “La primera función la dimos en Milpa Alta (Ciudad de México) y desde entonces la respuesta del público fue muy hermosa. A estas alturas somos una misma, ya no sé cuándo soy Pimpolina y cuándo soy Andrea… Creo que este personaje es la parte más íntima y profunda de mi persona”.
En 2013 Christiansen creó El Festival de la Risa, un proyecto surgido en medio del contexto violento que ha azotado al país en los últimos años, una respuesta artística al discurso de la confrontación que polariza a los mexicanos. “Me pregunté qué podía hacer como payasa para ayudar a cambiar esa energía negativa, pero no lo iba a hacer sola, así que me surgió la idea de hacer un carnaval, un festival que integrara a distintos payasos, actores y artistas escénicos”. La primera edición, que tuvo como sede al Centro Nacional de las Artes, reunió a más de 11 mil espectadores y 10 propuestas humorísticas del país. El segundo episodio contó con la participación de Avner el Excéntrico, mimo y mago norteamericano que ha incursionado en el cine con la cinta La joya del Nilo (1985).
Inspiración
Andrea Christiansen reconoce como su máxima fuente de inspiración a la actriz Giulietta Masina, casada con Federico Fellini en 1943 y recordada por su papel como la payasa Gelsomina en La Strada. “Me gusta la línea de humor que más allá de la risa te mueve los sentimientos; creo que Pimpolina se va por ese camino, por lo emocional, por el deseo de que mi trabajo conmueva al espectador, que le toque el alma”.
Dellirium Pollum se describe como un espectáculo de humor sin palabras, donde Pimpolina convierte la realidad cotidiana en un mundo sorprendente. La acción transcurre en el interior de una casa, donde una mujer realiza pequeñas tareas domésticas de un modo inusual. Todos los utensilios que maneja dan pie a que imagine realidades en las que ella se transforma en alguien diferente para trascender el espacio doméstico y llevarnos a un universo donde la frontera entre lo real y lo imaginario se desdibuja.
Sobre lo que le significa traer un espectáculo de humor a una entidad violentada como Michoacán, Andrea señala que es su “granito de arena para decir que aquí estamos y vamos a salir adelante, porque vale la pena seguir vivos y seguir soñando y tener la esperanza de que algún día vamos a vivir tranquilos, aunque no sepamos cuándo”.
¿Nunca te arrepentiste de quedarte en México?, le preguntamos: “Nunca, México me ha dado todo y yo le he entregado toda una vida… Con esta obra el mensaje es que la realidad es unilateral, que tiene infinitos puntos de vista e interpretación, que todos son válidos e importantes; el día que entendamos eso habrá más tolerancia, más respeto a las diferencias, y por ende, habrá paz”.