Decía Franz Kafka que “la juventud es feliz porque tiene la capacidad de ver la belleza. Cualquiera que conserve la capacidad de ver la belleza nunca envejece”. La frase le viene bien a Youth (2015), séptimo largometraje que firma el cineasta napolitano Paolo Sorrentino.
La película fue candidata a la Palma de Oro en el Festival de Cannes, además de que consiguió nominaciones a los Globos de Oro y los premios Oscar en la categoría de mejor tema musical. En una atinada decisión de la distribuidora Mantarraya, se presenta en México con su nombre original en inglés.
Ambientada en un hotel de los Alpes suizos y con guion del propio cineasta italiano, la película se centra en Fred Ballinger, un compositor y director de orquesta retirado que vacaciona con lánguida apatía al lado de su única hija, la cual enfrenta una decepción amorosa y de un amigo cineasta que intenta terminar el guion para su próximo filme. Hasta su lugar de retiro va a buscarlo un emisario de la reina de Inglaterra, con la intención de que tome una vez más la batuta para dirigir una función especial dedicada a la familia real. Ballinger se niega, aduciendo razones personales, pero están pasando tantas cosas a su alrededor que bien podría cambiar de opinión.
Debido a la gran atención mediática que recibió por ganar un Oscar con La gran belleza (La grande bellezza, 2013), es normal que la nueva producción de Sorrentino haya generado cierta expectativa en el público que disfrutó del extraordinario barroquismo visual de su predecesora. En Youth conserva ese mismo estilo, también la misma narrativa dispersa y el protagonista que entra en la vejez con ironía y desinterés, la figura de Jep Gambardella es sustituida por el compositor Fred Ballinger, personificado a su vez por Michael Caine.
La cinta ofrece una buena cantidad de imágenes memorables, aunque apenas se integren de manera paralela al relato principal. Todas ellas hacen alusión, en tono de humor, a los contrastes entre la juventud y la vejez, en ese sentido es una obra construida a partir de momentos, de situaciones unidas por un delgado hilo conductor.
Como si fuera una especie de sello particular del autor, se incluye una serie de personajes anecdóticos y estrafalarios: un Diego Armando Maradona en lamentable sobrepeso, un monje budista que practica la levitación y una desinhibida Miss Universo. En una decisión inusual, Sorrentino decidió agregar al abultado reparto una serie de músicos que se interpretan a sí mismos en pequeñas escenas: la cantante pop Paloma Faith, el vocalista de Sun Kil Moon, Mark Kozelek y la soprano coreana Sumi Jo.
El paso del tiempo es inevitable, algunas cosas se van y otras se quedan, todos envejecemos pero cada quien lo hace a su manera. En el caso de Youth, los personajes principales personificados por Michael Caine y Harvey Keitel difieren en la forma en que cada uno enfrenta su futuro: el tono distante de uno y la pasión indomable del otro. Es verdad que Sorrentino se queda un paso atrás de lo realizado en La gran belleza, su nueva producción resiente por momentos de la falta de profundidad y cohesión de su discurso. Pero la fuerza de sus imágenes y la calidad de sus interpretaciones son suficientes para lograr un lugar respetable en la creciente filmografía del cineasta napolitano, quien ya se ha forjado un nombre en la cinematografía actual.