«Ayer, la entrega del Oscar se transmitió en vivo únicamente por Internet, dejando la difusión por televisión de manera diferida por un par de horas. El streaming se cayó constantemente, por lo que muchos cibernautas no pudieron disfrutar las incidencias de manera ininterrumpida. Además, el Angeles Times publicó en su web el resultado más esperado, el de Mejor Película, cuando la ceremonia estaba a la mitad, y para colmo, el discurso del homenajeado con el Oscar Honorífico fue cortado de manera abrupta en el show para TV, metiendo con calzador el Himno de los Estados Unidos».
¿Se imaginan que esta nota fuera real en el marco de la premiación que hace la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos? Imposible, pero en su similar de México todo fue así. Por una rara estrategia, la ceremonia para entregar el Ariel se hizo en sábado por la noche (un pésimo día para captar audiencias), se transmitió en vivo solo por Internet, el streaming se caía, y cuando faltaba media hora para que terminara la fiesta, el diario La Jornada adelantó que Las Elegidas había ganado como Mejor Película; es decir, lo dijeron antes que el anunciador de la ceremonia, antes de que fuera oficial.
La Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas, presidida por Dolores Heredia, le otorgó el Ariel de Oro a Paul Leduc, quien se aventó un discurso más largo que los de Fidel Castro en 1960 (bueno, más o menos); tal vez por ello, (¿o por su incendiario contenido?) los productores de Once TV, quienes transmitieron la ceremonia horas más tarde, lo mocharon para meter el Himno Nacional (ni modo, la guadalupana costumbre del Himno a medianoche es irrenunciable). Eso desató la ira de algunos cinéfilos en redes sociales, quienes acusaron de censura al canal del Instituto Politécnico Nacional.
¿Y qué dijo Paul Leduc como para quererlo censurar? El texto apareció este mismo domingo en las páginas de La Jornada (los de la exclusiva atrás mencionada) y entre otras cosas se pregunta cuál es el proyecto cinematográfico que apoyará la flamante Secretaría de Cultura. Cuestiona que las autoridades presuman una producción histórica de películas (superior a las de la Época de Oro) pero que omitan el hecho que pocos van a ver cintas nacionales, desplazadas por la distribución y publicidad de Hollywood.
Leduc también pone como ejemplo a dos empresas modelo en México: Canana y Mantarraya; las ganancias anuales de la primera se calculan en 15 millones de pesos, cifra risible si se compara con los 1,500 millones de pesos que generan en el país firmas como la 20th Century Fox y Universal Pictures. Agrega el cineasta: «Mantarraya, quizá la compañía más premiada de la historia del cine mexicano, anda en 20 millones de ingresos, cuando Warner y Disney superan 2 mil millones cada una y Videocine, de Televisa, supera mil millones».
La danza de cifras de Leduc desenmascara en parte al discurso triunfalista del Imcine; mucho dinero para producciones pero cero garantías para su exhibición; «En los últimos tres años, la asistencia a cines aumentó, pero en ese mismo lapso la asistencia al cine mexicano cayó casi a la mitad: de 30 a 18 millones». En otras palabras, la patraña de que el cine mexicano actual pasa por una segunda época de oro es pura burla.
Del Imcine, Leduc dice que es «una ventanilla de trámites, de preselección de proyectos para ser finalmente aprobados o no por esa iniciativa privada a título de invertir un dinero que ni siquiera es suyo, ya que es el dinero correspondiente al pago de sus impuestos». Y para concluir, don Paul compara la situación actual del fomento al cine mexicano con una frase de algún político mexicano: «“Pos entonces va pa’tras, ’apá… esa chingadera no pasa…»
Eso sí, al final del discurso, Leduc lavó de culpas a la Academia y sostuvo que en razón de ello aceptó el Ariel de Oro. Pero el golpe, el duro discurso, ahí quedó, cortado por un pobre streaming y mochado por la programación de Canal Once.