La primera visita de Jorge Drexler a Morelia tenía que ser inolvidable, y no quedó a deber absolutamente nada. Justo como él dijo en varias ocasiones, fue como las primeras citas, con altas expectativas y mucho deseo de pasarla bien.
Fue una noche de déjà vu. En algún momento de camino al Teatro Ocampo parecía que el ambiente estuviera lleno de recuerdos, en medio de pláticas acerca de tener una máquina del tiempo y regresar al punto exacto en el que la vida cambió todo de manera irremediable llegamos al lugar, un buen grupo de personas ya esperaba para tener acceso y otros tantos compraban los boletos de última hora.
Llegar a un evento en Morelia y encontrarte tantas caras conocidas no es algo raro, pero esta vez parecía tener otro sabor. Eran en su mayoría rostros familiares por aquella época en la que la trova tenía cierto auge en la ciudad y los foros culturales eran lugares íntimos llenos de complicidad. El león de mecenas, Antropofitos, Bohemia V, espacios donde podías ver a grandes cantautores, lugares que ahora solo existen en un lugar recóndito de la memoria de varios de los asistentes a este concierto.
Esta noche de nostalgias comenzó con la voz única de David Aguilar, ritmos que no me eran desconocidos porque años atrás un viejo amigo me enseñó sus canciones y amaba cuando él tocaba La de la libélula, que ahora yo y todo el teatro escuchamos de la voz de David, junto con otras melodías entre las cuales estaban algunos adelantos de lo que será su séptimo álbum de estudio.
Aguilar dejó a un público ya emocionado y casi a las 10 en punto Jorge Drexler salió al escenario en medio de luces brillantes, lejos de poses, divertido, agradecido de estar en Morelia y sobre todo amoroso con su público en cada momento. Los conciertos a veces pueden convertirse en grandes viajes en el tiempo, entre canciones como Causa y efecto y Polvo de estrellas, se me vino a la mente la primera vez que lo escuché, por ahí del 2000 cuando hacía mis propias recopilaciones de canciones en cassettes y luego en cds, una de mis favoritas era Luna Negra, que hasta después supe que ya tenía alrededor de cinco años de haber salido y que era de su tercer disco “Vaivén”.
Mientras, Jorge sonríe, se divierte, habla con la gente y junto con los samples de Luciano Supervielle va construyendo uno de los mejores conciertos que ha visto ese lugar, casi estoy segura. El pianista del gueto de Varsovia, La vida es más compleja de lo que parece, Guitarra y vos tomaron otro sentido con la colaboración de Supervielle, pianista y compositor del proyecto Bajofondo Tango, quien le acompaña en esta gira “Perfume”.
Drexler se dio tiempo para todo, estar con su guitarra, recibir los regalos de sus seguidores, bailar y hasta tomar mezcal. En un momento de la noche invitó a David Aguilar a compartir el escenario, confesando que era uno de sus compositores favoritos en México. Interpretaron juntos canciones de José Alfredo Jiménez, Agustín Lara y Leonard Cohen, en medio de tragos y un concierto que se antojaba cada vez más íntimo.
Se sentía esa camaradería que la música provoca, cientos de personas coreando y a la vez ensimismadas en lo que les provocaban las canciones del uruguayo, pensando quizá igual que yo en el pasado, o en esos amores interminables a distancia, o en esa serie de eventos y circunstancias que formaron un camino que los llevó hasta esta noche.
Fue hasta después de dos horas que finalmente Jorge Drexler debía despedirse de su público, luego de varios intentos y entre canciones como Fusión, Sea, Bailar en la cueva, Bolivia y Todo se tranforma fue que le dio las gracias efusivamente a las personas de Gyrarte, quienes hicieron posible este concierto y a todos aquellos que este martes frío, como él mismo dijo, se alejaron de la pena para disfrutar de un momento que difícilmente volverá a vivirse en la ciudad, este concierto que posiblemente la memoria esperaba aún más que yo.