Al iniciar el año comenzó también la especulación sobre los posibles ganadores de la temporada de premios de la industria cinematográfica estadounidense, que suele tener mucha influencia en las recaudaciones taquilleras. Por lo pronto, ya se anunciaron las cintas nominadas a los Globos de Oro 2017, entre las que se encuentra Florence: La mejor peor de todas (Florence Foster Jenkins, 2016), con cuatro menciones, entre las que destaca “mejor película en el género de comedia o musical”.
Éste es el largometraje para cine número veintitrés en la larguísima carrera del cineasta británico Stephen Frears. Fue estrenado en agosto del año pasado en los Estados Unidos y su desempeño podría describirse como un éxito modesto (27 millones de dólares contra los 29 que costó, aunque debemos aclarar que es una producción inglesa). A México llega tarde y con un pésimo título, lo que no le augura buenas cosas.
La película está basada en la vida de Florence Foster Jenkins, una acaudalada dama de sociedad neoyorquina de la primera mitad del siglo XX, que gustaba de patrocinar las artes, particularmente la música, incluyendo por supuesto su peculiar afición al canto, con el cual destrozaba los oídos de todo aquel que osara escucharla. Florence no solo hacía el papel de mecenas de músicos y compositores, sino también de un marido de ornato que la engañaba abiertamente. Después del discutible éxito de su primera grabación, la millonaria de la voz de papagayo decide que está lista para ofrecer un concierto en el recinto más prestigiado de la ciudad, sin saber que todo el mundo se mofa a sus espaldas de su nulo talento vocal.
La historia de Florence había sido llevada a la pantalla recientemente por el francés Xavier Giannoli en la estupenda Marguerite (2015), por lo cual resultan inevitables las comparaciones. La principal diferencia entre ambas es por supuesto el tono. Mientras Frears elige contar la historia a modo de comedia ligera, Giannoli plantea un elaborado drama en donde la protagonista es algo más que un ingenuo cúmulo de caprichos. Mientras el británico se compadece de la candorosa pasión de la malograda cantante, el francés retrata el desesperado intento de una mujer madura por obtener la atención de su marido.
Mucho se habla de la interpretación de Meryl Streep, la cual le daría su enésima nominación a los premios de la Academia, pero a pesar de su notable parecido físico, nos ofrece una representación plana y sin matices de la millonaria neoyorquina. Lo mismo pasa con su coprotagonista Hugh Grant en el típico papel de caballero inglés: ambos están muy por debajo de lo que aportan André Marcon y Catherine Frot en la versión francesa. Mención aparte merece la caricaturización del pianista Cosmé McMoon de la cinta de Frears, quien palidece ante el personaje del fiel criado Madelbos de la película de Giannoli.
Pero ¿es Florence una cinta enteramente prescindible? No, no del todo. En términos generales funciona como una comedia ligera, además comprueba el talento de Stephen Frears para armar un filme coherente y entretenido. Sin embargo, el cineasta británico no arriesga y en su afán de agradar al público, elige el camino más sencillo, ofreciendo una visión amable e inofensiva de la tragicómica vida de un personaje que francamente pudo presentarse de una manera más interesante.