Omar Arriaga/Guanajuato
No había sido muy buena la experiencia del año pasado en el Panteón de las Momias con la película mexicana el Ataúd del vampiro, que en vez de causar miedo, por los efectos especiales de la época y esa propensión al melodrama de nuestro cine, daba más bien risa. Agreguen el frío y la incomodidad de no hallar sitio para sentarse y tendrán la situación idónea para salir corriendo de la Muestra de Terror.
Con El huésped, de Bong Joon-ho, y Bedevilled, de Jang Chul-Soo, ambos de Corea, la noche madrugada del 30 de julio parecía, ahora sí, más que garantizada. Sin embargo, ocurrió lo que en 2010: gran parte de los que hicieron fila no pudieron entrar, pues no más de 300 personas caben en el recinto mortuorio. Entre estos desafortunados, o poco previsores, me encontré, teniendo que ver la mitad del filme de Joon ho desde la calle, a través de una reja, de pie y con gente moviéndose y entorpeciendo el campo visual en cuanto uno encontraba alguna rendija.
No más de una hora aguanté nuevamente, y si bien, la siguiente función era a la 1 am, no estaba dispuesto a esperar. Fui hasta los túneles, donde un día antes había privado la desorganización, con la esperanza intacta en ver cine freak y erótico y muy explícito. Aunque ahora sí había sillas, la gente era demasiada para el pequeño Túnel del Sol, y aguardar de pie y jugar al juego de las sillas a medianoche, luego de haber caminado todo el día en una ciudad hecha para ser recorrida a pie: no, gracias.
Me estoy haciendo más amargado. Opté por ir a cenar, no hacerle caso al ebrio de turno que se metió en la fila del Oxxo cuando iba por un shampoo y que casi se lía a golpes con un viandante. Me fui a dormir más o menos temprano; de todos modos, ya habría otras oportunidades para estar de pie al día siguiente.