DESDE AQUÍ
Cartas desde el autoexilio
Por Xoch Tavera
Me voy a gastar el tiempo, no voy a pensar las cosas, ¿Qué más da un día más, un día menos? Me como la vida, ni la saboreo, jugamos, reímos, sólo disfrutamos. La fiesta, la escuela, las tristezas ocasionales. El desayuno, la comida y la cena de rutina y con las mismas personas. No quiero salir del cuarto, prefiero estar triste unos días. Me está cambiando la vida y no sé qué hacer ahora con ella, se acaba el tiempo… ¡NO! Quiero más horas, más momentos, ¿A dónde van todos? ¡Yo voy con ustedes! Se acaba el tiempo…. ¡Que NO! Ya casi, ya casi, ¡YA CASI!
Esto es como una explosión. ¿Han escuchado eso de que cuando uno muere ve antes una película de su vida? Esto que pasa es un efecto similar, un “pre-mórtem” si es que eso existe. Una sensación de agonía, no necesariamente mala pero que indica en todas sus formas que las cosas han llegado a su término.
Es cuando empiezan las etapas de duelo… Negación a que se vaya la gente, a que el viaje termine… los arrepentimientos ¡Claro!: “Aquél día que me senté a llorar en mi cuarto o me peleé a larga distancia, me debí salir a caminar por el vecindario, debí conocer otro museo o incluso ir a tomarme un café a cualquier plaza sola.”
Pero la sensación general, lo que verdaderamente queda, es la necesidad de decir “No te vayas” porque además de todo, hay que despedirse en dos etapas. La primera de ellas que comprende la despedida de todas las personas que se van antes que tú… que ¿Cómo por qué no? En este caso son casi todas las que quise de modo inexplicable… las que se llevan un pedazo, no pedacito, pedazo de mi alma con ellos. Es mucho más fácil que todos ellos regresen a una rutina a la que eventualmente me tocará regresar a mí… pero yo me quedo medio sola y con un faltante considerable de mi vida repartido por el resto del mundo.
La segunda parte es el momento de mi propia despedida, a la que no he llegado… la parte en la que me tengo que despedir de las ciudades, de las personas que ahora se quedan tras de mí y el autoconvencimiento de que hay una promesa de lealtad, de cariño y de amistad que me unirá tanto a los lugares como a las personas. Esa parte en realidad también es un poco más fácil, porque sé que me esperan otras cosas a donde voy.
Pero también llega una tercera parte, como un apartado de anexos a este capítulo… las emociones posteriores. Las pruebas de fuego. Dejar un lugar donde todos habíamos hecho a un lado lo que teníamos para construir un nuevo camino, breve, pero nuevo. Ahora vienen las cosas buenas, la definición de si estaremos o no cerca, si nos volveremos a ver, si acaso recordaremos nuestros nombres, lo que vivimos, lo que fuimos por unos días… viene la parte en la que yo o una de dos… o corro asustada de todos y de todo o hago yo misma el esfuerzo por intentar mantener los lazos.
No me gusta para nada despedirme, no me gusta tener que decir “No te vayas” porque ya no sé qué más decir… pero es que creo que además, esa frase ya lo resume todo.
Twitter: @exouexou