“Una pinche historia de amor” es lo que escucho decir a alguien al terminar la función de prensa de La forma del agua, cinta más reciente de Guillermo del Toro, pero no de forma despectiva, sino con algo de emoción y emotividad. Se trata de una película impecable en donde se demuestra cómo el cineasta construye minuciosamente su trabajo en cada toma.
La cinta protagonizada por Sally Hawkins, Doug Jones, Octavia Spencer, Michael Shannon y Richard Jenkins transcurre en el año de 1962, en plena Guerra Fría, en un mundo donde la diferencia de clases, raza y sexo prevalecía más allá de la propia humanidad. Cuenta la historia de Eliza, una mujer muda que ha vivido de manera muy peculiar, fantasiosa y solitaria en la parte de arriba de un cine, donde su única compañía es un viejo que sueña con volver a su antiguo empleo haciendo ilustraciones publicitarias. Ella trabaja en una instalación de investigaciones a cargo del gobierno norteamericano, a donde llega un extraño ser acuático que le produce una rara empatía.
Mientras la criatura mítica es expuesta a diferentes investigaciones y experimentos crueles comienza a crearse un lazo entre él y dicha mujer afanadora, quien todas las noches va en busca de los encuentros con este ser. Del Toro se aleja de todo estereotipo con el personaje que interpreta Hawkins, ya que se trata de una mujer cuarentona, soltera, sin acercarse a una belleza extraordinaria físicamente, lo que nos recuerda que la fantasía no necesariamente tiene que ver con la perfección, como nos enseñó Disney, y que la manera en la que él construye sus personajes es desde algo más profundo, eso que al final logra que se confronten a sí mismos y exploren sus verdaderos límites.
El director de El laberinto del Fauno y Cronos cimenta de manera impecable todas las escenas de la película, en donde cada fecha, color, escenario y diálogo tiene un por qué y un cuándo. Es una obra en donde visualmente se conjunta perfectamente con la personalidad y los sentimientos de todos los personajes, que fundidos en su historia de soledad siguen con sus vidas hasta lograr algo extraordinario que los arranca del tedio y conformismo con el que viven.
A pesar de que se ha involucrado en diversos proyectos como productor y director siguiendo siempre la línea del género de lo fantástico, a partir de La Cumbre Escarlata tuvo una especie de nuevo parteaguas, y de esta sacudida interior es que surge una historia de amor extraordinaria en donde recrea otros mundos que nos dejan fascinados.
En su encuentro con los medios de comunicación, Del Toro afirmó que La forma del agua es la película más optimista que ha hecho y que es su declaración de amor al cine, algo que sin duda proyecta en esta nueva cinta que seguro no se arrepentirán de verla.