François Ozon es uno de los cineastas preferidos de los principales festivales europeos. Todas sus películas desde Gotas de agua sobre piedras calientes (Gottes d’eau sur pierres brûlantes, 2000), han formado parte de la selección oficial de Cannes, Venecia, Berlín o San Sebastián. El cineasta parisino es capaz de pasar de la brillantez a la medianía con una facilidad asombrosa, algo que no le impide obtener, con relativa facilidad, el financiamiento para nuevos proyectos.
Doble amante, amante doble (L’amant double, 2017), es lo más reciente en la filmografía del director y guionista francés. Fue presentada, como era de esperarse, en la pasada edición del Festival de Cannes, donde formó parte de la selección oficial del certamen. Se rumoraba que fue una de las favoritas de Pedro Almodóvar, presidente del jurado, sin embargo, fue recibida con frialdad por el voluble público de año con año acude al evento.
Este thriller psicológico se sitúa en París y gira en torno a Chloé, una joven ex modelo que sufre fuertes dolores abdominales. Con la creencia de que es una afección psicosomática, decide acudir con Paul, un afamado psicoterapeuta, de quien termina perdidamente enamorada. La relación se complica cuando Chloé se entera de la existencia de un misterioso hermano gemelo de su pareja: un terapeuta de aire malicioso, quien la arrastra por los sinuosos caminos de la sexualidad desenfrenada. El propio François Ozon, en colaboración con Philippe Piazzo realizó la libre adaptación para la pantalla de la novela Lives of the twins, de la escritora estadounidense Joyce Carol Oates, publicada por primera vez en 1987 bajo un seudónimo y que aún no cuenta con traducción al español.
Un primer plano de la vagina del personaje principal, nos anuncia el acercamiento un tanto freudiano a temas como la neurosis y la sexualidad. Desde los primeros minutos, la película enseña sus cartas: una sesión de psicoanálisis en donde la protagonista descubre la complicada relación con una madre distante y el dolor saberse producto de una relación casual. A partir de ese punto, Chloé empieza a dar rienda suelta a su fantasía como una herramienta necesaria para enfrentar la realidad. Pero su deterioro es progresivo e imparable, lo vemos en las exposiciones del museo, las cuales pasan de obras simples y monocromáticas a exposiciones más orgánicas y sombrías.
La dualidad, a veces obvia, a veces confusa, es parte importante del filme. No solamente por la utilización de recursos formales: espejos, ventanas y pantallas divididas. Es encarnada también por los dos gemelos psicoanalistas (el belga Jérémie Renier en los dos papeles), pero también la podemos observar en las dos madres que son una sola, al igual que Dominique Reymond como la ginecóloga-psiquiatra, quien representa un aspecto racional pero carente de emociones. Es más, la misma protagonista establece su propio juego de espejos al proyectar sus deseos sexuales y afectivos en dos versiones distintas de los mismos personajes.
La puesta de Ozon es elegante, nítida y estéticamente agradable. Resulta entretenida hasta que sus numerosos giros dramáticos y su narrativa inestable la vuelven demasiado difusa, debemos esperar demasiado hasta la llegada de la revelación final. Hay que destacar lo de Marine Vacth, una versión más madura del mismo personaje que hizo en Joven y bella (Jeune & Jolie, 2013), probablemente lo mejor de esta película, que es por momentos débil y caprichosa, como la mente de su protagonista.