Vox Lux: El precio de la fama (Vox Lux, 2018) es el segundo largometraje del actor, director y guionista Brady Corbet. El joven cineasta estadounidense obtuvo el premio a la mejor dirección en el Festival de Cine de Venecia con su ópera prima, el denso drama de época La infancia de un líder (The childhood of a leader, 2015). Recientemente Corbet volvió a ponerse en la mira del certamen veneciano con su más reciente trabajo, el cual estuvo nominado al premio más importante de la Mostra.
El arranque de Vox Lux es trepidante. Un joven desquiciado acude a una escuela preparatoria armado hasta los dientes para dar muerte a la mayor cantidad posible de estudiantes y maestros. Celeste, una de las jóvenes más destacadas, es la única sobreviviente de la masacre. Después de una larga convalecencia y a modo de terapia de sanación, la adolescente (en conjunto con su hermana Eleanor), interpreta una canción que se convierte en un éxito inmediato. Un ambicioso manager y un par de canciones pegajosas la llevan de inmediato al mundo de la música pop. Aunque como suele suceder, no todo será miel sobre hojuelas.
La película está dividida en un prólogo y tres partes. Cada una de ellas sigue el camino de Celeste a lo largo de una serie de tragedias: en 1999 una matanza muy similar a la que realizaron Eric Harris y Dylan Klebold en Columbine, Colorado. En 2001 cuando está por despegar su carrera solista después del rompimiento con su hermana, sucede el atentado contra las Torres Gemelas en la ciudad de Nueva York. Por último, en la época actual, un ataque terrorista en una playa de Croacia coincide con el lanzamiento de su nuevo álbum.
En ese sentido podemos encontrar paralelismos entre La infancia de un líder y Vox Lux. Ambas parecen hacer una singular exploración del origen de la maldad, si bien lo hacen en contextos, lugares y siglos diferentes. Por ejemplo, en la primera de ellas se presenta la actitud belicosa de un niño mimado e ingobernable en la Europa de las postrimerías de la Primera Guerra Mundial.
Mientras que en la segunda, encontramos a una niña talentosa y adorable, que al pasar por una experiencia cercana a la muerte decide abandonarse a un sueño regido por la máxima de la música pop: “1 por el dinero, 2 por el show”. Dando paso con ello a toda una serie de actitudes caprichosas, egocéntricas y autodestructivas, un nuevo modelo a seguir para toda una generación de jóvenes estadounidenses.
Quince años de trayectoria musical y una hija a la que prácticamente no conoce, no han hecho madurar a la entusiasta estrella de la música pop. Celeste se queja de los escrúpulos de su hermana (quien escribe todas sus canciones), se droga y bebe sin control, mantiene relaciones enfermizas y hace toda clase de declaraciones estúpidas (“síganme a mí, soy la nueva fe que deben seguir”, sugiere con desparpajo a los perpetradores de una masacre en las playas croatas).
Con temas originales de la cantante y compositora australiana Sia, la actriz Natalie Portman da vida a esta antípoda formal de Conner, protagonista de la comedia Popstar: Never stop, never stopping (2016), que retrata con humor y cruda ironía, los entresijos de la industria musical. Brady Corbet encuentra en las frívolas estrellas del pop una influyente cultura de masas, basada en la inmediatez y el consumismo. Una generación incapaz de reconciliarse con su pasado y al mismo tiempo temerosa de su futuro.