Son pocos y quizá por eso los queremos tanto. Se trata de los suplementos culturales en los diarios mexicanos; esas páginas que refrescan a publicaciones que lamentablemente deben informar muchas malas noticias. Aprovechando su visita al Primer Encuentro de Revistas Culturales, llevado a cabo hace unas semanas en Querétaro, platicamos con José Luis Martínez, editor de Laberinto, el suplemento del periódico Milenio.
¿Cuál el futuro que les espera a las revistas independientes de carácter cultural?
El periodismo cultural en México siempre ha sido complicado, sin embargo, es curioso cómo a pesar de las adversidades, en prácticamente todo el país existen publicaciones culturales; en algunos casos se debe al apoyo del gobierno, en muchos otros se debe a la persistencia, a la imaginación y el trabajo de quienes las hacen posible. Hay una gran necesidad de muchas personas para expresarse, no solamente en cuestión de lo más inmediato que les ocurra, sino expresarse por medio de historias, de poesía, de herramientas ensayísticas, y una forma de encontrar esto es a través de las revistas. Ahora bien, las posibilidades para lograrlo se están ampliando gracias a las nuevas tecnologías; hay muchas revistas culturales en la red que no requieren más que trabajo. ¿Qué es lo ideal? Lo ideal es que ese trabajo que se hace en las publicaciones culturales sea remunerado y te permita vivir decorosamente. Tú no puedes considerarte un profesional si no vives de lo que haces… puedes ser un mecenas o un gran escritor, pero no eres un profesional si lo que haces no te da para vivir; ese es el gran reto.
¿Y la gente? ¿En verdad hay lectores para estas revistas?
La sociedad no tiene la obligación de consumir productos culturales; ninguno. En lo que sí creo es en la obligación del editor por procurar a sus lectores; deben abrir brecha y vencer reticencias en un momento determinado y ganarse a esa gente que antes de comprar una revista piensa en otras necesidades. ¿Pero qué sucede si creamos un producto interesante, atractivo, que la gente necesite consumir? Ahí estamos hablando de consumos culturales, pero depende mucho del talento y la imaginación de los creadores de dichas revistas. No le puedes exigir a nadie que escuche tu música, vea tu exposición o lea tu revista si antes no has creado el hábito. Para ello hay que exigirle al Estado que cumpla con su papel de coadyuvante, pero sin olvidar que los creadores deben hacer buenos productos: bien escritos, bien ejecutados, bien realizados para que se vuelvan atractivos hacia la gente.
Estoy en contra de quienes piensas que todo lo que hacen es genial y por tanto debe ser subsidiado; la gran prueba de fuego para cualquier creador, en este caso los editores, es volver atractivo e indispensable lo que hacen para los demás. Si tú tienes más lectores, ellos te darán una fortaleza que hará que le exijas un subsidio al Estado; son ellos lo que te respaldarán.
¿Cómo se inició usted en el periodismo cultural?
Yo comencé en una revista que se llamaba Su otro yo; era una interesante mezcla porque ahí participaban viejísimos escritores como Renato Leduc y Abel Quezada con otros que rondaban los 40 años: Carlos Monsiváis, Juan Ibáñez o Juan Tovar, pero también nos dio la oportunidad a los que entonces éramos veinteañeros, y que empezábamos a hacer nuestros pininos ahí. Esa combinación de tres generaciones hizo de esa revista un ejercicio muy interesante que ahora yo aplico en Laberinto para elegir a los colaboradores. A mí no me interesa pedir actas de nacimiento, no me fijo en la edad ni estado civil ni preferencia sexual: trato de buscar a escritores consolidados, algunos de mi generación, pero también hemos debutado a muchas personas. Esto hace que el suplemento se renueve, de lo contrario te haces anquilosado, viejo y poco atractivo. Siempre he trabajado en publicaciones empresariales; no lo he hecho ni en gobierno ni en la marginalidad, y si estás en las grandes ligas del periodismo, eso te exige dar resultados. Esa es mi visión del periodismo: dar resultados mediante productos que respondan a mis propios intereses como lector y como editor, de lo contrario estaría a disgusto con lo que hago, y no, a mí me gusta contagiar al grupo del que me rodeo y entonces irradiarlo hacia los lectores. A veces no se logra, pero eso es otra cosa.
¿Ese método debería ser adoptado por quienes hacen revistas independientes?
No lo sé, no me atrevería a dar recetas de ningún tipo. Lo que puedo decir es que siempre habrá alternativas para continuar con el trabajo editorial con una sola condición: no traicionar nunca a tus ideas y principios.
*En ese mismo Encuentro, José Luis Martínez charló con el público acerca de periodismo cultural en nuestros tiempos. Como su intervención no tuvo desperdicios, aquí se las compartimos.
«Nos llenamos la boca y con voz de profetas decimos que los libros y los periódicos impresos no van a desaparecer jamás; es una anticipada nostalgia este clamor por la letra impresa, pero no estaría mal preocuparnos un poco por la calidad de nuestra escritura, por la constancia de nuestras lecturas, por hacer mejores secciones y suplementos culturales, mejores programas de radio y televisión, mejores páginas o blogs en internet, por mandar mejores mensajes escritos por el celular, por ser mejores estudiantes o maestros, mejores periodistas; solo así, creo, podemos hacer un periodismo a la altura de nuestra tradición sin importar el soporte.
“Hace más de 20 años, Adolfo Bioy Casares dijo en una entrevista: “Puede ser que con el tiempo desaparezcan los libros, que por el lado de las máquinas y la tecnología vengan otras cosas, pero siempre habrá novelas”. Parafraseándolo, podríamos decir que tal vez desaparezcan los periódicos impresos, pero siempre habrá noticias, historias, crónicas, y que para escribirlas se necesitan periodistas…
“Fernando Benítez, de quien no es necesario decir que es el padre del periodismo cultural en México, trabajó con escritores como Alfonso Reyes y los muy jóvenes José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska y Juan García Ponce. Después llegaron Víctor Flores Olea y Gabriel Zaid… Hoy la cultura tiene cada vez menos espacios, es cierto, ¿pero qué hacemos nosotros para que esto no suceda? Como editor he sido testigo de la aparición y desaparición de varios suplementos culturales; entre los desaparecidos, recuerdo a El Heraldo en la Cultura, El Sol en la Cultura, Comala, El Nacional Dominical, La Crónica Dominical, Arena, El Búho y muchos otros más que forman parte del obituario del periodismo cultural en México y al que se suman secciones culturales de periódicos como Excélsior, que no ya no la tiene… esto también es parte de nuestra historia, una parte nada luminosa, por cierto; en la actualidad, en los periódicos de la Ciudad de México se producen sólo tres suplementos culturales (La Jornada Semanal, Laberinto y El Ángel); entre todos ellos, no suman las páginas de El ABC Cultural del diario español ABC. A pesar de ello, la cultura en México está más viva que nunca. La contradicción no deja de ser evidente y se hace necesario encontrar salidas a esta crisis de nuestro periodismo cultural. Una de ellas es la correcta utilización de las nuevas tecnologías, de profesionalizar los espacios cibernéticos, de perderle el miedo al cambio, de ser más responsables de lo que publicamos en Internet…
«Porque no hay prioridades; el único patrimonio de un periodista es lo que escribe”.