Por Armando Casimiro Guzmán
Aunque se esperaba que durante la temporada de premios obtuviera más de algún reconocimiento, lo cierto es que Beautiful boy: Siempre serás mi hijo (Beautiful boy, 2018), sexto largometraje que dirige Felix van Groeningen, se fue con las manos vacías. Éste es el debut en inglés del cineasta de origen belga, a quien se le conoce sobre todo por sus dos películas previas: Alabama Monroe (The broken circle breakdown, 2012), al igual que Belgica (Bélgica, 2016). Su largo recorrido por el circuito de festivales inició en Toronto, pasó por Morelia y San Sebastián antes de llegar a la cartelera mexicana de la mano de la distribuidora Diamond Films.
Van Groeningen suele participar en la escritura de los guiones que sirven de base a sus producciones. En esta ocasión decidió tomar un par de libros autobiográficos: Beautiful boy, de David Sheff y Tweak, de Nic Sheff, quienes son padre e hijo respectivamente, para coescribir el texto que sirvió de base al filme (el libro de David Sheff está editado en español por DeBolsillo). Ambos libros hablan de la misma experiencia: la adicción a las drogas de Nic y en cómo lo enfrentaron los protagonistas de esta historia.
Desde el primer momento la película trata de mostrarnos quién es David Sheff: conocido periodista musical de la revista Rolling Stone, famoso por haber hecho una de las últimas entrevistas a John Lennon antes de que fuera asesinado en 1980. Su devoción por el mítico cantante, lo llevaría a tomar el nombre de un tema de su etapa solista como apodo para Nic, su hijo mayor: Beautiful boy (Darling boy), el cual forma parte del álbum Double fantasy.
Te puede interesar: Crítica a Carnívoras
A manera de flashbacks, el director introduce el paulatino ingreso al mundo de las drogas de Nic: sus primeros coqueteos con la marihuana y poco tiempo después, su adicción a las metanfetaminas. Las cosas se salen de control y Nic cae en una espiral descendente de la que no parece haber salida. Apenas se insinúan las posibles causas del problema: la separación de sus padres, una pobre supervisión paternal y un carácter demasiado frágil. En ese sentido, el filme ofrece lo peor de su repertorio didáctico, ya que la forma en como padre e hijo encaran la adicción es más bien trillada y superficial.
Pero el cineasta belga guarda un enfoque ligeramente distinto para el tramo final. El punto de vista de un padre que se da cuenta que ha hecho todo lo que está en sus manos y que ya no puede más. Pasa mucho tiempo antes de que David reconozca que no se puede salvar a un ser amado si éste no quiere salvarse. Para buena fortuna de Nic y David (muy bien interpretados por Timothée Chalamet y Steve Carell, respectivamente), el desenlace es esperanzador, no así para quienes esperen un arco dramático menos predecible.
También lee: Sex Love & Robots, la crítica
Da la impresión de que Felix van Groeningen sufrió para condensar los dos libros. Intenta ofrecer una visión equilibrada, pero al final prevalece el punto de vista del padre. Es una película que celebra la vida y la unión familiar después de haber atravesado una prueba tan difícil. En ese sentido ofrece cierta congruencia consigo misma, pero no por ello es una gran película. Podemos decir que es un buen intento que sin embargo no logra sacudirse ese tono aleccionador que conforme avanza el metraje se vuelve cada vez más cansino e intrascendente.