Este sábado inició actividades la sección de largometrajes mexicanos con Mano de obra (2019). Arropada por la productora de Michel Franco, la ópera prima de David Zonana cuenta con un respetable recorrido por el circuito festivalero. Ha pasado por Toronto, San Sebastián y Londres, antes de llegar al Festival Internacional de Cine de Morelia. Distribuida por Piano Films, la película llegará a la cartelera en marzo del siguiente año.
Situada en una obra en construcción en un barrio residencial de la Ciudad de México, la película inicia con la muerte accidental de un trabajador. Su hermano, Francisco, quien también trabaja en el mismo lugar, ve cómo el propietario se deslinda injustamente de cualquier tipo de indemnización. Determinado a conseguir justicia, Francisco toma una serie de decisiones que develarán un lado oscuro de su personalidad.
El elenco está conformado por un conjunto de actores no profesionales guiados únicamente por el experimentado Luis Alberti. Este tipo de ensamble le proporciona veracidad tanto a los diálogos como a muchas de las situaciones que se presentan conforme avanza el metraje. Es por ello que la cinta está construida con base en planos fijos, rodados a cierta distancia de los actores, para evitar que éstos se sientan presionados por la cámara.
El aspecto más interesante del filme es la manera en que se desarrolla el personaje principal. Francisco. En un principio es todo camaradería: sin pensárselo demasiado presta dinero a un compañero y hace lo posible para ayudar a su cuñada recientemente viuda y embarazada de cinco meses. Pero es su infructuosa búsqueda de justicia la que en un inicio lo precipita a tomar decisiones que pondrán en riesgo no solo a quien él considera su victimario, sino también a sus propios compañeros.
Dos momentos marcan el rumbo del relato. Cuando Francisco decide abandonar su pequeña habitación anegada por las lluvias para irse a pernoctar en la mansión que él ayuda a construir. El otro momento, es cuando decide hacer uso de los muebles y aparatos de ejercicio en dicho lugar ante la ausencia definitiva de su propietario. De otra manera, dichos objetos estarían completamente fuera de su alcance.
Es esta especie de empoderamiento el que permite al protagonista invitar a sus antiguos compañeros a habitar la mansión. Los nuevos inquilinos, apoyados por los pobres argumentos de un desconfiable leguleyo (el antiguo dueño no tenía familiares), conforman una especie de comuna al interior del lugar, la cual funcionará solo el tiempo suficiente antes de que los choques de poder pongan en entredicho la supuesta camaradería de sus miembros.
La actitud de Francisco, decidido a apropiarse de los bienes de su antiguo patrón, refleja una paradoja de nuestro tiempo, la de los millones de trabajadores asalariados que limpian habitaciones de hotel en las que nunca dormirán y construyen mansiones que nunca habitarán. Un tema que da para la reflexión y que plantea de buena manera David Zonana en este prometedor debut.
TE PUEDE INTERESAR