¿Es incompatible el buen cine con el entretenimiento? A propósito de las recientes nominaciones a los premios de la Academia, ha resurgido el debate en torno al tema, el cual causó cierto revuelo el año pasado después de algunas declaraciones de Martin Scorsese. Al margen de la ambigüedad de las definiciones, es posible encontrar algunos ejemplos que no se inclinan del todo hacia alguno de los dos extremos.
Éste es el caso de Jojo Rabbit (2019), película que ha sido nominada a seis premios Oscar entre los que destacan mejor película, actriz de reparto (Scarlett Johansson) y guion adaptado. A pesar del escaso valor cualitativo de los premios, éstos normalmente se traducen en una mayor exposición mediática y en una multiplicación de oportunidades para los principales involucrados. Es una especie de valor agregado nada desdeñable para quienes se dedican a esta actividad.
Jojo Rabbit es una adaptación libre de la novela El cielo enjaulado, de la autora belga-neozelandesa Christine Leunens (editado en español por ESPASA). El director Taika Waititi traslada la historia desde Austria hacia algún lugar indeterminado de la Alemania nazi. Se deshace del padre, acorta el desenlace y añade a un Hitler imaginario que intenta dirigir los pensamientos del joven Johannes, más adelante conocido como Jojo Rabbit.
Con apenas diez años de edad y una guerra que parece terminar, Jojo se inscribe gustoso a las Juventudes Hitlerianas. Lo que a los ojos de los niños no es más que un campamento inofensivo, es en realidad un peligroso campo de adoctrinamiento que refuerza los estereotipos racistas y de género característicos de la ideología nazi. La prolongada ausencia paterna (un soldado extraviado desde hace tiempo en el frente italiano), su carácter introvertido, así como años de fanatismo inculcado han hecho mella en Jojo. Su mundo se trastorna por completo cuando se entera de que su madre oculta a una adolescente judía en su propia casa.
El enfoque que utiliza Waititi es completamente satírico, entendido como el hecho de demostrar indignación hacia alguna situación particular. Casi todo el metraje está permeado por un tono irreal que incluye una villa alemana asépticamente retratada. También hay situaciones disparatadas en donde se exageran deliberadamente las exigencias del protocolo nacionalsocialista. Por ello, no debería extrañarnos que la película alcanza su punto más bajo en los momentos en que nos recuerda los horrores de la guerra. Un intento bienintencionado que desentona en el conjunto.
Hay que destacar la acertada inclusión de los temas de apertura y cierre del filme. La curiosa versión en alemán de I want to hold your hand, interpretada por los propios Beatles, acompaña a una serie de imágenes de archivo. En ella, miles de alemanes vitorean a Hitler de la misma manera en que años después lo harían los jóvenes fanáticos del cuarteto de Liverpool. La secuencia sugiere la complicidad pasiva de millones de alemanes ante las atrocidades del régimen. La secuencia final está acompañada de Helden, versión germana de Heroes, interpretada por el propio David Bowie. Ésta insinúa el destino berlinés tras la guerra y la eventual separación de Jojo y Elsa.
A lo largo de su filmografía, Waititi ha utilizado el humor para señalar algunos temas incómodos: la imperfección de los sistemas de adopción en Cazando salvajes (Hunt for the wilderpeople, 2016), y la exclusión social de ciertas comunidades en Lo que hacemos en las sombras (What we do in the shadows, 2014). En su más reciente trabajo, el director neozelandés explora la transición de un niño a su etapa adolescente, pero también ofrece algunos apuntes interesantes sobre los prejuicios que aún hoy exhiben quienes propagan teorías conspirativas sobre determinados sectores de la sociedad.
Jojo Rabbit es una película tremendamente divertida pero que también abre, si el espectador lo permite, un pequeño espacio para la reflexión. Retomando el tema inicial de esta nota podríamos decir que es a la vez entretenimiento y una buena experiencia cinematográfica. Ofrece algunas pinceladas interesantes sobre la infancia alemana de la época y además nos permite sacar de su calabozo de horror al villano por antonomasia… para ponerlo a devorar unicornios en la cena.
TE PUEDE INTERESAR: