Como parte de las actividades de la sección de largometrajes mexicanos en competencia en el 19 Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), se presentó Nudo mixteco (2021), debut de la actriz, directora y guionista Ángeles Cruz. La cineasta oaxaqueña es muy conocida por su trabajo frente a las cámaras, pero ya desde el 2012 había hecho sus primeras incursiones en la dirección de cortometrajes.
En Nudo mixteco se cuentan tres historias de mujeres que se desarrollan en una comunidad indígena del norte de Oaxaca. María regresa a su casa para el entierro de su madre, aunque no es bien recibida por sus familiares. Chabela una mujer abandonada con sus hijos, debe enfrentar la furia de su esposo que se ha enterado que ya vive con alguien más. Mientras que Toñita vuelve para proteger a su hija del abuso perpetrado por un familiar.
Los tres episodios apenas se tocan tangencialmente. El marco es la celebración de la fiesta patronal, que con su música, cohetes y bebida al por mayor, cobija las tragedias personales de tres mujeres y sus familias. Aquí nada es privado y todo es comunal, los delitos, las rencillas personales y hasta la vida al interior de los hogares, se resuelven a la vieja usanza, levantando la mano en asamblea en la explanada municipal.
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Pero esta justicia comunitaria no ha ganado mucho terreno frente el machismo y la intolerancia. El padre que rechaza a su hija por su preferencia sexual, muy al estilo de Desobediencia (Disobedience, 2017), no impide que ésta se encuentre con su amor de la infancia y, aunque con menos intensidad que McAdams y Weisz, recuerdan tiempos pasados. Mientras tanto, Chabela ha decidido rebelarse al abandono buscando un nuevo compañero, sin temor a defender su comportamiento ante la comunidad.
También es una película sobre la sexualidad femenina en comunidades tan cerradas como las que hay en la sierra oaxaqueña. Son mujeres que deben ocultar un amor lésbico o su insatisfacción para evitar el rechazo, hasta que llega un punto en el que no pueden más. En otro ámbito se encuentra la tercera historia, la mujer que se marcha a la ciudad huyendo del abuso solo para enterarse que el ciclo se repite con su propia hija.
En ese sentido vemos como la migración tiene una influencia importante en la comunidad, no solamente en el ámbito económico sino también en el sexual. Hay quienes huyen porque el ambiente en el que crecen les impide desarrollarse plenamente, mientras los que se quedan deben contenerse o enfrentar las reglas que tácitamente les impone la sociedad.
La narración es fluida y se siente una transición natural entre los episodios. La resolución de la primera, es con mucho la mejor de las tres, el comportamiento refractario de María ante la posibilidad de una nueva vida, se anuncia ante sus miradas perdidas mientras escucha el llanto de un infante. En cambio, la resolución del último capítulo sugiere con simpleza la justicia expedita e infalible de las autoridades comunitarias. Pero vista en conjunto, a pesar de sus debilidades, la película de Ángeles Cruz es un trabajo que sabe sacar provecho del entorno y de un competente grupo de actores, una ópera prima que cumple como parte de la selección oficial del FICM.