A veces, leer una reseña o crítica te transporta a un bucle temporal. Bien puedes observar los comentarios de los noventa, la primera década del dos mil, la segunda, y hasta ahora, y darte cuenta de que dichos comentarios se limitan a pequeños adjetivos.
Pondré de ejemplo, por ser reciente, a Don’t Look Up (Adam Makey, 2021) que rápidamente escaló a poder odiar la película o amarla, pero siempre definiéndola como «buena» o «mala».
Quizá sea porque tantos acontecimientos en todas las áreas suceden como una lluvia de pedradas, y por ello solo podemos expresar -cuando nos preguntan en una plática coloquial, misma que es la aspiración máxima de este texto- que algo es malo o bueno.
The Batman (Matt Reeves, 2022) es otro ejemplo. La película protagonizada por Robert Pattinson creó una expectativa alta que detonó en un clímax que para algunos fue insuficiente, aunque hay quienes por la euforia, de forma desmedida, deciden catalogarla como una “carta de amor al cine”.
Siendo objetivos, se trata de una historia neo-noir más. Obscura como todas las de DC, pero, de repente, la colorimetría juega con las emociones.
Mucho se habla sobre la incorporación de un Batman diferente, ¿qué no se pueden conformar los productores con uno? Ya hemos visto que no.
Al principio, cuando la Pandemia y la recesión económica todavía no eran temas de todos los días, se anunció la participación de Robert Pattinson en el papel de Bruce Wayne. Muchos, entre ellos yo, nos mostramos escépticos con comentarios paternalistas «es demasiado bonito para ser Batman», siempre se puede ser demasiado algo para conseguir un papel.
Lo cierto es que Robert ha hecho un trabajo disciplinado para conseguir darle una visión nueva a un personaje tan viejo, para ganarse el puesto, pues en lugar de centrarse en trabajar un físico espectacular para una película de superhéroes, prefirió trabajar su lenguaje corporal, su presencia en distintos momentos.
Cuando alguien hace una participación deficiente en una película es muy notorio, como Adam Sandler en Hubie Halloween, pero cuando alguien logra engañarnos con su actuación, entonces no se nota -como Adam Sandler en Punch–Drunk Love-. Este fenómeno sucede en The Batman. Los detalles se muestran para que el espectador se olvide de que es solo una película.
En esta obra, los silencios de Wayne hablan más que cualquier diálogo. El juego de miradas resulta oportuno para mostrarnos un Batman que tiene miedos, que se sorprende, se alegra, que puede asustar a sus enemigos sin usar una sola palabra. O está el caso de Selina (Zoë Kravitz) que arquea levemente la espalda y camina con paso ligero para dibujar la imagen de un gato sin necesidad de ponerse un traje de Hello Kitty, o bien, la locura de Acertijo (Paul Dano) con progresiones de sonidos y facciones que dejaron enterrada la fugaz participación de Jim Carrey en Batman Forever.
Puede interesarte: La quiniela para el Oscar 2022 ya está aquí: ¡participa!
Bien mostró Cortázar, no hay malas historias, sino malos tratamientos, y miren que él salió en un cómic de Fantomas y luego escribió uno propio.
Coincido, y es que cuando hablamos de películas de héroes como Batman, Supermán o cualquiera de esas antiquísimas franquicias, lo que cuenta no es su origen, sino el progreso que vemos de los personajes y de la historia. Cuando El Caballero de la Noche se estrenó, realmente creí que el desarrollo de un personaje tan viejo como Batman no podía dar más en la pantalla, luego vino El Caballero de la Noche asciende y me calló la boca.
Pero, como buen hablador, no comprendí y volví a creer lo mismo con esta obra de Matt Reeves, y de nuevo me tuve que callar.
Y es que aquí se trabajó lo verosímil. Es un personaje que nace entre la popularidad clandestina y la indiferencia de una Gotham empobrecida y violenta. No se trata de mostrar verdades, sino de mostrar hechos extraordinarios que, aun siendo mentiras, puedan pasar por verdad.
Es cierto, la historia presenta una progresión lenta, no apta para espectadores precoces, hay que recargarse sobre una nalga y luego sobre la otra en su asiento para poder aguantar las casi 3 horas de película. Pero no noté alguna subtrama que no se haya cerrado, incluso, en las primeras dos horas de la película, me dediqué a preguntarme cómo chingados iban a resolver tanto arco secundario. Pues lo hicieron.
Puedo decir que destaca la presencia de un Batman humanizado, que pasa por las etapas comunes de la disociación cognitiva al revelársele versiones distintas de su pasado, de sus padres, así mismo, una Selina que se ve unida a Bruce no por un romance forzado ni por un interés puramente sexual, sino por motivos más razonables: la venganza, sin mencionar que el sentido del humor sutil funciona como momentos de relativo descanso para los espectadores. La suma de estos elementos nos dan una película por demás entretenida, que incluye al público para que resuelva las pistas de la trama.
Claro, Robert Pattinson prometió que si su película no triunfaba se dedicaría al cine porno, pero para como van las cosas es probable que esto no suceda, bueno… unas por otras.