El esquema de menores migrantes no acompañados es uno de los métodos más utilizados por los traficantes de personas para emigrar a Europa. Consiste en que menores de edad entran a un país sin acompañamiento de un adulto con la intención de solicitar asilo. En Francia, estas personas son alojadas en albergues, en donde las autoridades, después de determinar su edad mediante diferentes estudios médicos y certificar cierto nivel de conocimientos, aprueban o desaprueban su estancia en el país.
La brigada de cocina (La brigada, 2022) se desarrolla en uno de estos lugares. La protagonista es Cathy Marie (la experimentada Audrey Lamy), una chef que decide renunciar a su puesto en un restaurante dirigido por una famosa estrella culinaria. La búsqueda de un nuevo empleo la lleva a dirigir la cocina de un albergue para menores migrantes. El contraste es más que evidente, pero la animosa chef encuentra la forma de hacer de la situación una oportunidad para todos.
Louis-Julien Petit es un director y guionista que se especializa en temas sociales. Hace algunos años, algún medio de comunicación francés se refería a uno de sus trabajos como “una comedia a lo Ken Loach”. En su cinta anterior, Las invisibles (Les invisibles, 2018), un grupo de trabajadoras sociales debe hacer hasta lo imposible para reintegrar a la sociedad a un grupo de mujeres que viven en las calles. La brigada de cocina es su quinto largometraje y el propio Petit coescribió el guion basándose en una idea original de Sophie Bensadoun.
TAMBIÉN LEE:
La película juega con el choque cultural. Una estirada chef que debe aceptar un trabajo aparentemente menor en una cocina que es un desastre y en donde los comensales son en su mayoría chicos desmotivados. La creación de un taller de cocina permite a Cathy intercambiar experiencias culinarias con los jóvenes mientras que ellos le comparten los rudimentos del futbol. Este cruce de conocimientos despierta la simpatía de la mujer, ya que ella misma pasó su infancia en un orfanatorio.
Durante buena parte del metraje, la narrativa se mantiene en un tono de comedia amable. Pero en el tramo final las circunstancias llevan a nuestra heroína hacia un concurso de cocina al estilo de Master Chef. La mesura antes contenida se desborda en una confusa dinámica televisiva, en donde no queda muy claro, más allá de cierta exposición mediática, los beneficios que obtendrán los jóvenes en su delicada situación migratoria.
Fuera de François Cluzet, uno de los actores recurrentes del Tour, la gran mayoría de los personajes, es decir los habitantes temporales del albergue, son interpretados por jóvenes que no son actores profesionales. Ellos se interpretan a sí mismos, incluso respetando sus nombres reales. En la secuencia final vemos que la mayoría de ellos aparecen en sendos retratos con su fecha de deportación al calce.
TE PUEDE INTERESAR:
Pero no todo está perdido, ya que algunos han logrado colocarse en cursos de formación profesional. Petit parece sugerirnos que no todas las batallas se pueden ganar, pero que vale la pena intentarlo.
Louis-Julien Petit, es un cineasta consecuente, creó junto a los productores de la película, un número telefónico y una página de internet (los cuales aparecen en varias escenas) en donde empleadores y formadores pueden ponerse en contacto con uno de estos menores no acompañados para ayudarlos a integrarse a la sociedad. En el tema narrativo, dejando de lado la congruencia y las buenas intenciones, lo nuevo del cineasta francés resulta entretenido durante su mayor parte, pero nos queda a deber con esa resolución satírica y poco efectiva.