¿Si hombres y mujeres son iguales ante la ley, por qué razón el Estado debe obligar a que mujeres ocupen puestos en instituciones?
Hace casi una semana, alumnos de la Escuela Normal de Educación Física comunicaron un posicionamiento en contra de la medida del Instituto de Educación Media Superior y Superior de Michoacán a propósito de paridad de género, que en resumidas cuentas establece un nuevo criterio de selección para el ingreso de alumnos: 62 espacios para mujeres y 62 para hombres.
La medida desde luego es polémica, pues los alumnos varones de la escuela advierten esta acción como discriminatoria, bajo el argumento de que cerca del 80% de las solicitudes para entrar a la institución son de hombres, y solo un 20% de mujeres, lo que podría resultar injusto pues los hombres, debido a la reducción de espacios, tendrán que esforzarse más que las mujeres, quienes tendrán menor competitividad para acceder a un lugar en la escuela. Lo cual es cierto.
Pero no podría dormir tranquilo si solo dijera “es cierto” sin por lo menos intentar hacer un análisis del contexto que involucra a esta medida.
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El concepto de “cuota de género” es controvertible desde el momento en que se presenta, porque podría parecer una violación de derechos. Es decir, para garantizar espacios de mujeres en alguna institución, establecer una cuota mínima trae consigo discriminar a un grupo de varones, lo que eliminaría el factor meritorio del individuo.
Desde luego es discriminación, sin embargo, se ha dicho que este tipo de discriminación que busca corregir desigualdades históricas es “discriminación positiva”. Otros, quizá por miedo a la palabra “discriminación” aluden más bien a “acciones afirmativas”, es decir, acciones que den un paso para materializar esa igualdad que establece la ley.
El asunto con las cuotas de género en la educación es que estadísticamente hay más mujeres que hombres en ciertas carreras y más hombres que mujeres en otras. Tomando el caso de Michoacán, de acuerdo con el INEGI, para el 2022 había un total de 114 mil 527 estudiantes a nivel superior, de los cuales 52 mil 344 son hombres y 62 mil 183, mujeres. Es decir, proporcionalmente, casi la mitad. En ese sentido sí habría paridad en la educación, pero en cuanto a qué carreras se estudia, el asunto es distinto.
El Instituto Mexicano para la Competitividad observó para el mismo año que solo 15 mil 674 mujeres estaban matriculadas en carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). Eso corresponde solo a un 36% de la matricula total, un buen avance en contraste con décadas anteriores, pero no lo suficiente para ser entendido como “paridad”.
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En el caso de ciencias sociales, como la educación, también existe desproporción, pues se construyen estereotipos: los hombres van a educación física y las mujeres a preescolar.
Soy partidario de que la esencia no antecede la existencia. Me niego a pensar que esa desproporción se deba a que las mujeres se encuentren más atraídas por “naturaleza” a las artes sobre cuidados de primeras infancias.
Considero que la razón real de esa desproporción se origina en un proceso de violencia simbólica. En palabras de Pierre Bourdieu (2008) “estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes” (pág. 86). Es decir, estructuras sociales que las personas asimilan y que después replican, como si fuese una creencia arraigada e inconsciente que no puede cambiar.
Si desde la infancia se dice que las niñas deben de (agregue aquí la oración más rosa que se le ocurra) y los hombres de…, luego, el concepto de “hombre” y de “mujer” resultará de esa estructura preestablecida. Es como una especie de camino único para cada género, en donde mujeres y hombres decidan estudiar ciertas carreras por tener más probabilidades de éxito, usando como respuesta habitual “¿pues apoco hay otra opción?”.
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¿Las cuotas arreglan esto? Pues sí… y no. Las cuotas deben ser una medida temporal, un estado de transición hasta lograr reconvertir esas estructuras estructuradas. El éxito de las cuotas está en su fracaso, o sea, en no necesitarlas, de lo contrario se ejercerá violencia simbólica ahora contra otro grupo.
Me permito deducir que no basta solo con abrir puertas en otros campos. Si la idea es incentivar a que más mujeres participen en áreas menos concurridas por ellas, se debe entonces aplicar cuotas de género en carreras con una ocupación mucho mayor de mujeres.
De acuerdo con Data México (2022), en carreras como la licenciatura en educación preescolar, en Michoacán (a matrícula se repartió en 408 mujeres y 88 hombres, es decir un 17.7% de hombres en la carrera. Si el Estado pretende empujar a mujeres a nuevas áreas de estudio, no solo se trata de abrir puertas para mujeres y cerrarla para hombres, sino también de cerrar otras puertas para mujeres y abrir para hombres. Sería un incentivo mucho más justo para evitar paradigmas que nos hagan creer en una “naturaleza de género”.
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Soy consciente de lo discutible que puede ser el párrafo anterior, porque existen varios problemas que podrían derivar de esa medida. Uno es estigmatizar a los hombres que entraron a esa carrera como “no merecedores”, pues entraron solo por una medida afirmativa y no por mérito. O bien, admitir a gente que realmente no tiene la vocación suficiente para entrar en dicha carrera, y lo hizo solo porque la competencia para acceder sería mucho menor. Incluso, podría pensarse en discriminación contra las mujeres que fueron rechazadas por su género ya que su cuota se había completado… pero esos son exactamente los problemas que traen las cuotas de género impuestas en carreras con mayor ocupación masculina.
Dejando de lado la deuda histórica de los hombres de la que se ha hablado en más de un informe político, considero que las cuotas pueden ser una buena medida, siempre que se establezcan de forma paulatina, no rígida, y vengan acompañadas de incentivos que alienten a las y los aspirantes. Además, deben tener planificación y metas claras.
Establecer una medida inflexible de mitad y mitad parece más bien un retroceso o simplificación del asunto. La equidad no es igualdad bruta.
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Bourdieu, P. (2008). El sentido práctico. Siglo XXI de España Editores. Pág. 86.
Nota:
En las estadísticas sobre educación preescolar solo utilicé el CREN, aunque en otras licenciaturas las estadísticas eran similares, salvo el caso de la UPN Uruapan que colocaba un 79.4% de mujeres matriculadas.