Por Mar Proud
@marproud
Si bien es cierto que no todos los británicos son partidarios de la realeza, también es cierto que una inmensa mayoría sí que lo son. Y los que lo son, lo son con todo. Este año se celebra el 60 aniversario del reinado de Elizabeth II, también llamado el Jubileo de Diamante, y con esto, una cantidad extraordinaria de eventos conmemorativos se han estado llevando a cabo desde los primeros meses del 2012 por todo el Reino Unido.
Claro que los suvenires están a la orden del día y puedes comprar desde platos, vasos, tazas, llaveros, hasta condones con la cara de la Reina Elizabeth impresos en ellos. Me parece que esto último es un poco pésima idea. ¿Te imaginas?, tu pareja a todo lo que da y le sacas la foto de una respetable mujer de 80 años, no. Mala, malísima idea.
Los adeptos a la Realeza están dándose la divertida de sus vidas, ya que pueden portar cuanto estrafalario vestuario encuentren con la bandera británica impreso en él, y en lugar de parecer que van a una fiesta de disfraces, es socialmente aceptado, ya que están celebrando el Jubileo.
Es un poco raro subirte al tren a las 8.00 de la mañana y ver sentada junto a ti a una mujer tipo ejecutivo, vistiendo un formal traje sastre negro, de falda y con medias llenas de banderitas británicas. Imagino que es su manera de vivir su patriotismo, pero igual es bastante gracioso.
Esta semana fue mi oportunidad de darme un baño de pueblo a la inglesa y «conocer» a la Reina de Inglaterra durante su visita al condado de Bromley, pero bueno, conocer entre comillas porque la vi pasar en su auto, acompañada por el Duque de Edimburgo por escasos 10 segundos. Pero de igual manera, ya puedo cruzar de mi lista de cosas por hacer antes de morir, el apartado que dice: «Conocer a la Reina Elizabeth».
Aglomerados estábamos yo y otras cerca de 15,000 personas -en la lluvia y el frío- a lo largo de la calle principal del pueblo. Todos los inglesitos ataviados apropiadamente con abrigos e impermeables con la bandera británica, pelucas tricolores (azul, blanco y rojo), con las caras completamente pintadas, y claro, hondeando pequeñas banderas de plástico que por cierto regalaban por la calle.
Cabe mencionar que los Ingleses por naturaleza, no son personas que levanten la voz más que los decibeles «apropiados», pero en esta ocasión la propiedad se quedó descansando en casa y salieron con todas las intenciones de cantar a tope de pulmón, y de gritar hasta que sus gargantas no pudieran más.
Coreando canciones de los infaltables Beatles, haciendo la «Mexican wave» y brincando para poder entrar en calor en medio del cortante frío, en punto de las 11.30 de la mañana, hizo su aparición la soberana británica dentro de un Bentley negro y acompañada de su inseparable marido, el Duque de Edimburgo. Fue un brevísimo momento en donde las miles de personas que se dieron cita para conocerla, levantaron sus voces al unísono lo más fuerte que les fue posible para soltar un jubiloso, sonoro y estruendoso «¡God Save the Queen!».
Sin duda, una experiencia para contar a mis nietos. La guardaré en el archivo especial de mis recuerdos.