Por Francisco Valenzuela
La tarde del martes 8 de febrero fue confirmada la muerte del músico mexicano Eugenio Toussaint, uno de los grandes exponentes del jazz internacional. La noticia inició como un rumor en las redes sociales y se confirmó a través de la estación de radio Horizonte 107.9 FM y posteriormente fue ratificada por medios como Excélsior, El Universal y La Jornada.
Toussaint (1954-2011) fue pieza clave para el jazz mexicano, una trayectoria que comenzó en 1975 con su participación en el disco homónimo de Blue Note, banda encabezada por el bajista Roberto Aymes. Pocos años después fundaba la agrupación Sacbé, con lo que iniciaba una fructífera carrera que tuvo de todo, desde nominaciones al Grammy y su papel como director musical de Paul Anka.
Su último disco de estudio fue Oinos, música para beber vino, un viaje por el mundo vitivinícola al que lo acompañaron Aarón Cruz y Gabriel Puentes. Con motivo de dicha producción y su visita al Jazztival Morelia 2009, tuve la fortuna de charlar con él. A continuación algunas de sus impresiones publicadas en su momento por el periódico Provincia.
Sobre Oinos…
“Lo hicimos el año pasado (2008) con el pretexto de mezclar dos cosas que a mí me gustan mucho, pues como el jazz, el vino tiene algo de improvisación, es sorpresivo, a veces sale muy bien y otras no tanto, tiene una mezcla de características, requiere un proceso de maduración… un juego similar al que de pronto hacemos los músicos”.
¿El vino y el jazz son placeres elitistas?
“Me parece que eso se ha dicho mucho y está bastante lejos de la realidad; tanto el vino como el jazz pueden ser disfrutados por cualquier tipo de persona, sin importar la condición social, económica o educativa, sólo hay que estar abiertos a recibirlo y ya. Hay vinos que cuestan 50 pesos y son muy buenos, la cosa es conocerlos, porque así compruebas si realmente te gusta o no”.
Acerca de su formación no-académica…
“Soy autodidacta, no tuve una preparación formal en ninguna academia, en ningún conservatorio. Cuando estudié profesionalmente ya era un músico, así que a quien realmente me debo es a dos o tres maestros particulares que me enseñaron mucho, a quienes me encontré en el camino, amigos que me tendieron la mano como Michel Colombier y Clare Fisher”.
Una de escuela de música… por Internet
Musycom (www.musycom.com) “es una especie de escuela virtual gratuita donde están disponibles algunos temas en cuanto a arreglos e improvisación, al menos para contar con una aproximación, un cierto acercamiento. Creo que en general necesitas mucha disciplina cuando de plano no hay quien te ayude, conseguir libros, acercarte a quien te gusta, lo cual puede ser por medio de grabaciones, tratar de hacer transcripciones de los solos, analizar su lenguaje musical… son cosas quizá tediosas que llevan mucho tiempo, pero es la única forma de salir adelante en solitario”.
Para vivir del jazz
“La lucha no se termina nunca, a estas alturas del partido uno sigue necesitando dinero para hacer lo que le gusta, en México el jazz no se paga en los términos más justos, sobre todo cuando se tiene una trayectoria de más de 30 años; todavía padecemos este mal. Ahora que, evidentemente, hoy se tienen más es espacios para tocar, hay más público, sobre todo jóvenes, y también, por fortuna, se ha descentralizado con festivales fuera de la Ciudad de México”.
“En realidad nunca hemos sido beneficiados por las disqueras en este país, así que nos afecta y no… en Estados Unidos si uno logra entrar a una compañía de discos que tenga buena distribución, se pueden conseguir algunas cosas, pero los de allá se quejan igual, la crisis es pareja”.
Admirador de:
“Uno de los mejores ejemplos de un músico natural que lo mismo toca fantástico el trombón que el piano es David Alejandre; y en lo particular tengo la fortuna de tocar con Gabriel Fuentes, a mi juicio uno de los mejores bateristas que tenemos en el país.
Del nacionalismo en el jazz
“Esa es una pugna que se ha dado desde hace muchos años, se pierde el tiempo, la nacionalidad ya está dada per se, el hecho de ser mexicanos no arroja esa identidad y no hace falta agregarle huapangos o mariachis todo el tiempo. El jazz es finalmente un lenguaje que se convierte en dialectos alrededor del mundo; da lo mismo si es en Japón, en Corea o en Australia. Finalmente el jazz de este país encontrará la identidad nacional cuando haya los suficientes músicos mexicanos reconocidos en el extranjero. Por ahora somos muy pocos y es relativo, seguimos picando piedra, te hablo de Héctor Infanzón, de Magos Herrera… no somos muchos, desgraciadamente, porque casi todo tiene que ser autogestionado o con el auxilio del gobierno, y eso es una labor muy ardua, muy larga y complicada”.