Odisea de un individuo ordinario o la bolsa de los vientos
Por Omar Arriaga
Después que la guerra de Troya hubo terminado, Odiseo, rey de Ítaca, intentaba regresar a su patria. Sólo había un inconveniente: por andar de fanfarrón, el dios de los mares lo había amenazado con nunca dejarle volver.
Así, perdido y todo, Odiseo arriba a Eolia, isla griega donde imperaba Eolo, señor de los vientos, quien, enojado con Poseidón por su altanería, remienda una bolsa para el héroe en la que insufla un viento favorable que lo llevará de vuelta a casa.
Antes de irse, el héroe es advertido por Eolo: bajo ninguna circunstancia debe abrir la bolsa, a condición de, efectivamente, nunca regresar.
Empero, cuando Odiseo se queda dormido, los hombres de la tripulación, creyendo que el rey guarda en la bolsa tesoros que no quiere compartir con ellos, desobedecen y la abren.
La conclusión todos la han oído: cuando empezaba a verse Ítaca en el horizonte la fuerza del viento que quedaba en la bolsa precipita la nave y la pierde mar adentro… Para llegar a casa, Odiseo gastará otros nueve años de su vida, y volverá solo.
No sé por qué exactamente este capítulo de una obra de hace más de dos mil quinientos años me recuerda la situación que se vive cada día en los espacios públicos de la urbe, donde se está sujeto a la voluntad de los otros para poder cumplir la propia rutina.
Sé que parece que tal aseveración no tiene mucho sentido, pero no hay sino fijarse que la faena diaria es una odisea que la mayor parte de las veces es más que imposible llevar a término si la voluntad de los númenes no está con nosotros.
Analicemos. ¿A quién pertenecen los espacios públicos? Si uno quiere estacionar el auto, pero se da cuenta que hay unos botes que lo obstruyen, ¿ese pedazo de centro histórico pertenece al lavacarros o al ayuntamiento?
En el ínterin en el que el lavacarros se ha decidido por fin a quitar sus botes y nos vamos a estacionar, un transeúnte se cruza y, aparte de que casi lo atropellamos por su descuido, todavía voltea y nos recuerda el diez de mayo.
Está bien, hay que mantener la tranquilidad. Cerremos bien el auto, no vaya a ser la de malas. Cuando estamos atravesando la cuadra un auto gira súbitamente y se nos echa encima. “Pinches peatones, no saben cruzar la calle”, grita.
En el banco hay una fila enorme, pero nadie puede sentarse. Uno de los clientes refiere a otro algo que ya había oído: que el BANAMEX registró el mecanismo de esperar sentado y que por eso los otros bancos tienen que dejar a sus clientes de pie.
En cuanto por fin lo atienden a uno y uno regresa al auto y piensa que aún tiene tiempo de llegar a tiempo a las clases, uno se da cuenta que ha dejado las llaves pegadas. Como no hay tiempo que perder, uno busca un taxi; pero resulta que hay una marcha.
Cuando se para por fin un taxi, se estaciona en la acera de enfrente. El tiempo que tardamos en cruzar es relativamente largo, pero no queremos morir apachurrados por los carros que, a toda prisa, tratan de evitar a los manifestantes.
Apenas acabando de subirse, el taxista hace un comentario irónico sobre tu imposibilidad de atravesar la calle. Le dices que vas algo tarde, que acelere.
No voy a decir cómo, pero al final del recorrido el taxista te recuerda el 10 de mayo, luego de haberte hecho perder más tiempo que si hubieras tomado las dos combis que tenías que tomar o que si hubieras caminado.
41-87 LCA de Taxi Morelia, a ver si alguien que lea este texto te encuentra en la calle y te da mi mensaje: chinga tu madre.
Llegas tarde. Por fortuna, todos llegan tarde. Se quejan de la marcha y alguno pregunta si las autoridades no harán nada por el secuestro de la ciudad a manos de los maestros.
Tú te preguntas si alguna vez alguien habrá logrado dibujar la ruta que Odiseo navegó de regreso a Ítaca; si alguna vez los países dejarán de pelear por sus fronteras marítimas.
Pues, aunque a cada nación corresponden 5 kilómetros de mar adyacente a sus fronteras políticas, Hawái y las Polinesias pertenecen a Estados Unidos, y Japón viene a pescar a las bahías michoacanas.
Eratóstenes dijo: “Encontrarás la ruta de los viajes de Odiseo cuando descubras al remendón que cosió la bolsa de los vientos”. Y yo me quedo pensando si algún día mi gato comerá sandía, y me parece el título perfecto para iniciar una Odisea en Revés.