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Autor: Oswaldo Arciga

Valdo Arciga nació en Morelia hace veintiún años. Actualmente es Pasante Jurista y estudiante de en la Facultad de Letras en la Universidad Michoacana. Participó con el poema Lugares Comunes en el Festival de las Orquídeas 2017, así como en la antología Sí Señor También Tenemos Plátanos y en las revistas literarias Revés Online y Contractopía.
Cuando se dio la noticia, todo Cantera enloqueció. No por ira o miedo, sino por incertidumbre: “Joan ganó las elecciones”. Ella era el fruto germinado entre una secretaria y un abogado. Fue bautizada con el nombre de Joan porque su padre estuvo durante nueve meses esperanzado en que tendría un hijo. Joan entró a la política desde muy joven, en ese entonces estaba obligada a usar el uniforme de “fémina aprendiz” que consistía en una falda corta y una blusa muy escotada. Cuando supo de su victoria como candidata independiente, recordó todas las veces que se hincó ante los flácidos…
¿Será que la vida para dos empleados del Oxxo es tan aburrida y monótona como cualquiera cree? ¿Existe entre una caja (la que cobra) y otra (la que no cobra) un lugar para anécdotas dignas de contarse? En este relato, Oswaldo Árciga descubre que detrás de las puertas al interior de esas tiendas puede haber algo escalofriante. Hace algún tiempo trabajé en un Oxxo y tuve la oportunidad de observar muchas y distintas vidas que pasan por una tienda de conveniencia. En ese entonces, yo cursaba el segundo año de Derecho y había pasado de ser estudiante, pareja, hijo, sobrino,…
Jair Jair llegó a su casa y de nuevo su padrastro estaba allí puteando a su mamá con un fervor poético. Jamás había tenido la opción de ver otra imagen, inclusive, en las navidades, nunca conoció otro intercambio más que el de golpes. Se sentía triste, pero, aun con todo eso, había algo que le daba motivos para volver a su casa cada día: su disco de Queen. Disfrutaba cada palabra de You´re My Best Friend, imaginando que en esta vida sí tenía amigos. Amistad era un término que nunca comprendió. Él no tenía amigos, tenía a su manada. Y…
Un hombre fue encontrado sin vida en una calle de la ciudad. Eran alrededor de las seis de la mañana cuando lo descubrió un panadero. Se acercó para corroborar lo evidente y hacerse de la vista gorda “el pan no se vende solo”, pensó. Cruzó la calle y comenzó a vender. Un poco después llegaron las madres de familia a comprar leche en Liconsa y de paso por el pan. La primera en llegar le preguntó al panadero por el fallecido y el panadero sólo contestó con un “ahí estaba cuando llegué”. La mujer se arrimó al muerto para examinarlo…