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Autor: Javier Ragau
Nació en Buenos Aires, en 1976. Vivió en Madrid e Inglaterra. Su anterior novela, El Ataque de los moscovitas (Santiago Arcos Editor, 2012), fue alabada por Fabián Casas y Enrique Medina, entre otros, teniendo sucesivas notas de prensa en el año de su publicación, como La Nación, Clarín o Diario Perfil. Es escritor desde los veinte años, comenzó escribiendo relatos, o cuentos, pero aspiró a la novela de género. Sus títulos editados son La sociedad de Consumo (próxima a reeditarse) y El Ataque de los Moscovitas (Santiago Arcos Editor, 2012). En la actualidad vive en Buenos Aires.
La noche del 15 de abril una fiesta en la zona costanera de Buenos Aires terminó en tragedia: cinco jóvenes murieron por ingerir pastillas sintéticas, y otros más permanecen hospitalizados. A razón de ello, Javier Ragau nos ofrece el extracto de un ensayo donde reflexiona sobre el consumo de drogas entre clases populares y acomodadas, donde a fin de cunetas, el desenlace suele ser igual de trágico. Aquí llegamos a un punto crucial de nuestro extenso ensayo, y hemos llegado luego de haber comentado muchos aspectos referentes a la sociedad y sus personajes. Y es cierto que nos hemos detenido…
Todo ocurrió una buena tarde, cuando el mismo agente Arturo Bonilla salió de su hogar para dirigirse a un almacén de alimentos. Normalmente ocupaba las primeras horas de la mañana en realizar estos menesteres, como ir a comprar facturas o tomar un poco el aire, antes de empezar con su patrullaje matutino. Le habían designado el barrio donde tenía su domicilio, porque sabían que lo vigilaría con más atención. Pero aquel día se encontró con una imagen que le hizo saltar las clavijas, y se dijo que “hasta aquí hemos llegado”. Me refiero a un espectáculo que venía ocurriendo en la…
Nunca supimos a ciencia cierta si aquel episodio fue algo premeditado o un accidente, el caso es que se tragó las suficientes pastillas para caer en un desmayo corporal, físico y mental, tanto que tuvieron que socorrerlo de inmediato. Esas pastillas se las sacaron mediante un lavado de estómago y luego lo postraron en una camilla de aquel hospital. Recuerdo cuando fui a verlo, casi de forma obligada. Lo cierto es que no tenía intención de verlo en esas condiciones, no en esa cama y atado a unas correas, que es cómo lo vi. Mi primo estaba conmigo, ambos nos…