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Autor: Jorge Amaral
Morelia, 1980. Melómano, amante de la cocina y poeta rehabilitado. Con grandes dotes para el albur, además es narrador ocasional, cronista y articulista. Anduvo por el rumbo de Filosofía, tuvo un centro botanero, ha sido obrero, carnicero, Godínez, funcionario, grillero y vendedor de micheladas. De oficio periodista, escribe donde se deje. Demasiado joven para vaca sagrada, demasiado viejo para joven promesa.
Políticos corruptos y cínicos, reformas que nadie pidió, una ciudad caótica y homenajes de lo más hipócrita. Así se vive un día cualquiera en Michoacán. Lo bueno es que para sobrevivir a esto hay buena música, como un par de discos manufacturados por el viejo Carlos Santana…
Aquí una crónica sobre el folclor del transporte público de Morelia. Unidades donde se sintonizan estaciones gruperas, discos de banda, reggeaton, y, lo que es peor, la cursi y odiosa bachata…
A los seres humanos suelen gustarnos los antihéroes, a quienes después nos encargamos de dotar de legítima heroicidad. Es por eso que aún hay gente que admira a Pablo Escobar o Charles Manson.
Aunque durante mi infancia y adolescencia ir a los jaripeos era bastante frecuente por haber crecido en un ambiente casi rural, ahora rara vez acudo a estos eventos.
Por Jorge A. Amaral Hay discos que dejan huella por la excepcional calidad que los vuelve clásicos conocidos por todos, al menos como referencia, tal es el caso de -por poner sólo un ejemplo- The dark side of the Moon, de Pink Floyd; otros dejan huella por marcar a una generación al ubicarse en un contexto social, político o hasta bélico específico, tan es así que se vuelven emblemáticos de una época, y pienso en Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, de The Beatles (Los Bicles para la banda) o artistas como Bob Dylan. Pero hay otros cuya importancia radica, además de la…
Por Jorge A. Amaral Creado por Robert Rodríguez en 2003 para grabar parte de la música de Once upon a time in Mexico, conocí este proyecto musical gracias a “Malagueña salerosa”, la versión de “La Malagueña” que hicieron para Kill Bill 2 (2004). Siendo una de las canciones más interpretadas en distintos géneros (la he escuchado como huapango, flamenco, son jarocho y hasta rock & roll [recomiendo la versión de Ritchie Valens]), me llamó la atención escucharla con tintes rancheros, sí, pero también aderezada con un poco de surf western.