Por Jesús Janacua Benites
La complejidad de la situación que como civilización humana vivimos hace necesaria la recuperación de críticas que no sólo provengan del frente ortodoxo académico de la sociología.
La literatura, desde su trinchera, que es la misma, también ha hecho suyo el esfuerzo por elaborar críticas a nuestros estilos de vida no siempre tan amables con el mundo. Así, uno de los escritores que perteneció a dos siglos (XIX y XX), Bruno Traven, retrata en sus cuentos y novelas una preocupación por la manera en que nos relacionamos entre los seres humanos y con el mundo.
En Canastitas en serie, cuento que se encuentra en la antología denominada Canasta de cuentos mexicanos, Traven ofrece un panorama en el que se pueden percibir dos maneras de estar en el mundo: una contemplativa y más amable con el mundo, representada por un indígena artesano y una voraz e insaciable representada por un gringo de nombre E. L Winthrop.
Traven retrata estas dos maneras de vivir en los dos personajes centrales del cuento cuyo encuentro ocurre en un pueblo, alejado, del estado de Oaxaca. El cuento inicia cuando el indígena artesano construye unas canastitas de paja y otros materiales naturales que luego el turista gringo encuentra adecuadas para vender a un precio mucho más elevado al real, por miles de miles, como envolturas para confitería fina en una tienda en Nueva York. Mr. Winthrop calcula, en su interesada razón, la enorme cantidad de dinero que podría ganar de ser posible el negocio con el artesano.
Sin embargo, la perspectiva y la experiencia del tiempo que el indígena artesano tiene difiere de la del gringo pues el artesano, por su cuenta, calcula que no tendrá el tiempo suficiente para producir doce mil canastitas y que, sobre todo, si fabrica con tal rapidez las canastitas no tendrá el tiempo suficiente de “poner algo de si, parte de su alma, en cada una de ellas”. Razón por la cual, el artesano considera imposible el negocio tomando en cuenta el poco tiempo con que Mr. Winthrop le solicita tener listas las canastitas.
Encuentro en el cuento de Traven una preocupación por recuperar y comparar dos tradiciones: la tradición indígena y la tradición moderna. Comparación que considero pertinente dentro del marco de una sociedad que ha llevado al borde del deterioro ecológico al planeta. ¿Cómo y por qué puede realizarse esta comparación en el cuento de Traven?
Como ya lo mencionamos, en el cuento hay dos personajes y cada uno de ellos representa cada una de las tradiciones que se pretenden comparar. Una de ellas, sin embargo, se ha mostrado a lo largo de la historia como capaz de usar y explotar el mundo para beneficio y comodidad del hombre. En El pensamiento moderno, Luis Villoro, filósofo mexicano, refiere que el pensamiento moderno tuvo lugar cuando el hombre se postró sobre la naturaleza a la que consideró desde entonces como una propiedad y un objeto explotable, analizable y comercializable.
Esta relación con el mundo, ofrecida por Occidente como la única manera viable de mantener con el mundo y los otros seres humanos, no es ya la más funcional: en cien años hemos deteriorado al planeta más rápido que en ninguna otra época.
Mr. Winthrop representa, pues, la era del pensamiento moderno encarnado en la fábrica o en el proceso de fabricación en serie, del uso y explotación de hidrocarburos como única fuente de energía, del derroche de dinero, del exitoso hombre de negocios que obtiene ganancias del saqueo, del abuso del otro, del indígena, del latinoamericano. Mr. Winthrop representa la visión secularizada de Occidente para el que la naturaleza nada dice: es mercancía, objeto de estudio.
El indígena artesano, no obstante, representa otra forma de estar en el mundo y de experimentar el tiempo que no tiene como característica la aceleración del tiempo en Occidente. De esta manera, el artesano representa las culturas precolombinas y la manera en que tienen, no secularizada, de relacionarse con el mundo. Es una visión cuya recuperación es muy necesaria hoy día en que el mundo parece mostrar los límites de la razón occidental. Hoy más que nunca los pueblos latinoamericanos tienen que alzar la voz. La crisis actual nos impone una tarea: cuestionar nuestra experiencia del tiempo.