Fumar, ese maldito vicio, le cuesta la vida a quienes lo acostumbran, también les cuesta mucho dinero, y además le pasan gran parte de ese costo a sus gobiernos (es decir, a los ciudadanos) pues cada año los hospitales públicos deben atender a millones de pacientes afectados por algunas de las enfermedades que ocasiona esta adicción.
En los últimos años las medidas para disminuir el consumo de tabaco se han endurecido, desde elevar considerablemente el precio por cajetilla hasta colocar imágenes y leyendas cada vez más claras acerca de las consecuencias en la salud del consumidor. Y sin embargo, parece que nada es suficiente para que los adictos a esta droga legal dejen de meterse tanto humo.
La novedad es que en Australia el gobierno ya se puso de acuerdo para dar un gran golpe a las compañías tabacaleras, pues han aprobado una ley que obliga a eliminar la publicidad en cajetillas de cigarros, las cuales desde diciembre serán homogéneas, de color verde oliva y con advertencias en letras de gran tamaño, sin que falten esas bizarras imágenes de gente muerta, enferma o a punto de pelarse para el otro mundo.
Los consumidores austriacos podrán llegar a la tienda y pedir su marca favorita, pero ya no verán en los anaqueles los diseños del camello, o las sugerentes líneas rojiblancas del Marlboro ni el verde simplón de los Salem.
La Organización Mundial de Salud espera que esta eliminación publicitaria se expanda a otras partes del mundo y así ir erradicando un vicio que por lo pronto no baja, ni siquiera con los estratosféricos precios de las cajetillas.
En su más reciente informe al respecto, la OMS informó que hay unos 1,100 millones de fumadores en el mundo. Si se cuentan las víctimas fatales a lo largo de la historia, la cifra llega a los mil millones, y se pronostica que a partir de 2030 el tabaco mate a 8 millones de personas (actualmente mueren seis millones).