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CARTELERA RETROSPECTIVA

Por Armando Casimiro Guzmán

El vibrador es el juguete sexual más popular de todos los tiempos. Aunque ha sido utilizado desde finales del siglo XIX para tranquilizar a mujeres diagnosticadas como “histéricas”, pocas veces nos habíamos pensado en sus orígenes. Esto es lo que se cuenta en la película Histeria. La historia del deseo (Hysteria, 2011), que ha tenido la suerte de contar con una respetable cantidad de copias para su estreno en nuestro país. El filme es dirigido por la estadounidense Tanya Wexler y es el tercero de su no muy destacada filmografía.

El joven médico Mortimer Granville lucha por ganarse un lugar en la Inglaterra victoriana (a finales del siglo XIX). Después de infructuosos intentos por colocarse en un buen hospital termina en una clínica especializada en el tratamiento de mujeres cuyo diagnóstico es un padecimiento conocido como “histeria femenina”. El tratamiento consiste en frecuentes y prolongados “masajes pélvicos” para descargar las tensiones de las pacientes. Las dos jóvenes hijas del doctor desarrollan un interés en el recién llegado, que debido a una afortunada casualidad descubre lo que podríamos denominar como el primer vibrador eléctrico de la historia.

Contra lo que pudiera pensarse, Histeria está basada en hechos reales. El doctor Granville tiene el curioso título de “padre del vibrador”, por haber inventado el primer aparato de baterías en la década de 1880. En aquellos años se consideraba el deseo sexual reprimido como una enfermedad que requería de la manipulación manual de los médicos hasta que la paciente lograra el orgasmo. Los vibradores se popularizaron entre las damas de la alta sociedad y se vendieron como artefactos terapéuticos en tiendas departamentales como Sears hasta la década de 1950, cuando se empezaron a ver como objetos de perversión sexual gracias a la mayor difusión de la pornografía.

Del discreto reparto destaca únicamente una un tanto avejentada pero atractiva Maggie Gyllenhaal como la inteligente, feminista y generosa Charlotte Darlymple, una mujer que se atrevió a desafiar los convencionalismos de su época. El resto de los actores pasan un tanto desapercibidos. Debemos mencionar también que la ambientación es correcta, tal vez demasiado limpia para la época, aunque la mayor parte de las escenas transcurren en interiores.

Histeria es una película entretenida pero no pasa de ser una comedia inofensiva, con su inevitable dosis de romance. Aunque destila cierta mojigatería y a veces cae en el chiste fácil, resultará agradable para quien vaya al cine sin demasiadas expectativas. Por último debemos decir que el tono demasiado ligero del filme quizás no hace homenaje al creador de un producto que sigue brindando horas de placer solitario a millones de personas alrededor del mundo.

 

Aunque la Guerra Fría no es un tema de moda, el segundo largometraje del sueco Tomas Alfredson, El espía que sabía demasiado (Tinker Tailor Soldier Spy, 2011), logró despertar interés por su presentación en el Festival de Venecia e incluso logró algunas nominaciones para los premios Oscar (entre ellas Mejor actor para Gary Oldman). Y cuando parecía que ya no tendríamos oportunidad de verla en cine (en DVD/Blue Ray se estrenó hace algunos meses), llegó por fin a la cartelera local.

El filme de Tomas Alfredson está basado en una novela del escritor británico John Le Carré (que en español está editada bajo el nombre de El topo), quien es muy conocido por las adaptaciones cinematográficas que se han hecho de algunas de sus obras, entre las más recientes encontramos El jardinero fiel (The constant gardener, 2005) y El sastre de Panamá (The tailor of Panama, 2001).

Después de su excelente trabajo en la película de vampiros pubescentes Déjame entrar (Låt den rätte komma in, 2008), a Tomas Alfredson le llovieron ofertas para  dirigir una película hablada en inglés. El cineasta sueco decidió adaptar la novela de John Le Carré (quien además tiene una breve aparición en la pantalla), que a pesar de lo rebuscado de la trama logra sacar adelante este proyecto multinacional gracias a una gran producción y un muy buen grupo de actores.

Ambientada a principios de los años setenta en plena Guerra Fría, la historia se centra en el Servicio de Inteligencia Británico que es sacudido por una operación fallida en Hungría. El desastre de la misión revela que hay un espía soviético dentro del sistema, algo que en el argot se conoce como “topo”. El veterano agente Smiley, es obligado a salir de su retiro para descubrir desde afuera quien es el dañino informante del bando rival.

Gary Olman es uno de esos actores que al parecer nunca han recibido el reconocimiento que se merecen, en El espía que sabía demasiado, el veterano actor hace un gran trabajo como el agente Smiley: inexpresivo, taciturno y pragmático. Mark Strong, Colin Firth y John Hurt forman parte del grupo de actores de reparto que encabezan la extensa nómina de la producción.

Los celos profesionales, asesinatos (no muchos) y las traiciones están a la orden del día como en toda película de espías que se precie de serlo. El truco consiste en adivinar quién es el espía, dado que todos los implicados parecen sospechosos. Una dirección sobria y elegante permite que el espectador dar adecuado seguimiento a una historia que parece por momentos demasiado enredada. Pero no cabe duda que Tomas Alfredson es uno de los directores a los que hay que seguir la pista en los próximos años.

El espía que sabía demasiado es una especie de antítesis de James Bond, en vez del apuesto espía que viste costosos trajes a la moda, nos presentan una pandilla de funcionarios grisáceos y entumecidos. Quizás por momentos es demasiado complicada, pero no nos extrañe, es común en el cine de espionaje que se presenten tramas complejas aunque no siempre coherentes. Definitivamente esta película no es para aquellos espectadores que busquen alocadas persecuciones automovilísticas y explosiones al por mayor. En cambio, para quienes tengan la paciencia de verla detenidamente encontrarán un gran trabajo cinematográfico, una especie de fábula sobre la soledad y la desconfianza. Muy recomendable.

 

Nader y Simin son una pareja iraní de clase media que se encuentra al borde del colapso. Simin quiere emigrar a Francia para brindar mejores oportunidades para su única hija. En cambio, Nader considera que su deber es quedarse en Irán, para cuidar de su padre enfermo de Alzheimer. Ante la negativa de su esposo, Simin decide pedir el divorcio para poder viajar a Francia con su hija.

Una separación (Jadaeiye Nader az Simin, 2011), es el título del quinto largometraje del cineasta iraní Asghar Farhadi, que con este trabajo ha podido cosechar premios alrededor del mundo: Berlín, San Sebastián, Londres y hasta la Academia estadounidense se han rendido con justicia ante este sobrio drama familiar, reflejo de los tiempos que se viven en la conservadora sociedad asiática.

Asghar Farhadi es un viejo conocido de los festivales de cine, pues prácticamente todas sus películas anteriores han recorrido los encuentros más importantes del mundo, aunque únicamente su penúltimo filme A propósito de Elly (Darbareye Elly, 2009), pudo verse en nuestro país gracias al formato de video, a pesar de que tuvo una notable participación en el Festival de Berlín.

Al margen de la detallada radiografía de la situación política, económica y social de Irán, Una separación es un elaborado drama sobre las inquietudes personales de una pareja y de lo que están dispuestos a hacer con tal de lograr sus objetivos aunque ello implique el desmembramiento de su propia familia.

Aunque se puede ver en pantalla a todo un grupo de actores experimentados, que logran crear personajes sólidos y creíbles, se debe destacar el gran desempeño del elenco infantil, algo que parece ser recurrente en la industria cinematográfica de Irán. Si a esto le sumamos una fotografía tan natural y espontánea casi podríamos decir que estamos viendo un documental de alta calidad en vez de una cinta de ficción.

Asghar Farhadi tiene el gran acierto de mostrar los puntos de vista de los implicados sin juzgar a sus personajes, cada uno expone sus intenciones y por momentos parece tener la razón. Al final la moneda queda en el aire y tocará al espectador tomar partido en tan delicada situación. Al margen de los merecidos premios a los que se ha hecho acreedora, Una separación debe ser una de las películas imprescindibles de este año.

 

Seth MacFarlane es conocido por ser el creador de Padre de familia (Family guy) una de las series animadas más divertidas e incorrectas de la televisión norteamericana, así como de las menos afortunadas American Dad y The Cleveland Show, que se pueden considerar como productos secundarios de la primera. Desde hace tiempo, MacFarlane había acariciado la posibilidad de dirigir un proyecto para cine, fue hasta después de meses de trabajo que llegó Ted (Ted, 2012), largometraje debut del controvertido productor y guionista estadounidense.

Su fecha de estreno fue adelantada en los Estados Unidos debido a motivos comerciales, algo que pareció dar resultado, ya que hasta el momento lleva recaudados varios millones de dólares en taquilla. Apenas se estrenó en nuestro país, pero eso sí, con un buen número de copias (extrañamente la mayoría de ellas dobladas al español).

Ted es una especie de cuento de hadas para adultos, donde un niño muy tímido e impopular pide un deseo de Navidad: que su nuevo oso de peluche sea su amigo para toda la vida. El juguete cobra vida y crece junto a su compañero de nombre John, aunque después de años iniciales de fama debido a lo inusual del fenómeno, el peluche se convierte en un ávido consumidor de marihuana y el ahora adulto John apenas sobrevive con un trabajo mediocre… hasta que su novia lo obliga a elegir: se queda con ella o con el oso.

En Ted encontramos innumerables guiños a los proyectos televisivos de su creador e incluso conserva el mismo humor corrosivo de las caricaturas. La voz del oso de felpa la hace el propio MacFarlane, quien hace lo mismo con el obeso Peter Griffin, protagonista de Padre de familia. También se repiten las referencias a la cultura pop de los ochenta: películas, series, música… que reflejan la fascinación de MacFarlane por esa época en particular. Sam J. Jones, el protagonista de la serie televisiva de Flash Gordon y hasta el actor Tom Skerrit (únicamente recuerdo haberlo visto en Top Gun), dan su pequeño aporte de ridículo al filme. El antiguo rapero Mark Wahlberg lleva el papel principal, a pesar de que no es habitual verlo en comedias hace buena mancuerna con el peluche parlanchín, además los cameos de la cantante Norah Jones y del actor James Franco también son muy divertidos.

Ted dista de ser una comedia perfecta, Mila Kunis demuestra que está sobrevalorada y los villanos de la película no tienen un peso importante en el desarrollo de la historia. Además, adolece de cierta cursilería que definitivamente está de sobra en un filme como éste. Sin embargo, a diferencia de otras comedias de reciente estreno (como El dictador), el largometraje debut de Seth MacFarlane, cumple lo que promete, solo un par de horas de humor negro y mala leche, que tanta falta hacen en el cine actual.

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