Por Armando Casimiro Guzmán
“Le voy al Atlas aunque gane”, es una de las frases preferidas del monero jalisciense Trino Camacho, quien junto a José Ignacio Solórzano (alias Jis), creó El Santos, una serie de tiras cómicas que se publicaba en La Jornada. En ella, ambos caricaturistas daban rienda suelta a su peculiar sentido del humor y con el tiempo fueron cosechando una leal camada de seguidores. Fue tal el éxito de los personajes que tiempo después sus aventuras se recopilaron en formato de libro. Desde hace varios años se tenía la idea de hacer una película con el personaje, pero fue hasta este 2012 que se presentó El Santos vs. La Tetona Mendoza (2012), dirigida por Alejandro Lozano y que se ha estrenado con la nada despreciable cantidad de 235 copias en todo el país.
La cinta empieza con el habitual: “Estaba un día el Santos…” de las tiras cómicas. A partir de ahí desarrolla la pugna entre El Santos (un luchador frustrado y acomplejado) y su némesis, el Peyote Asesino (un bebedor compulsivo de martinis muy pagado de sí mismo) por los amores de la Tetona Mendoza, una luchadora cruel y de busto prominente que busca dominar a nuestra jodida república mexicana aplicándole todo el “chichis power” en una sola caída sin límite de tiempo. En el camino encontramos a otros outsiders como El cabo, fiel asistente del enmascarado y por supuesto, los zombies de Sahuayo, que serán la manzana de la discordia en este primer episodio (originalmente se ha contemplado la producción de otros dos filmes).
El Santos vs. La Tetona Mendoza se presentó en la pasada edición del Festival de Cine de Morelia, vinieron a la premier sus creadores, Jis y Trino, además del actor Daniel Giménez Cacho que hace la voz del protagonista. El resto de las voces corrieron a cargo de gente muy conocida en el medio: Guillermo del Toro, Irene Azuela, Cecilia Suárez, Julieta Venegas, Joaquín Cosío, Regina Orozco, Andrés Bustamante, Jesús Ochoa y por supuesto, todos los Bichir, lo que nos da una idea de lo populares que son los personajes.
Este es el tercer largometraje de Alejandro Lozano, a quien conocimos por Matando cabos (2004) y Sultanes del sur (2007), ambos trabajos medianos que tuvieron una acogida aceptable en su momento. En esta ocasión, Lozano tiene el acierto de trasladar a la pantalla la esencia de los personajes, con ese humor escatológico y malsonante que caracteriza a la tira. Destaca también el buen trabajo de animación que hizo la gente de Anima Estudios que muestra un gran respeto por el trabajo de los moneros.
Entre sus defectos podemos mencionar algunos problemas de audio (por momentos suena ininteligible) y varios chistes que resultan un tanto lelos. Sin embargo su gran problema es que seguramente resultará incomprensible para la gran mayoría del público que no haya tenido anteriormente contacto con los personajes. Su humor tan guarro, vulgar y masculino puede resultar demasiado para algunas personas, de hecho en la sala donde la vi, una tercera parte del público abandonó el lugar antes que pasara media hora de película.
El Santos vs. La Tetona Mendoza es una opción de animación diferente, aunque definitivamente no es para todos. Me divirtió pero estoy seguro que no la volvería a ver. Quizás sea un error hacer de ella una franquicia y sacar secuelas innecesarias. Por lo pronto ahí queda, ya veremos cuanto permanece en cartelera.
Aunque desde hace varias semanas ya está disponible en formato casero, apenas se presentó en la cartelera nacional Ruby: La chica de mis sueños (Ruby Sparks, 2012), segundo largometraje de los californianos Jonathan Dayton y Valerie Faris, quienes se dieron a conocer en la década de los noventa dirigiendo videos musicales para bandas como Weezer, The Smashing Pumpkins y REM. Fue hasta el 2006 que debutaron en la pantalla grande con Pequeña Miss Sunshine (Little Miss Sunshine), que tuvo un inusual éxito de taquilla y que se sitúa en la mejor tradición del cine independiente norteamericano.
En Ruby, el joven escritor Calvin Weir-Fields, vive con la presión y el éxito producto de un best seller que escribió cuando prácticamente era un adolescente. Años más tarde, sufre un bloqueo creativo debido a su aislamiento emocional, ya que su carácter taciturno y ensimismado no le ha permitido tener una novia en años. Gracias a un ejercicio rutinario recomendado por su psiquiatra, el joven Calvin, empieza a describir a Ruby, una joven aspirante a pintora, un atractivo personaje de ficción del que se enamora perdidamente. Días después, por alguna razón inexplicable, la joven Ruby aparece en su casa: la chica que imaginó se ha vuelto realidad.
La actriz y también guionista de la película, Zoe Kazan (nieta del gran director de cine Elia Kazan), hace el papel de la desenfadada Ruby. Mientras que el introvertido escritor es interpretado por Paul Dano, cabe aclarar que ambos son pareja en la vida real. El hecho de que no sean caras muy conocidas en Hollywood ayuda mucho a que el espectador no pierda el hilo de la narración. Quizás sea este trabajo el que los catapulte a la fama.
A pesar de que al principio Ruby no parece sino una comedia romántica del montón, es el giro que da a la mitad de la historia lo que la hace interesante. De alguna manera, la cinta retrata los peligros de idealizar a una persona, o por el contrario, de reducirla a una mínima idea de lo que podría ser. Aunque buena parte del filme transcurre con inevitable buen humor, la historia tiene sus momentos tensos y de cierto dramatismo.
Jonathan Dayton y Valerie Faris, decidieron esperar cinco años hasta encontrar el proyecto correcto, después de todo, tras el éxito de obra debut, los cineastas se pusieron muy alta la medida. Ruby tuvo un estreno modesto en los Estados Unidos y hasta el momento no ha recaudado lo que se proyectaba, pero al menos podemos decir que nos ofrece más de lo que podría esperarse.
Con notable retraso (ya está disponible desde hace un par de meses en formato DVD/Blu Ray), y con un título desafortunado llegó a la cartelera el largometraje debut del estadounidense J.C. Chandor, El precio de la codicia (Margin call, 2011), que ha cosechado buenos comentarios desde que se estrenó durante el Festival de Cine de Berlín.
J.C. Chandor elaboró el guión basándose en el caso de Lehman Brothers, una compañía de servicios financieros de Estados Unidos que se fue a la quiebra en Septiembre de 2008, debido a una serie de malos manejos administrativos, convirtiéndose en la mayor bancarrota de la historia hasta el momento. Un hecho que tuvo repercusiones en la economía estadounidense y que sigue afectando aún ahora al mercado de valores y los créditos hipotecarios en todo el mundo.
“No es mi cerebro lo que me trajo hasta aquí”, señala con sorna el John Tuld el arrogante jefe de la sección financiera, cuando pide una explicación simple ante la inminente debacle de la empresa. Y es que después de años de abusar con el especulativo mercado de valores crediticios, uno de los empleados descubre, un viernes por la noche al terminar sus labores, que la empresa va directo a la quiebra. De inmediato se convoca a una junta privada con personajes de alto nivel y en esa noche de acaloradas discusiones se toma la decisión de tratar de salvar los bienes de los altos ejecutivos sin importar lo que suceda con las millones de personas que depositaron su confianza en la institución.
El joven director tuvo la fortuna de contar para su ópera prima con un elenco de actores experimentados y reconocidos: Kevin Spacey, Jeremy Irons, Paul Bettany, Demi Moore, etc. Aunque quizás el mayor acierto del filme es mostrar el ambiente frío e impersonal que se vive en esta clase de empresas y el cinismo con el que los pulcros directivos deciden salvar sus bienes mientras ponen en la calle a centenares de personas.
Pero a pesar de que se incluyen explicaciones sencillas de conceptos financieros complicados (un poco metidas a fuerza, hay que decirlo) resultará complicada para una buena parte del público. Aunque de entrada, hay que decirlo, debido al perfil independiente de la cinta su target es muy limitado. Sobre el mismo tema se puede consultar mejor el trabajo documental de Charles Ferguson, Dinero sucio(Inside job, 2010), que ganó el Oscar en la categoría de Mejor Documental.
El precio de la codicia es una película pequeña (su costo rondó apenas los 4 millones de dólares), aun así, ofrece una simplificación interesante del poder económico y del efecto corruptor del dinero. Será una buena opción para quienes solo para quienes busquen thrillers financieros estilo del éxito de Oliver Stone, Wall Street (1987), o para los seguidores asiduos del cine independiente norteamericano.
Antes que llegue el fin del mundo y respaldada con una enorme campaña publicitaria se estrenó por fin el nuevo trabajo del neozelandés Peter Jackson, El hobbit. Un viaje inesperado (The hobbit: An unexpected journey, 2012), que para exprimir al máximo al respetable se presenta en forma de trilogía. Además para que no se quede alguien sin verla, está disponible en una cantidad inusitada de formatos y variantes: el tradicional 2D, en 3D, 4DX, subtitulada, doblada al español y la novedad, el HFR3D, del cual hablaremos más adelante.
Lejos quedaron los tiempos en que la obra de J.R.R. Tolkien era casi propiedad exclusiva de grupos amantes de los juegos de rol, muy al estilo de los que aparecen en la película de Mateo Gil Nadie conoce a nadie (1999). Ahora, después de la masificación del escritor británico gracias a la adaptación cinematográfica del propio Peter Jackson del El señor de los anillos, salieron a la luz una serie de sagas de autores más o menos olvidados del género fantástico, que contaron todas ellas con su respectiva versión para la pantalla grande. De esta manera se presentaron trabajos como Narnia, Terabithia, Spiderwick, La brújula dorada y un largo etcétera, con resultados totalmente intrascendentes. Muchos quisieron aprovechar la coyuntura pero algunos terminamos hartándonos con tantas hadas, duendes, gnomos, magos, unicornios y toda clase de animales que hablaban en tono grandilocuente y estúpido.
La idea de hacer un rodaje sobre El hobbit viene de muchos años atrás, ya desde 1995 Peter Jackson y su esposa (y guionista de cabecera) Fran Walsh, hablaban de hacer la película, así que años después, aprovechando la rentabilidad del género se pusieron a trabajar en el proyecto. El filme narra la aventura (nada inesperada por cierto) de Bilbo, una especie de medio-enano que emprende un peligroso viaje para recuperar el reino de los enanos que está en manos (¿o garras?) de un enorme dragón. Un grupo de gente pequeña (atendiendo a la corrección política) es comandado por el valeroso aspirante a rey Thorin, así como por el vetusto mago Gandalf, quienes junto al hobbit de marras, serán los responsables de la hazaña, que por cierto en esta primera parte quedará inconclusa debido a la segmentación de la obra.
Se dice que para elaborar el guión de la trilogía se utilizaron elementos de El señor de los anillos y algunas otras obras de Tolkien. De esta manera El hobbit será presentado al público como una historia de nueve horas de duración, aunque para cumplir con esa meta debieron incluir situaciones que a decir de los conocedores son solamente de relleno. En cambio para los no iniciados en el tema El hobbit no parece algo más que una extensión de El señor de los anillos, es decir, más de lo mismo: águilas enormes, peleas de montañas, elfos de orejas puntiagudas, innumerables riachuelos y cascadas, además de épicas batallas con la música de fondo de Howard Shore.
Los fans acérrimos de este tipo de películas (que los hay), seguramente la defenderán a capa y espada, contarán las horas y los días hasta que el pequeño Bilbo se enfrente espada en mano al poderoso dragón. Para quienes extrañamos el viejo cine de Peter Jackson de zombies sangrientos, marcianos devoradores de cerebros y adolescentes que padecen un caso extremo de folie à deux, El hobbit es un trabajo extenso y pomposo pero mediocre.
Mención aparte merece el mentado formato HFR 3D, que nos presenta 48 fotogramas por segundo en vez de los 24 habituales y que se puede ver en Cinépolis. Mi experiencia con el HFR 3D, no la calificaría ni buena ni mala, más bien diría que es simple y sencillamente rara.