Por Armando Casimiro Guzmán
Enmarcada dentro de lo que podríamos denominar como el género de catástrofes llegó el segundo largometraje del catalán Juan Antonio Bayona, Lo imposible (2012), que a pesar de estar hablada en inglés es una producción cien por ciento española, una obra que a unas semanas de su estreno se convirtió en el filme más taquillero de esa nación europea.
Después del moderado éxito de su opera prima, el anodino filme de suspenso El orfanato(2007), Juan Antonio Bayona se tomó su tiempo para trabajar en su siguiente proyecto: Lo imposible. Haciendo un poco de historia, el 26 de Diciembre de 2004, un terremoto de gran magnitud provocó una serie de tsunamis devastadores que afectaron a varios países asiáticos como Indonesia, Tailandia, Malasia, Sri Lanka y la India. El saldo fue de más de 200 mil muertos y desaparecidos, lo que lo convirtió en uno de los desastres naturales más mortíferos de los que se tiene memoria. Tres años después, el joven director escuchó la historia de una familia española que sobrevivió a la catástrofe y desde ese momento, según sus propias palabras, decidió que debía realizar una película que relatara esa anécdota.
Unos años y millones de euros después, la película iniciaba un complicado y costoso rodaje en Tailandia, España y Estados Unidos. Las posibilidades de comercialización del filme sugirieron la inclusión de Ewan McGregor y Naomi Watts para los papeles principales, con lo que se aseguró su estreno en las salas norteamericanas. Este hecho ayudó a la actriz británica a conseguir una nominación a los codiciados Golden Globes (antesala de los premios Oscar), y de paso darle una mayor difusión a la cinta.
Pero aunque es mucho lo que se habla de las interpretaciones de los protagonistas, lo cierto es que ni McGregor ni Watts ofrecen nada más allá de lo que podría esperarse en un trabajo de este tipo, es decir, gritos lastimeros y lloriqueos. Basta ver la escena donde el afligido padre de familia se comunica por teléfono con su progenitor para notar lo mal que se resuelven las escenas que demandan una mayor intensidad de los actores. Lo peor de todo es que ni siquiera hay una historia que muestre algo más que las consecuencias de una calamidad, un entorno destruido habitado por personajes vacíos que intentan vendernos una empatía basada en la lástima.
Fabricada con el ánimo de calar en un público dispuesto, Lo imposible es un ejercicio sensiblero y melodramático. Al final, aunque no hace falta decirlo, la familia se reúne en una tramposa escena de hospital. Mientras todo a su alrededor es muerte y destrucción, los dos hijos menores de la familia lucen felices y sin un rasguño. Y cuando parece que las cosas se complican, surge un agente de la aseguradora Zúrich (se esfuerzan demasiado en mencionarlo), para brindar atención médica privilegiada con viaje en jet privado incluido. A la vista de los peligros a los que estamos expuestos hay que contratar un costoso seguro de gastos médicos. Faltaba más.
Entre quienes han querido sacar partido de la decadencia de la saga de Bourne se encuentra Tom Cruise, quien empezando el año acaba de estrenar lo que pretende ser otra franquicia exitosa dentro del género de acción: Bajo la mira (Jack Reacher, 2012), es apenas el segundo largometraje de Christopher McQuarry, quien es un colaborador habitual en varios de los proyectos del actor y productor norteamericano, un trabajo que ha llegado a las salas de cine con un buen número de copias.
Bajo la mira está basado Jack Reacher, personaje creado por el escritor británico Lee Child (cuyo verdadero nombre es Jim Grant), que es protagonista de más de una docena de novelas que han tenido un éxito relativo en los países de habla inglesa, a pesar de lo cual muy pocas de ellas están editadas en español.
Jack Reacher es un oficial militar que tras darse de baja del ejército decide llevar una vida de vagabundo a lo largo de los Estados Unidos, eso sí, cobrando puntualmente su modesta pensión de retirado, lo que no le impide resolver crímenes complicados o aplicar la justicia por su propia mano si la ocasión lo amerita.
En Bajo la mira encontramos todo lo que se podría esperar de una película de acción: persecuciones en auto, una chica linda, conspiraciones, villanos muy malos, peleas a mano limpia y por supuesto, una que otra muerte. Es decir, lo justo para satisfacer al espectador que no busque nada más allá del entretenimiento promedio. Quizás lo más sobresaliente de la cinta es la inclusión de Werner Herzog en el reparto, el veterano cineasta alemán interpreta a un extrañísimo personaje que en todo momento parece estar totalmente fuera de contexto.
La película está hecha a modo para el lucimiento de Tom Cruise, quien quiere dejar en claro que a sus cincuenta años aún es capaz de provocar suspiros entre el público femenino y al mismo tiempo llevar el peso de un filme que no tiene una historia firme que lo respalde. Y es que el tramo final se desmorona como un castillo de naipes: los motivos de los malvados son ambiguos, absurdos e inexplicables. Bajo la mira deja muchos cabos sueltos y no parece preocuparse en lo más mínimo de ello, en cambio nos ofrece un catálogo interminable de lugares comunes.
Ya veremos si Jack Reacher tiene la madera suficiente para generar una saga exitosa. Por lo pronto, esta primera entrega no es buena pero tampoco aborrecible, transita en el pesado limbo de la medianía en el que habitan la gran mayoría de los productos que llegan de nuestro vecino del norte. Y prepárense que ya viene, aunque no lo crean, Misión Imposible 5.
A pesar de que Entrega inmediata (Premium rush, 2012) es el quinto largometraje del norteamericano David Koepp, éste es más conocido por escribir guiones para grandes y adineradas producciones hollywoodenses como Misión Imposible (Misión: imposible, 2012), Parque Jurásico(Jurassic Park, 1993),Spider Man(2002), etc., productos de entretenimiento que han generado una buena cantidad de ingresos. En cambio, las películas que ha dirigido David Koepp han sido en general fracasos en taquilla, de hecho su más reciente trabajo fue una de las decepciones más sonadas del año a pesar de no ser un filme de alto presupuesto.
Wilee es un mensajero de la ciudad de Nueva York que se juega la vida en cada entrega. El joven ciclista debe llevar un misterioso paquete al otro lado de la ciudad, lo que no sabe es que alguien más, un corrupto policía, quiere a toda costa obtener el contenido del sobre.
La película no transcurre en orden cronológico, recurre todo el tiempo al uso de flashbacks y animaciones digitales con tal de engrosar los apenas noventa minutos que dura una anécdota que es francamente mínima.
Joseph Gordon-Levitt lleva el papel principal y aunque el resto del elenco no es muy conocido, se puede decir que todos cumplen con el propósito del filme, incluido Michael Shannon en el papel de un agente impulsivo y estúpido (y que tiene un notable parecido con el cantante de The Hives). De hecho uno de los aciertos de la producción es evitar en lo posible el uso de tecnología digital en las escenas de acción, es decir, prácticamente todas las persecuciones están filmadas en las calles de Nueva York con bicicletas reales toreando los autos de la congestionada urbe.
La cinta retrata de alguna manera a esa pequeña subcultura urbana que integran los mensajeros en bicicleta que a diario toman por asalto las arterias de la ciudad y que debido a su poco respeto por las leyes de tránsito se han convertido en una especie de plaga para los automovilistas y peatones de la Gran Manzana. Es también un recordatorio de la importancia que toman las bicicletas como medio de transporte en ciudades altamente congestionadas. Algo que seguramente pondrá felices a los ciclistas que les gusta pedalear desnudos por las calles de nuestro caótico país.
Entrega inmediata compensa la falta de una historia sólida con una atractiva pero poco creíble colección de carreras y trucos de bicicleta que harían palidecer a los más avezados animadores digitales. Es un filme de entretenimiento bien realizado que resultará ameno para quien simplemente busque pasar un rato en el cine sin prestar mucha atención a lo que le están contando.
Podría ser todo un tema de análisis entender el éxito que han tenido teleseries como La reina del sur(2011) y El cartel de los sapos (2008), ambas ambientadas en el tan en boga tema del narcotráfico en Latinoamérica. Ahora la historia de esta última es llevada al cine por iniciativa del actor colombiano Manolo Cardona quien contactó al director Carlos Moreno, un cineasta más conocido por sus trabajos para televisión que por sus películas. La producción se dio a la tarea de reclutar a un elenco internacional para darle forma a la complicada trama del filme que hasta fue propuesta por la Academia Colombiana para los premios Oscar en la categoría de Mejor Película Extranjera (aunque finalmente no quedó en la terna final).
El cartel de los sapos es la autobiografía novelada de ex narcotraficante Andrés López López, alias “Florecita”, quien supuestamente escribió sus andanzas en el peligroso mundo de las drogas durante su estancia en una cárcel norteamericana. El libro está editado en México por Planeta y dadas las altas ventas y la fascinación que parece ejercer la versión televisada en el público mexicano parece que seguiremos encontrando productos derivados de la historia.
¿Y de qué trata? Bueno, Martin alias “Fresita”, es un joven que encuentra en el narcotráfico el camino para ascender en la escala social y de paso conquistar el amor de la estirada Sofía, una chica de clase alta que se resiste a los galanteos del mafioso. A su alrededor se desarrolla una guerra por el control de las rutas del narcotráfico que, como ya imaginarán, traerán muerte y dinero a partes iguales.
Hay quien dijo que este es “el mejor thriller de acción que se ha filmado en Latinoamérica”, no es para tanto. Pero al menos hay que reconocer que la producción se tomó con seriedad la encomienda: locaciones muy interesantes en Colombia, México y los Estados Unidos, además de un elenco enorme en el que destacan los personajes masculinos (de hecho, es uno de los últimos trabajos de Pedro Armendáriz Jr.). También vale la pena destacar una muy bien elaborada secuencia de acción en las calles de la Ciudad de México, además hay que reconocer que no cayeron en la tentación del final feliz y que en cambio eligen una culminación abierta y agridulce (aunque también se filmó un final alternativo).
Aunque debido a su temática se preveía un predominio de los personajes masculinos, no deja de ser un poco lamentable que los caracteres femeninos no sirvan más que de objetos decorativos, ni siquiera la coprotagonista femenina Juana Acosta logra estar a la altura del resto del elenco. La historia de amor que pretende ser el eje de la historia parece forzada y claramente no está bien desarrollada debido a la gran cantidad de información que se trata de procesar en tan poco tiempo. Pero lo que quizás sea el peor desacierto del filme es su fotografía tan cercana al formato televisivo, que en buena parte del tiempo nos hace sentir que vemos solo uno más de los capítulos de una telenovela.
Tal vez fuera interesante hacer las respectivas comparaciones entre la versión para cine y lo que se ha mostrado en televisión, pero mi paciencia no llega a tanto. Lo mismo aplica para la novela, que según dicen, ha sido un gran éxito de ventas. No es un mal trabajo, hasta tiene algunos momentos rescatables, pero definitivamente solo la disfrutarán los verdaderos fans de la serie. Una última reflexión, ¿De verdad los de la DEA son tan amables con los narcotraficantes conversos?