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CARTELERA RETROSPECTIVA

Por Armando Casimiro Guzmán

A pesar de que no siempre cumple las expectativas cada estreno de Quentin Tarantino es una visita obligada al cine. Django, sin cadenas (Django unchained, 2012), es el séptimo largometraje del cineasta originario de Tennessee. Con guion propio aunque basado en el espagueti western de Sergio Corbucci de los años sesenta, Tarantino ha logrado seducir a una buena parte del público y la crítica estadounidense, al grado que ha conseguido la lucrativa nominación al Oscar a mejor película.

Estamos en 1858, pocos años antes del inicio de la Guerra Civil, Django es un esclavo de una plantación que es reclutado por el cazarrecompensas y dentista de profesión King Schultz. Juntos recorren el sur de los Estados Unidos para matar fugitivos y cobrar por el servicio. Después de un tiempo hacen un pacto: asistirán a la plantación del neurótico y refinado Calvin Candie para rescatar a la esposa del pistolero recién liberado.

Tarantino acude de nuevamente al estilo visual que ya vimos en Kill Bill(2003), aunque los movimientos rápidos de cámara, las escenas de acción y hasta la música del filme remiten directamente al cine de vaqueros de los sesenta. El elenco es enorme y diverso, pero a pesar de que Jamie Foxx lleva el protagónico, los mejores momentos del filme dependen de los magníficos personajes interpretados por Christoph Waltz, Leonardo DiCaprio y Samuel L. Jackson.

Django transita entre altibajos. Intercala escenas largas y aburridas con los cómicos enredos del Ku Klux Klan; personajes enormes como el Doctor Schultz con intrascendentes como Broomhilda, la morena germano-parlante cuya belleza desmerece tantas muertes y esfuerzos. Esta sensación de irregularidad se acentúa con las casi tres horas de duración de la cinta que nos hace pensar que aún había mucho de donde cortar, y es que después de todo es una película que muere justo en el momento que deja de aparecer Christoph Waltz en la pantalla. Tampoco hay que buscarle lecturas inexistentes, el tema de la esclavitud es solo un vehículo para el entretenimiento vulgar, ameno pero intrascendente.

A pesar de todo, Tarantino es uno de los pocos directores que han forjado una identidad propia dentro del reñido mundo de las grandes producciones hollywoodenses, pero nuevamente ha quedado muy por debajo de sus grandes e irrepetibles clásicos: Perros de reserva(Reservoir dogs, 1992) y Pulp fiction(1994), ni siquiera se acerca a la divertida y tensa desfachatez de Bastardos sin gloria (Inglorious basterds, 2009). No conforme con regalarnos otra pobre (pero literalmente explosiva) actuación, Tarantino deja pie para una nueva y costosa secuela. Y es que Django sin cadenas es una producción tan onerosa que da la impresión de ser un gigante que se mueve con torpeza, algo que no ha pasado inadvertido para un sector del público que no se ha dejado deslumbrar con los premios y una avasallante publicidad.

 

Después de su paso por la Muestra Internacional de Cine inició su recorrido por la cartelera comercial el tercer largometraje del británico Tony Kaye, Indiferencia (Detachment, 2011), con retraso, sin hacer mucho ruido y con un reducido número de copias pasó sin pena ni gloria por Morelia, ya que desde hace un buen tiempo está disponible en formato casero.

Indiferencia es una crónica de tres semanas en las vidas de profesores y alumnos de una preparatoria norteamericana a través de los ojos de un maestro sustituto que evita relacionarse con estudiantes y compañeros de trabajo debido al poco tiempo que se queda en cada institución. Sin embargo, su habitual distanciamiento de la gente se ve afectado cuando conoce a tres mujeres: una chica impresionable de baja autoestima, una atractiva profesora y una prostituta adolescente a quien lleva a vivir a su casa…

Tony Kaye ha estado inmerso en el mundo del arte desde hace muchos años haciendo pinturas y grabando videos musicales para bandas como Soul Asylum (¿recuerdan aquel video de Runaway train?), Red Hot Chili Peppers y el proyecto solista del ex Pink Floyd, Roger Waters. Sin embargo, su trabajo más conocido es indudablemente Historia Americana X(American history X, 1998), un fuerte drama sobre el racismo rodado en blanco y negro, con Edward Norton en el papel principal.

Para este trabajo el estrafalario director londinense se rodeó de un competente grupo de actores encabezados por el veterano Adrien Brody, como el antipático docente de una preparatoria que está sumida en el abandono. Lo acompañan en la película la exuberante Christina Hendricks y una muy joven Sami Gayle quienes equilibran un poco el desarrollo de la historia. No obstante, el inexplicable ablandamiento del protagonista en el segundo tramo de la cinta desmerece un poco el tono frío y crítico de sus inicios regalándonos escenas lacrimógenas y sensibleras que están totalmente de sobra.

Ahora que está tan de moda el tema de la reforma educativa en México vale la pena dar un vistazo a las peculiaridades del tema en otras latitudes, podemos encontrar un par de muy buenos ejemplos cinematográficos recientes como El señor Lazhar(Monsieur Lazhar, 2011) y La clase(Entre les murs, 2008), que son un buen ejemplo de la complejidad de la labor y la variedad de funciones que deben (o deberían) desempeñar los docentes en un salón de clases.

Indiferencia reviste de melodrama una angustiosa descripción del sistema educativo estadounidense, pero el ejemplo bien puede ampliarse a otros países del mundo occidental. A pesar de que por momentos se torna excesiva es una obra recomendable. Una obra digna que ha dado mucho de qué hablar a pesar de su limitada exhibición.

Encabezando la avalancha de estrenos promovidos por las nominaciones al Oscar,  se encuentra Lincoln (2012), la nueva producción de Steven Spielberg, quien es indudablemente uno de los personajes más arraigados y emblemáticos de la maquinaria hollywoodense, por lo que no extraña que este estreno haya provocado toda clase de comentarios.

Abraham Lincoln es una de las figuras más importantes de la historia estadounidense, no es de extrañar que se hayan hecho una gran cantidad de películas basadas en su vida. Basándose en la novela Team of rivals: The political genius of Abraham Lincoln (aún sin editarse en español) de la historiadora Doris Kearns Goodwin y en investigaciones personales del guionista Tony Kushner, Spielberg armó el entramado de su más reciente producción.

A finales de 1864 se acercaba el fin de la Guerra de Secesión, Lincoln desea imponer la instauración de la XIII enmienda a la Constitución que prohíbe la esclavitud en los Estados Unidos. Sin embargo enfrenta un gran dilema, si la guerra termina antes de que se apruebe la enmienda los estados del sur tendrán el poder para vetarla, por otra parte, si no se acepta la propuesta de rendición de los confederados seguirán muriendo más soldados en el frente. Lincoln, en una carrera contra el tiempo y aprovechando la amplia facultad de poderes que le otorgaron en tiempos de guerra (discrecionalidad de fondos, límites a la libertad de expresión y hasta el ofrecimiento de sobornos) decide conseguir los votos necesarios de los congresistas para hacer que se apruebe su propuesta…

A diferencia de lo que nos tiene acostumbrados, en esta ocasión encontramos a un Spielberg contenido, ajeno a las espectaculares batallas filmadas en el lodo que podríamos esperar, este filme se enfoca en la política, paso a paso como si fuera documental del History Channel, Lincoln relata el proceso de aprobación de la enmienda. Se complementa con escasos guiños a la personalidad taciturna del presidente, a los mimos chocantes a su hijo menor y la personalidad neurótica de la primera dama.

Hay que decirlo, Daniel Day-Lewis no solo hace una gran interpretación sino que consigue un notable parecido físico con el viejo Abe. Desgraciadamente una fotografía oscura (tal vez demasiado) y los largos planos en movimiento hacen más largas las dos horas y media que dura la película.

Recientemente pudimos ver La conspiración(The conspirator, 2010), un thriller histórico convencional pero efectivo, que comienza justo en el momento que termina la película de Spielberg. Fuera de una sucesión de hechos que seguramente debatirán los historiadores, hay muy poco de rescatable en esta nueva producción. La Guerra de Secesión es quizás el periodo más interesante de la historia de los Estados Unidos, es difícil imaginar cómo pudo Spielberg hacer una película tan aburrida con el tema, ofuscados por la gran cantidad de nominaciones al Oscar muy pocos se atreven a reconocer que Lincoln es un trabajo frío, grandilocuente y acartonado.

Aunque su exhibición pasó casi inadvertida durante el Festival de Cine de Morelia, fue un gran acierto en  un evento que generalmente desprecia la inclusión de comedias en su programación. Siete psicópatas y un perro(Seven psycopaths, 2012), es el segundo largometraje del londinense Martin McDonagh quien hace cuatro años sorprendió con En Brujas(In Bruges, 2008), una comedia sobre un par de criminales que enfrentan una crisis de identidad.

Con un guión de su autoría, Martin McDonagh, nos presenta una serie de personajes delirantes del bajo mundo de la ciudad de Los Angeles: un guionista alcohólico que está presionado con un trabajo, un actor desempleado que asesina gente en su tiempo libre, un viejo que secuestra perros para cobrar la recompensa y un mafioso llorón que adora a su perro de raza Shih Tzu. Todos ellos se ven involucrados en la creación de un guión cuyo principal requerimiento es que debe contar con al menos siete personajes psicópatas.

La película funciona muy al estilo de los primeros (y los mejores) trabajos de Guy Ritchie: Snatch(2000) y Lock, stock & two smoking barrels (1998), en donde una gran cantidad de personajes marginales o francamente criminales se ven involucrados en situaciones absurdas y desconcertantes. En este caso, la problemática detona en el momento en que un par de delincuentes menores secuestran inadvertidamente la mascota de un peligroso jefe de la mafia. Las persecuciones y asesinatos derivados de este hecho recalarán en la escritura de un guión verdaderamente inverosímil.

La producción armó un elenco amplio que funciona muy bien en pantalla: Colin Farrell (quien trabaja por segunda ocasión con el director), Sam Rockwell, Christopher Walken, Woody Harrelson, la guapísima Abbie Cornish y hasta el larguirucho cantante Tom Waitts. Debido a su humor un tanto violento es obvio que predomine la importancia de los personajes masculinos, pero aun así da la impresión de que el personaje de Abbie Cornish queda un tanto descuidado y desgraciadamente no vuelve a aparecer después de la primera media hora de la película.

A pesar de estar enteramente filmado en territorio estadounidense Siete psicópatas es una producción enteramente británica. La cinta de Martin McDonagh ha sido un fracaso en la taquilla de los Estados Unidos, un mercado poco receptivo para el desparpajo y mala leche que destila esta comedia poco convencional. Si es de tu agrado el humor insolente con criminales incluidos esta es una gran recomendación.

 

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