Por Armando Casimiro Guzmán
Aunque de ninguna manera se le considera como una de las películas favoritas en la entrega de los premios Oscar, El vuelo (Flight, 2012), decimosexto largometraje del experimentado cineasta estadounidense Robert Zemeckis, ha sido uno de los más favorecidos por la (hay que decirlo) poco exigente taquilla norteamericana.
Aunque Zemeckis nos tiene acostumbrados a las grandes y costosas producciones hollywoodenses como la franquicia Volver al futuro(Back to the future, 1985),Náufrago(Cast away, 2000) y hasta la insufrible Forrest Gump(1994), en esta ocasión nos presenta una de las películas más modestas de su carrera. El vuelo narra en sus más de dos horas de duración la tragedia personal de un piloto alcohólico y adicto a la cocaína, que se ve envuelto en líos legales después de sufrir un aparatoso accidente aéreo. A pesar de que la gran mayoría de los pasajeros sobreviven, la investigación pone al descubierto las peligrosas aficiones del aviador, algo que lo convertirá en villano inmediato y lo pondrá al borde de una condena a cadena perpetua.
Denzel Washington lleva el difícil papel principal, un piloto amargado pero fiestero, alcohólico pero lúcido… es el responsable en gran medida de que la película funcione. Lo acompañan en el reparto un más discreto Don Cheadle como el abogado defensor, John Goodman como el cómico dealer del protagonista y una casi desconocida Kelly Reilly, como una drogadicta en recuperación cuyo personaje luce poco convincente como pareja del piloto.
Zemeckis aprovecha toda su experiencia en el cine comercial para armar una escena de accidente muy espectacular, y aunque pudo irse por ese lado, el guion tiene el tino de no hacer de este hecho el punto central de la película. El tema es el del hombre redimido, el que aprende de sus errores y que tanto parece gustar al público norteamericano. La religiosidad es un tema presente a lo largo del metraje: grupos de oración, velorios, congregaciones y hasta los fanáticos religiosos que pululan en los hospitales, convencerán finalmente al reacio e irónico piloto.
Sus más de dos horas de duración no aligeran el viaje de El vuelo, una trama familiar poco convincente y un personaje femenino que está de sobra no ayudan tampoco, pero lo peor sin duda es un epílogo innecesario y complaciente. Aun así, no aburre y llega a ser por momentos emocionante, toca un par de temas incómodos y está bien filmada, definitivamente no es una gran película pero en general resulta una experiencia satisfactoria.
Cobijada por un gran número de copias (algo extraño si consideramos el tema de la película) llegó Hitchcock. El maestro del suspenso (Hitchcock, 2012), largometraje debut del ex baterista de la banda alternativa Bush, el londinense Sacha Gervasi. Un trabajo que a pesar de contar con varias caras conocidas de la industria se puede considerar una obra pequeña, de corte casi independiente y que ha sido recibida con cierto escepticismo por la crítica y el público.
Por el título, uno podría pensar que es una biopic del robusto cineasta británico, pero en cambio Hitchcock se centra en el proceso de filmación de Psicosis(Psycho, 1960), una de las películas más importantes de la historia del cine. Está basada en el libro de no ficción Alfred Hitchcock and the making of Psycho del estadounidense Stephen Rebello (aun sin editarse en español), quien hizo una exhaustiva investigación para recabar toda la información existente sobre el rodaje de la obra maestra del obeso genio del suspenso.
Casi desde el principio la cinta advierte el tono de comedia ligera que prevalecerá a lo largo del metraje, con guiños a otras de sus producciones importantes y mostrando en exceso el perfil regordete del cineasta en un gesto que a la postre sería su sello particular. Encontramos aquí los elementos más conocidos de la filmación de Psicosis: el rechazo de los estudios Paramount, su financiamiento independiente, el enfrentamiento con la censura, una novedosa estrategia publicitaria y la obsesión controladora de Hitchcock con sus rubias actrices. Quizás lo más interesante que podemos encontrar en el filme es la forma en que se muestra la tirante relación que guardaba Alfred Hitchcock con su esposa, la editora y guionista Alma Reville, que incluye un frustrado triángulo amoroso con el malogrado y petulante escritor Whitfield Cook.
Quien llevó la responsabilidad del protagónico fue Anthony Hopkins, con una actuación que todo el tiempo bordea peligrosamente entre el homenaje y la parodia. A esto hay que agregar que el maquillaje no hace justicia al director británico, por lo que resulta extraño que haya sido nominada a los premios Oscar precisamente en esta categoría. El elenco se complementa con la experimentada Helen Mirren, también están Scarlett Johansson como la vivaracha actriz Janet Leigh (con todo y sus horribles sostenes incluidos), Jessica Biel como Vera Miles y hasta Toni Colette como Peggy Robertson, amiga y secretaria del cineasta.
En un intento por dotar de profundidad a un filme que se regodea en lo trivial, se añaden unos extraños insertos oníricos donde el protagonista es Ed Gein, el famoso carnicero de Wisconsin, cuyas andanzas inspiraron la novela de Robert Bloch. Estas secuencias están completamente fuera del tono general de la película y sobra decir que no aportan nada más que minutos de metraje.
Hitchcock. El maestro del suspenso es una obra insípida instalada en la comodidad, contra lo que pudiera esperarse el filme evita cualquier riesgo en aras de favorecer el entretenimiento. Su mayor aporte podría ser el de acercar a las nuevas generaciones a Psicosis, nos referimos obviamente al clásico sesentero, no a la extraña y casi olvidada versión noventera de Gus van Sant.
Con muy poca publicidad y casi de puntillas se presenta en sociedad el largometraje debut de la escritora, guionista y cineasta Paula Markovitch, El premio (2011), que había levantado grandes expectativas debido a su sobresaliente participación en el Festival de Cine de Berlín en donde se hizo acreedora al Oso de Plata por Mejor Diseño de Producción, y que además tuvo gran aceptación en los festivales de Guadalajara y Morelia, donde fue galardonada como Mejor Película.
Esta coproducción de México-Francia-Polonia-Alemania, fue filmada enteramente en Argentina y específicamente en la localidad costera de San Clemente del Tuyú, la historia está ambientada en los años de la dictadura militar. Una madre y su hija se refugian en esa pequeña población a la espera de tener noticias del padre, una de las tantas víctimas del régimen. La joven protagonista trata de aparentar una vida normal, asiste a la escuela, juega con sus amigas, pero al mismo tiempo trata de ocultar la persecución de la que ha sido objeto su familia. La niña de siete años debe guardar un secreto, pero ella no sabe que su vida depende casi por completo de su silencio.
Se debe destacar la influencia del entorno, un pueblo costero desolado, azotado por la arena y el viento, como uno de los aspectos más interesantes del filme. El tema de los derechos humanos sigue tan vigente ahora como hace treinta años, además es uno de los favoritos por antonomasia de los jurados, es por esa razón que El premio tuvo un recorrido importante por el circuito de festivales. Pero las distinciones no han sido gratuitas, además del gran desempeño de sus protagonistas (la niña Paula Galinelli y la actriz Laura Agorreca, quien es más conocida por su trabajo en teatro), existe detrás un gran trabajo de producción. Como dato adicional debemos señalar que el epílogo de la película es muy diferente al que se pudo presenciar en su presentación en Berlín y en el festival de Guadalajara.
La cinta de Markovitch tiene la virtud de colocarse en un punto medio entre el tremendismo brutal de otras películas sobre la dictadura argentina como Garage Olimpo(1999) o de la cursilería rampante de Kamchatka(2002). Aunque definitivamente no será una película para todos, por ejemplo, la aridez de sus escasos diálogos hace que la película se sienta mucho más larga de lo que realmente es, quizás con unos diez minutos menos de rodaje, quedaría perfecta. De cualquiera manera es una buena elección para todos aquellos que busquen una opción diferente a lo que normalmente nos ofrece la cartelera.
Siempre existe un riesgo en una película de tres horas de duración: los exhibidores limitan su presencia en cartelera y el espectador común normalmente rehúye a las propuestas que rebasan los cien minutos. Sin importar lo anterior, se presentó Cloud Atlas (2012), un peculiar proyecto conjunto dirigido por los hermanos Andy y Lana Wachowski (quien hasta antes de su operación de cambio de sexo se le conocía como Larry) y del cineasta alemán Tom Tykwer. Debido a la naturaleza de la obra, los mismos directores la financiaron de manera independiente, algo inusual debido a que su presupuesto estuvo cercano a los cien millones de dólares.
Los hermanos Wachowski son conocidos sobre todo por la trilogía de Matrix(1999), mientras que a Tykwer se le reconoce por Corre Lola, corre(Lola rennt, 1998) y su incursión a las grandes producciones habladas en inglés: El perfume(Perfume: The story of a murderer, 2006). Resulta difícil imaginar la manera en que congeniaron cineastas tan heterogéneos para llevar a cabo un proyecto tan ambicioso como éste. Cloud Atlas está basada en la novela homónima del escritor británico David Mitchell (editada en español por Planeta), la obra entrelaza seis historias que transcurren desde mediados del siglo XIX hasta los últimos días de vida del planeta Tierra. Las secuencias incluyen en una travesía en barco por el Océano Pacífico, la escritura de una sinfonía musical en la Inglaterra de los años treinta, el desenmascaramiento periodístico de un complot empresarial en los Estados Unidos, el curioso escape de un grupo de ancianos de un asilo escocés, el brutal consumismo en la capital de Corea en el año 2144 y las islas Hawaianas en un futuro post apocalíptico. La cinta utiliza estos episodios en apariencia inconexos para intentar demostrar un muy particular punto de vista de lo que nos identifica como seres humanos sin importar las razas, épocas y culturas. También hace alusiones a la libertad y a como todo lo que hacemos nos conecta como humanidad a lo largo de nuestra historia.
Para llevar a cabo semejante trabajo los directores se repartieron las secuencias y filmaron de manera paralela con distintos equipos. El reparto es extenso pero está encabezado por Tom Hanks, Halle Berry, Hugh Grant y Susan Sarandon. Cada uno de ellos interpreta al menos a cuatro personajes distintos, de diferentes épocas, sexos y razas. En este rubro cabe destacar la gran interpretación del veterano Jim Broadbent como el cínico editor que busca evadir sus responsabilidades financieras. También debemos enfatizar de que a pesar de la complejidad del filme y su duración resulta sorprendente que no sea una película confusa o aburrida. Todo de se cuenta con una claridad sorprendente lo que nos indica que se hizo un extraordinario trabajo de edición.
Si bien la producción no escatimó en locaciones y vestuarios, no hizo lo mismo con el maquillaje y las narices de goma que proliferan a lo largo de la película. Desgraciadamente los hermanos Wachowski no se contuvieron y decidieron incluir numerosas y desabridas secuencias de acción tipo Matrix en los segmentos futuristas. Por otra parte, en algunos segmentos Cloud Atlas se vuelve más pretenciosa que profunda, si la observamos detenidamente nos damos cuenta que es un trabajo mucho menos crítico e insondable de lo que aparenta.
La fuente de la vida(The fountain, 2006), de Darren Aronofsky tiene puntos en común con la cinta que nos ocupa: se mueve en distintas épocas y lugares, además los actores interpretan a los diferentes protagonistas de cada secuencia. Con la diferencia de que la cinta de Aronofsky comprime en noventa minutos todas las historias y lo hace además de una manera visualmente impactante. Pero aunque Cloud Atlas tiene sus defectos, se debe destacar lo arriesgado de la propuesta (sobre todo a nivel financiero), y el hecho de que sea una película de género (y de géneros) muy distinta a lo que nos ofrece normalmente la cartelera.