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CARTELERA RETROSPECTIVA

Por Armando Casimiro Guzmán

Terminaron las vacaciones y como por arte de magia la cartelera empieza a dar señales esperanzadoras, o al menos así parecía con la más reciente entrega del sudcoreano antes de culto Chan-wook Park, el trhiller psicológico extrañamente titulado en español Lazos perversos (Stoker, 2013), largometraje que marca el debut en el cine estadounidense del director que alcanzara reconocimiento por su célebre “trilogía de la venganza”.

Con guión original del actor Wentworth Miller (protagonista de la serie de televisión Prison break y ahora escritor debutante), Lazos perversos es una especie de cruza entre drama familiar y thriller con toques de película fantástica. El día de su cumpleaños número dieciocho, India una retraída adolescente, se entera de la trágica muerte de su padre. Dicho acontecimiento la obliga a convivir con su inestable y solitaria madre, así como con el misterioso hermano de su padre quien se instala en la casa familiar de la noche a la mañana. La inicial reticencia de la joven se diluye al descubrir los numerosos puntos en común que tiene con el recién llegado… 

Desde los créditos iniciales el cineasta sudcoreano demuestra su calidad con cuidadas y meticulosas tomas donde las palabras interactúan juguetonamente con las imágenes. El ritmo pausado y el misterio inicial que provocan las repentinas desapariciones, se acompañan con cuidadas estampas como la de la fila de cajas de zapatos, las arañas trepando a la entrepierna, las colgantes luces del sótano e incluso las estilizadas escenas de violencia que se cuentan entre lo mejor del filme.

El relato hace hincapié en el juego de palabras que forma el apellido de la familia Stoker/Stalker en donde todos se espían entre sí, vigilándose a través de puertas y caminando de puntillas de una habitación a otra, agregando más suspenso a la trama que en un inicio recuerda al clásico de Alfred Hitchcock, La sombra de la duda (Shadow of a doubt, 1943).

El trabajo de Mia Wasikowska en polainas y espectacular cabello negro hace que no se pierda el interés en la por momentos desesperante historia. El actor inglés Matthew Goode hace del enigmático tío de la protagonista y Nicole Kidman luce impresionante aunque se ve reducida a un papel menor como una madre necesitada de reconocimiento y atención.

Conocido ante todo por la brutalidad de sus películas, especialmente las que conforman la “trilogía de la venganza”: Oldboy (2003), Sr. Venganza (Boksuneun naui geot, 2002) Señora Venganza (Chinjeolhan geumjassi, 2005), Chan-wook Park decidió incursionar en el género fantástico con un par de filmes entre los que destaca Sed de sangre (Bakjwi, 2009), un extraño cuento de vampiros cuyo protagonista es un cura adicto al preciado líquido rojo.

Lazos perversos no solo representa el debut del sudcoreano en el cine estadounidense, también es la primera vez que trabaja con un guion ajeno. ¿Película de encargo? No lo sabemos, pero definitivamente no es la mejor de su filmografía. Si bien es inquietante y sórdida con ciertos toques incestuosos, se encuentra a milímetros de caer en el lugar común del cine de asesinos seriales. En conjunto resulta una obra decepcionante solo pasable por la presencia de la Wasikowska y por las bellísimas escenas que incluyen el clásico de Nancy Sinatra, Summer wine.

Los relatos históricos son indudablemente uno de los géneros más fallidos de toda la cinematografía mexicana, desde las complacientes y cándidas reproducciones de los libros de texto durante el periodo 1940-1970, hasta las insufribles producciones auspiciadas por los desangelados festejos del año 2010, hemos sido testigos de infinidad de costosos desatinos entre los que destaca, por lo risible, el Zapata (2004) de Alfonso Arau.

El veterano director Felipe Cazals tampoco resistió la tentación de filmar temas de corte histórico, género que en el que se inició hace más de cuarenta años con Muera Zapata… Viva Zapata (1970), con Antonio Aguilar encarnando al malogrado caudillo suriano.  En el año 2006, Cazals retoma la Revolución mexicana con una trilogía que inauguró con Las vueltas del citrillo, una fantasiosa y cansada colección de viñetas en una pulquería de principios del siglo XX. Continúo con Chicogrande (2010), que relata la “expedición punitiva” que emprendió el gobierno norteamericano para intentar capturar a Francisco Villa en pleno territorio chihuahuense. El filme con el que concluye la serie es Ciudadano Buelna (2012), que por estos días se estrenó con 76 copias en las principales ciudades del país.

La idea original para llevar a cabo el proyecto surgió de la Universidad Autónoma de Sinaloa (donde cada 23 de Mayo, día del natalicio de Buelna, se celebra el Día del estudiante universitario). El propio Felipe Cazals coescribió el guión que narra la vida de Rafael Buelna Tenorio, un joven estudiante de derecho que se enrola en el movimiento armado para derrocar, en un inicio, al dictador Porfirio Díaz. Desencantado del giro que toman los acontecimientos, el “Granito de oro” (como le apodaban debido a su color de cabello), enfoca sus baterías primero contra Victoriano Huerta, después contra Venustiano Carranza y así por el estilo, hasta pierde la vida en 1924, en las afueras de Morelia durante la asonada delahuertista, rebelión que en aquellos años pretendía derrocar al sonorense Álvaro Obregón. 

En algunas entrevistas Cazals se refiere a Buelna como el “héroe desconocido” de la Revolución Mexicana, arguye entre otras cosas el idealismo inquebrantable del caudillo sinaloense y en cómo sus decisiones moldearon la historia de nuestro país al perdonar la vida, en diferentes lances, a dos influyentes personajes de la época: Álvaro Obregón y Lázaro Cárdenas.

El reparto  es numeroso pero únicamente destacaría la vivaz representación del locuaz Antonio Díaz Soto y Gama, disparatado teórico del zapatismo, interpretado por Bruno Bichir y que apenas aparece algunos minutos en el filme. El protagonista es Sebastián Zurita, quien físicamente tiene un parecido notable con el coronel Buelna pero lo echa a perder con una actuación acartonada, frases ampulosas y rimbombantes (aunque aclaremos, esto no es su culpa), además de su gesto siempre adusto y pedante. El resto es de pena ajena: imaginen a Marimar Vega en vestido de época, Gustavo Sánchez Parra como Obregón, Tenoch Huerta como un Zapata deprimente y hasta un cameo de Paquita la del Barrio haciéndola de mesera… ¡no puede ser!

Pero lo que realmente echa por tierra a Ciudadano Buelna es la falta de una narrativa que dé cohesión a las diferentes escenas de la vida del revolucionario. Es un relato fragmentado, no apto para impacientes y al que solo comprenderán del todo los asiduos lectores de textos históricos. A pesar de ser un cineasta que tiene oficio de sobra, Cazals no logró conectar con alguno de los cuatro espectadores que asistimos a la desolada sala de cine.

Para finalizar quiero resaltar que es sorprendente que con un pasado tan violento y contradictorio no se hallan hecho mejores películas de época, pero como bien decía Jorge Ayala Blanco: “En el cine mexicano no existen malas ideas, sino maneras muy taradas de llevarlas a cabo”.

 

Sin grandes pretensiones y en apenas un par de salas se presentó la comedia musical Notas perfectas (Pitch perfect, 2012), primer largometraje para cine del también director teatral norteamericano Jason Moore. A pesar de ser un filme relativamente pequeño resultó muy exitoso  en los Estados Unidos, algo que no sucedió en nuestro país, donde ha pasado sin pena ni gloria tras su estreno sucedido hace poco más de un mes.

Aunque de entrada pareciera inusual, Notas perfectas está basada en un libro: Pitch perfect (sin traducción al español), del norteamericano Mickey Rapkin, quien funge como editor de la revista GQ en su versión para los Estados Unidos. A decir de su autor, la obra documenta todo lo que sucede tras bambalinas en los concursos de canto “a capela”, que a decir del propio Rapkin (y a juzgar por el éxito de la inefable teleserie Glee), son extremadamente populares en los Estados Unidos, al grado de conformar una especie de subcultura en las universidades norteamericanas.

La cinta nos presenta a Beca (una muy crecidita Anna Kendrick) que recién se matricula en la universidad y cuyo mayor deseo es llegar a ser una DJ profesional. Obligada por las circunstancias, la chica se enrola en un variopinto coro de chicas que aspiran a coronarse en el próximo concurso  de canto a capela, basándose en un estricto conjunto de reglas e interpretando en todo momento The sign, el viejísimo y aburrido tema de Ace of Base. Sobra decir que la llegada de la nueva chica cambiará por completo la estructura del cerrado grupo y servirá de revulsivo para obtener mejores resultados.

El coro lo integran una serie de jóvenes nerds muy apegadas al estereotipo que representan: la ninfómana sexy (muy bien Alexis Knapp), la gordita simpática (la australiana Rebel Wilson), la lesbiana de apetito insaciable, la oriental de voz inaudible y otras más que no aparecen el suficiente tiempo en la pantalla como para reconocerlas. Se enfrentarán en todo momento a su contraparte masculina integrada por una serie de cantantes poco varoniles. Pero ante todo, deberán vencer el obstáculo más difícil de todos: el orgullo traumatizado y vomitivo de su arpía lideresa.

El filme hace hincapié en su vocación musical y ofrece (con coreografías incluidas) un recorrido por una serie de temas fácilmente reconocibles entre el público adolescente (claro todos ellos cantados a capela)… solamente se cuelan por ahí un par de temas interesantes el Chelsea dagger de los Fratellis y Punching in a dream de los Naked and Famous.

Notas perfectas no es un trabajo que deba tomarse demasiado en serio, tampoco parece un fallido homenaje a la cinta ochentera The breakfast club (1985). Es cierto que resultan chocantes las cancioncitas, los bailecitos, las parejitas… pero aun así tiene algunos momentos divertidos, sobre todo donde la incorrección y la escatología se hacen presentes, pero desgraciadamente la mayor parte del metraje solo es apto para un público menor de veinte años o de plano para quienes son ávidos seguidores de concursos musicales, que deben ser millares, puesto que hay montones de videos caseros en Youtube del tema Cups, en donde adolescentes oligofrénicos imitan la escena donde Anna Kendrick canta a capela haciendo percusiones con un vaso. Ni hablar.

 

El vistoso y truculento thriller farmacéutico Terapia de riesgo (Side effects, 2013), ha sido el último largometraje del prolífico cincuentón Steven Soderbergh, tras el anuncio de su retiro definitivo de la dirección cinematográfica. Una carrera de altibajos que inició con Sexo, mentiras y video (Sex, lies & videotape) en el ya lejano 1988 y que tuvo sus mayores éxitos taquilleros con filmes intrascendentes como Erin Brockovich (2000), Tráfico (Traffic, 2000) y la anodina franquicia iniciada con Ocean’s eleven (2001-2007).

La mal llamada Terapia de riesgo (en otros países latinoamericanos se estrenó con el más apropiado título de Efectos secundarios), nos da un vistazo a los problemas de una sociedad excesivamente medicada. Una joven es internada en un hospital después de un calculado intento de suicidio, el psiquiatra que la atiende, un inmigrante británico recién afincado en Nueva York,  le receta (debido a una extraña recomendación), un nuevo medicamento para tratar la ansiedad. Al poco tiempo, el tratamiento provoca en la paciente reacciones insospechadas y escandalosamente mediáticas.

La película puede dividirse en dos partes, una inicial muy interesante con una presentación ambigua de los personajes: una joven pareja donde el hombre acaba de salir de prisión y la esposa cae en una profunda depresión. Acto seguido llega la introducción de los psiquiatras en la historia, el británico necesitado de dinero y la despechada, pero aún atractiva profesional de la salud con tremendas gafas de pasta. Esta primera parte funciona bien como un aséptico pero emocionante thriller, con una crítica no tan velada a la aceptación social que tiene el consumo excesivo de medicamentos en los Estados Unidos, como dice el doctor Jonathan Banks, en una de las escenas: “En Inglaterra si alguien toma antidepresivos está enfermo, en Estados Unidos los que los toman son personas que simplemente quieren estar bien”.

Ahora bien, después viene la caída, la historia comienza a enredarse con situaciones cada vez más inverosímiles, todo con la finalidad de darle una confortable y optimista resolución al embrollo planteado. Aun así, resulta lo suficientemente entretenida como para no perder de vista lo que está sucediendo en la pantalla. Además vale la pena ver a Rooney Mara, la ex chica del dragón tatuado, haciendo un gran trabajo y luciendo espectacular como la joven cariñosa y depresiva. También un gran trabajo de Jude Law como el héroe y villano del filme, así como la casi irreconocible Catherine Zeta-Jones como la ambiciosa psiquiatra aliada de las farmacéuticas. En cambio el personaje de Channing Tatum, el galán del momento es el menos desarrollado del filme.

A pesar que fue bien recibida cuando se presentó en el Festival de Cine de Berlín, Terapia de riesgo no es el broche de oro que pretendía culminar la carrera de un director tan prolífico como irregular. El propio Soderbergh se quejaba del trato que reciben los directores que como él, no generan millones de dólares en taquilla, esta es la razón por la que decidió dedicarse de lleno al teatro para no tener que lidiar con los altos ejecutivos Hollywoodenses. La cinta ha tenido una tibia recepción y definitivamente no es una obra de arte, pero al menos consigue mantener la atención del espectador con una historia disparatada pero impredecible y entretenida.

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