Por Armando Casimiro Guzmán
El último día del Tour de Cine Francés se reservó para el filme más flojo de todos los que se presentaron en esta decimoséptima edición, la comedia Los sabores del palacio (Les saveurs du palais, 2012), octavo largometraje del veterano cineasta Christian Vincent. El filme estuvo nominado a los premios César en la categoría de Mejor actriz para Catherine Frot, además de que tuvo un recorrido aceptable por la cartelera francesa.
Los sabores del palacio está libremente basada en Mes carnets de cuisine. Du Périgord à l’Elysée, una obra que recopila las memorias de Danièle Delpeuch, hasta ahora, la primera y única mujer que ha sido chef en la cocina particular de algún presidente francés. El propio director coescribió el guion, cambió el nombre de la protagonista y lo dotó del tono humorístico que predomina a lo largo del relato. Hortense Laborie es una exigente chef que un día es llamada para encabezar la exigente cocina del presidente François Mitterrand. La llegada de esta nueva competidora desata los celos del resto del personal de la residencia oficial. Por lo que la experta cocinera deberá enfrentar las intrigas palaciegas ayudada solamente por su fiel asistente Nicolas.
La cinta no está narrada de manera lineal, nos muestra alternadamente escenas de la vida de la chef en unas alejadas islas antárticas al tiempo que nos sumerge en los recuerdos de los dos años que pasó satisfaciendo el paladar del presidente. Sin demasiados artilugios estilísticos y con cierta ligereza, el director aprovecha el tema para darnos una muestra de la preparación casi artística de la alta cocina francesa.
La veterana Catherine Frot, una de las actrices más constantes de la cinematografía gala, es quien lleva el peso de la película, lo cierto es que lo hace bien, su interpretación es capaz de dar vida a un personaje fuerte, insondable e independiente. En tanto que el papel del presidente recae en el escritor francés Jean d’Ormesson, quien a sus 86 años hace su primera presentación en la pantalla grande.
El gran problema del filme es que ni su narrativa ni los elementos que la conforman dan cierre a varias de las interrogantes que la misma historia plantea: ¿Hortense se enamora del presidente?, ¿qué pasó con el anciano y sordo tío que aparece al principio de la historia?, ¿qué situación la orilló a refugiarse en una perdida isla antártica, además de una buena paga?, ¿qué sucede con su joven asistente?La duración de la película (apenas una hora y media), así como la resolución de un conflicto que parece menor, nos dejan la impresión de que acabamos de ver un trabajo incompleto y endeble.
Aunque casi todos sus filmes han tenido una exhibición limitada, hace algunos años, Christian Vincent logró incluir por fin en el Tour su comedia Seductor de lujo (Quatreétolies, 2006), una cinta sin mayores pretensiones que las de hacer sonreír al auditorio. Aunque Los sabores del palacio parece ser una obra más ambiciosa, al final no pasa de ser un trabajo que no es aburrido pero es totalmente prescindible.
Paseando con Molière (Alcesteà bicyclette, 2013), era uno de esos filmes que no prometían mucho en la más reciente edición del Tour de Cine Francés. Pero esta comedia dramática, que representa el séptimo largometraje en la carrera del parisino Philippe Le Guay, cuenta con los elementos suficientes para mantener la atención de un espectador medianamente exigente. La cinta se estrenó con regular éxito en la cartelera francesa a principios de este año y por estas fechas está haciendo el recorrido por nuestro país.
Con guion del propio Le Guay y de Fabrice Luchini, uno de los actores del filme, basándose ligeramente en la obra El misántropo, de la autoría del dramaturgo francés Jean-Baptiste Poquelin (mejor conocido como Molière), escrita en 1666 y de la cual se puede conseguir una muy buena y económica edición en Porrúa. Paseando con Molière nos muestra a dos actores maduros, viejos amigos a los que la vida los ha llevado por caminos distintos. Gauthier Valence es un exitoso protagonista de series televisivas que decide montar El misántropo, para ello recurre a Serge Tanneur, un obsesivo cascarrabias que decidió alejarse de la actuación. El trato diario y los ensayos para ejecutar la pieza los llevarán a reencontrar la amistad perdida, mientras que la aparición de una misteriosa mujer italiana revivirá viejas rencillas.
La película fue rodada en la región conocida como Isla de Ré, sitio turístico ubicado en la costa del Atlántico que está unido al continente por medio de un puente de casi tres kilómetros de largo. La historia aprovecha muy bien todos los elementos propios del lugar: el peculiar mercado inmobiliario, las playas, los alimentos (predominantemente moluscos), el clima y por supuesto las largas e intrincadas ciclopistas que indican que sus moradores rara vez utilizan el coche para sus desplazamientos, todo ello está presente a lo largo de la película y se incrusta de manera muy natural en la narración.
Es sobresaliente el trabajo de Fabrice Luchini, a quien por cierto podemos ver en otra de las integrantes del Tour: En la casa, así como el de Lambert Wilson, cuyo más reciente trabajo exhibido en la cartelera mexicana fue la impresionante De hombres y de dioses (Des hommes et des dieux, 2010). Los integrantes del resto del elenco, salvo la italiana Maya Sansa, aparecen muy poco en la pantalla pero en conjunto cobijan muy bien a los personajes principales.
Paseando con Molière es el segundo trabajo que presenta Le Guay en el Tour, previamente lo había hecho con la comedia De un día para otro (Du jouraulendemain, 2006). La película alcanza sus mejores momentos en cuanto establece claros paralelismos de sus personajes con el protagonista de El misántropo, las situaciones se cuentan con humor sutil y consiguen llevar a buen puerto esta obra, una de las agradables sorpresas de esta gira cinematográfica.
Casi un año tuvo que pasar para que por fin llegara a nuestro país, En la casa (Dans la maison, 2012), decimocuarto largometraje de François Ozon, que ya tuvo un recorrido exitoso por el circuito de festivales, destacando en los de Toronto y San Sebastián, lugar en donde se hizo acreedor a la Concha de Oro, el máximo reconocimiento que entrega el certamen.
Con guion del propio director, basándose en la obra El chico de la última fila, del dramaturgo madrileño Juan Mayorga, En la casa nos presenta a Germain, un escritor frustrado metido a profesor de literatura que vive desilusionado por el poco interés de sus alumnos en la escritura. Una inocente tarea le permitirá conocer a Claude, un adolescente con un talento inusual que lo mantendrá atrapado con un relato sobre una familia cualquiera, es entonces cuando comienza un peligroso juego de manipulación y voyeurismo que pondrá en entredicho la peculiar relación entre alumno y maestro.
La obra de Juan Mayorga es en buena medida una diatriba a los modelos educativos y su rigidez, así como a la terminología pedagógica de moda; también apunta sus baterías contra la banalidad del arte moderno y su irreflexiva aceptación por las clases medias. Ozon retoma dichos elementos, pero los ubica en los márgenes de la simbiótica y enajenante relación entre los protagonistas. Y son estos personajes los que generan en el espectador a veces simpatía y en ocasiones repulsión, conforme van exigiéndose uno al otro dar un paso más arriesgado que el anterior.
La película transita con una admirable naturalidad de la comedia al drama, del drama al trhiller, en ello se nota la mano de un director que facilita la construcción de un relato dentro de otro. Parece que la intención de Ozon era reelaborar una obra teatral por demás crítica, con la intención de resaltar las situaciones más cercanas a los protagonistas, aquellas en donde pueden ejercer suv oluntad mediante todos los medios lícitos e ilícitos.
Está por demás decir que Fabrice Luchini, está fenomenal como el desdichado profesor Germain. Aunque aparecen menos tiempo en la pantalla también se debe destacar el trabajo de la dupla femenina formada por la siempre cumplidora Kristin Scott-Thomas y la guapa Emanuelle Seigner como la deseable madre del amigo. En tanto que el joven Ernst Umhauer, hace muy bien su papel como el siniestro e insondable Claude Garcia.
En la casa se suma a las mejores obras del prolífico director francés, Gotas de agua sobre piedras calientes (Gouttesd’eau sur pierresbrûlantes, 2000), Sobre la arena (Sous le sable, 2000) y 5×2 (2004). La que nos ocupa es una película que tiene múltiples lecturas y significados, es un fascinante recorrido por las complejas relaciones entre el alumno y su maestro, de la obra con su creador, de la realidad con la ficción, es una de esas historias que se dan a cuentagotas, sin duda, lo mejor que nos trajo este año el Tour.
A ritmo de comedia ligera se presentó también El lobo seductor (Le grand méchant loup, 2013), largometraje de la autoría del tándem conformado por Nicolas Charlet y Bruno Lavaine. Éste es ya el segundo trabajo que los directores firman en conjunto y marca su regreso a la cartelera francesa después de la poco afortunada La personne aux deux personnes (2008).
El lobo seductor es una adaptación libre de la cinta franco-canadiense Les troisp’tits cochons(2007), del quebequense Patrick Huard, que a su vez está basada en el cuento clásico de autor anónimo, Los tres cerditos, popularizado en el siglo XX gracias a la versión de dibujos animados de Walt Disney. En el filme, se cuenta la historia de tres hermanos cuarentones habitantes de los suburbios parisinos, todos ellos casados y aparentemente felices. Pero un día, su anciana madre sufre un accidente que la deja en coma, es entonces cuando todos ellos harán una evaluación de sus vidas y se preguntarán si deben permitir la entrada del lobo a sus respectivas casas, en esta ocasión la fiera no viene vestida con piel de oveja, sino con provocativas faldas y tacones.
Cada hermano tiene su particular encuentro con el lobo: Philippe que habita en la casa de madera, conoce a Natachaen el Palacio de Versalles, una joven actriz adicta al sexo; el despistado Henri, quien vive en una siempre inconclusa casa de paja, encuentra el peligro en una joven estudiante de artes marciales; mientras que el mayor de todos, el serio Louis, quien posee una enorme mansión de piedra tal vez logre sortear con éxito los embates de una atractiva compañera de trabajo… ¿o no?
El filme no está narrado de manera lineal, al menos no durante la primera hora, que sirve de presentación a las aventuras de los dos hermanos más jóvenes. Pero pierde un poco el rumbo en el momento en que deja la estructura fragmentada para seguir con una narrativa convencional en su segunda mitad. Los directores tratando de compensarlo, utilizan toda clase de recursos para mantener el interés en la historia: cámara en mano, narraciones en off, cortes rápidos y secuencias musicales intentan dar forma a esta comedia sobre la infidelidad masculina.
El desempeño de los actores es desigual, destacan Benoît Poelvoorde como el rejuvenecido cuarentón y Kad Merad como el mesurado hermano mayor, mientras que el personaje de Fred Testat, como el cerdito tonto, todo el tiempo de bermudas y tenis, resulta el más flojo del cuento. Mención aparte merece Valérie Donzelli, a quien pudimos ver en la pasada edición del Tour presentando nada menos que Declaración de guerra (La guerre est déclarée, 2011), sin duda, es una actriz que levanta el nivel cada vez que aparece en escena.
El lobo seductor es un cuento sin moraleja, una comedia sobre la crisis de la edad y el adulterio, que evita caer en los excesos vulgares de Los infieles(Les infidèles, 2012).Es una película entretenida que cuenta apenas con lo justo para pasar un rato agradable.
Uno de los trabajos que generó más expectativa en la decimoséptima edición del Tour de Cine Francés fue Renoir (2012), cuarto largometraje del cineasta galo Gilles Bourdos. Éste es un drama histórico que fue presentado como parte de la sección Un certáin regard del Festival de Cannes, generando comentarios mayormente positivos entre la quisquillosa prensa francesa que año con año acude al mayor certamen cinematográfico del orbe.
Con un guión coescrito por el propio director, la película está basada en un trabajo elaborado por el cinefotógrafo Jacques Renoir, descendiente directo de la célebre familia de artistas franceses. La historia se centra en los últimos años de vida de Pierre-Auguste Renoir, quien deprimido por la reciente muerte de su esposa y aquejado por la artritis, vive en su casa de Cagnes confinado a una silla de ruedas. La monotonía del lugar se ve turbada por la aparición de Andrée, una atractiva pelirroja que será la última modelo del anciano pintor y servirá de inspiración para su hijo mayor, Jean, quien años más tarde sería un reconocido cineasta.
El filme no es una reseña biográfica, tampoco es un recorrido por la obra del más grande de los impresionistas. Más bien se centra en una etapa muy específica de los últimos años de Renoir, que a sus múltiples problemas, agrega el de la guerra que asola a Europa y que arrastra a miles de jóvenes a enfrentarse a una muerte casi segura, entre ese grupo de ilusos se cuentan dos de sus hijos, que sufrirán en carne propia las desgracias del conflicto bélico. La casa de Renoir, quien siempre detestó la guerra, es una especie de remanso en medio de un continente hecho trizas. Alrededor de su finca puede verse la desolación y el tedio en los soldados que regresan del frente, demacrados, con rostros desfigurados y miembros amputados.
Es el año de 1915, aparecen las primeras emisiones radiales y las imágenes en movimiento empiezan a cobrar importancia (“A los franceses no les gusta el cine”, afirma con muy poca intuición el primogénito al enterarse del interés de su hermano Jean por la naciente industria), por lo que el filme marca la transición entre la pintura y el cine como disciplinas dominantes en el arte mundial. Renoir se conforma a partir de una serie de luminosas viñetas hogareñas: la luz, la cocina, el campo y la carne son parte de este mundo tan femenino que rodeaba e inspiraba al pintor. Un sólido elenco hace juego con la propuesta, pero quien luce en verdad formidable es el parisino Michel Bouquet, interpretando a un artista vibrante y contradictorio, que trabaja con un inusual vigor aún en el ocaso de su carrera.
Después del desastre que representó su incursión en el mercado angloparlante con el desafortunado thriller Afterwards(2008). Bourdos, necesitaba un cambio brusco en su carrera y con Renoir lo consigue. Es ésta, una obra luminosa pero melancólica, un drama callado y preciosista enmarcado por una extraordinaria fotografía, es en suma, un trabajo muy recomendable y una de las imprescindibles del Tour.
La comedia es el género que predomina en este Tour de Cine Francés, tocó el turno a Mi historia entre tus dedos (Populaire, 2012), debut en la dirección del cineasta galo Régis Roinsard. La cinta tuvo una buena acogida en su país de origen y, aunque con pocas copias hizo lo propio en territorio estadounidense. A nuestro país llega precedida de varias nominaciones a los premios César, así como con un desafortunado título que le endilgaron para su exhibición.
Régis Roinsard coescribe y dirige este enredo romántico ambientado en la Francia de los años cincuenta. Rose, la espabilada hija única de un tendero de pueblo, cuya única pero notable habilidad, es su veloz desempeño en la máquina de escribir. La chica se pone a las órdenes de Louis, un rígido agente de seguros, que no tarda en notar la peculiar destreza de su joven pupila. Recuerdos del pasado y un ánimo por demás competitivo animarán a Louis a entrenarla con un notable espíritu deportivo. Concurso tras concurso irán probando la pericia de Rose en el teclado,derrotando en cada oportunidad a cientos de infelices dactilógrafas. Claro, todo esto aderezado con buenas dosis de humor y el previsible romance que surge entre los opuestos.
Pero la cinta de Roinsard no se queda solamente con la anécdota, utiliza la distante relación de un padre con su hija, la tensión existente en la Francia de la posguerra, el espíritu competidor entre dos buenos amigos y los rescoldos de un amor de juventud como los resortes que retraen o impulsan la inevitable atracción entre los protagonistas. Como un plus, podemos apreciar la participación de la actriz franco-argentina Bérénice Bejo, quien ganó fama hace un par de años por su interpretación en El artista.
Mi historia entre tus dedos es un filme decididamente ligero, pero deja escapar por ahí un par de críticas, tanto a la opresiva influencia estadounidense en la reconstrucción europea, como a la notoria desigualdad social y laboral entre géneros, un tema que aún en estos tiempos sigue vigente.
A pesar del predecible desenlace de la ópera prima de Roinsard, la película encuentra su encanto en la extraordinaria pareja que conforman el melodramático Romain Duris y la encantadora Déborah François, no se queda atrás la extraordinaria ambientación que permite al espectador fácilmente situarse en la época. Si a lo anterior le sumamos una narrativa ágil y una historia por demás amena, encontramos una comedia romántica que supera los pobres estándares hollywoodenses. Tal vez, como dice el actor Shaun Benson (en su papel de Bob Taylor), casi al finalizar el filme: “Los Estados Unidos deben dedicarse a los negocios y Francia al amor”.
Una noche de lluvia, conciertos y fútbol no impidió contar con sala llena en el primer día de exhibiciones.. La cinta elegida fue Camille regresa (Camille redouble, 2012), quinto largometraje de la actriz, guionista y cineasta parisina Noémie Lvovsky. La película fue presentada con éxito en la Quinzaine des réalisateurs en su edición del 2012 y estuvo nominada en prácticamente todas las categorías de los premios César, galardones que se otorgan anualmente a lo mejor de la cinematografía gala.
Noémie Lvovsky escribe, actúa y dirige esta agridulce comedia, cabe hacer mención que Camille regresa es el único de sus proyectos que ha tenido corrida comercial en nuestro país y también es la primera ocasión que la directora trabaja sin su actriz fetiche, la rubia Valeria Bruni Tedeschi. Retomando, quizás involuntariamente, la premisa de la infumable 17 otra vez (17 again, 2009), donde un adulto inconforme regresa a su adolescencia para enmendar los errores de su vida, la cinta francesa nos ofrece un vistazo en la vida de una actriz cuarentona, que vive relegada a papeles miserables y cuya afición a la bebida la lleva a enfrentar un doloroso divorcio. Por alguna circunstancia inexplicable, la protagonista regresa a sus años de liceo después de una alocada fiesta de Año Nuevo, lo que le dará la oportunidad de recomponer su vida.
Aunque es un tema expuesto ya muchas veces (y sin mucha fortuna) en el cine norteamericano, Camille regresa tiene la fortuna de no caer en las exageraciones sensibleras características de los productos de Hollywood. Ciertos momentos de tensión, como la inevitable muerte de los seres queridos, así como la idílica relación de un profesor con su pupila adolescente, brindan cierto equilibrio en un planteamiento ciertamente inverosímil. Sí, al final es una comedia, pero no tan ligera como aparenta.
De alguna manera también puede considerarse una cinta de época, dado que ya han pasado más de treinta años desde que inició la década de los ochenta, tiempo en que se desarrolla la mayor parte de la historia. Aunque la producción no abusa de ello, se limita a mostrarnos lo mínimo necesario para ambientarnos en el contexto. No sucede lo mismo con los vestuarios, que lucen graciosos en un inicio, pero a la postre resulta agotador ver todo el tiempo a un variopinto grupo de adultos vestido con estrafalarias ropas juveniles.
No obstante, fuera del tono confuso de la película, por momentos drama, en ocasiones comedia disparatada, así como la poca simpatía que despierta el personaje principal, Camille regresa es lo suficientemente entretenida como para hacer pasar un buen rato, sobre todo a una audiencia mayor de veinte años. Dista mucho de ser lo mejor del Tour, pero cuando menos es aceptable.