El famoso criminal Charles Manson, ex líder de la secta conocida como La Familia, falleció la noche del domingo 19 de noviembre. En 2011 escribíamos en este mismo sitio sobre su oscura relación con un famoso músico: el baterista de los Beach Boys, además de dar cuenta de uno de sus hijos perdidos.
Charles Manson nació en Cincinnati, Ohio, el 12 de noviembre de 1934. Su madre, Katheline Madox, una prostituta de 16 años, ni siquiera se ocupó de darle un nombre ante la ley, registrándolo como “Unknown” Madox. Meses después lo registró como Charles, en honor a uno de sus amantes. Según algunas indagaciones, un tal coronel Scott sería el verdadero papá. Su historia es uno de los capítulos más oscuros de la sociedad norteamericana, donde el crimen, las drogas, el fanatismo y hasta el rocanrol pasaron lista de presentes.
Charles no tenía ni cuatro años cuando comenzó con una vida tortuosa. Su madre y tío fueron arrestados por asaltar una gasolinera, por lo que el pequeño le fue encargado a su tía, una fanática religiosa casada con un tipo enloquecido, quien rápidamente sometió a Charles a exóticas costumbres tales como vestirse de mujer, “para que aprenda a comportarse como un hombre.” Cuando Katheline regresó por su hijo, en 1942, el pequeño creía que su infierno había terminado, pero lejos de eso, tuvo que acostumbrarse a ver cómo su mami fornicaba con los clientes. En ocasiones, la señora encargaba por unas horas a su hijo con algún vecino; llegaron a pasar semanas sin que se supiera de ella. En el colmo de la irracionalidad, Katheline, ahogada de borracha, intentó cambiar a su hijo por una cerveza. Cansada de la carga que Charles representaba, optó por buscarle un internado. Pronto, el adolescente escapó y se dedicó a vagar por las calles, robando para sobrevivir, capturado una y otra vez por la policía, encerrado en correccionales donde pasaría jornadas de terror.
En 1951 Manson decidió que era momento de un cambio radical; dejaría de ser la víctima para convertirse en el verdugo. En una prisión federal, atacó sexualmente a un recluso, amenazándolo con una hoja de afeitar en el cuello. Considerado un reo altamente peligroso, es encerrado en una prisión de “máxima seguridad”, donde rompe todas las reglas y comete otros tres ataques homosexuales. Entonces es trasladado a un reformatorio de Ohio, donde logra su libertad condicional por ser un muchacho ejemplar y disciplinado. Corría el mes de mayo de 1954. Tras reincidir en la delincuencia, es encerrado en la isla Mc Neil, lugar donde sorprende con un cambio en su estilo de vida: se declara devoto de la dianética, religión de la cienciología que se encarga de curar las enfermedades mentales. Dicho nivel de pacifismo lo convierte, otra vez, en un recluso modelo que obtiene la libertad condicional el 21 de marzo de 1967.
Así, Manson dejaría de ser un ladronzuelo de poca monta para erigirse como el guía espiritual de un nutrido número de seguidores, quienes bajo el influjo del LSD, la droga favorita de la época, lo consideraban, por igual, un dios o un demonio, según el grado de pachequez en la que estuvieran. El grupo creció tanto, que pronto fue identificado por la prensa y bautizado como “La Familia Manson”. La filosofía de La Familia era extensa; baste decir que en su versión del Apocalipsis, la raza negra se apoderaría del planeta. Entonces, un grupo de elegidos entraría en acción para crear un nuevo orden mundial, pues los negros, “al igual que los monos”, carecían de raciocinio y eran incapaces de organizar a la humanidad. Como siempre pasa con los guías espirituales, Charles Manson externó su preocupación por temas como la economía y el medio ambiente, además de acercamientos frustrados con la pintura y la música.
Cine, sangre y rocanrol
Eran los 60 y la juventud norteamericana, al igual que ahora, sólo se preocupaba por consumir y divertirse. Uno de los grupos que mayor revuelo causaban eran los Beach Boys, reflejo fiel de la fiesta interminable en aquella época. Una noche, Dennis Wilson, integrante de esta banda, manejaba su lujoso auto cuando unas chicas le pidieron aventón. En el camino, aquellos bombones no dejaban de hablar de Charlie, su guía espiritual que las conduciría a la felicidad eterna. Días después Dennis llegó de madrugada a casa, encontrando en la puerta a un hombre bajo de estatura y con barba pronunciada. Pensó que lo iba a lastimar, pero el sujeto lo miró tiernamente y dijo: “Hermano, si crees que te haré daño te equivocas”. Enseguida se hincó y le besó las botas. “Sólo quiero que me invites un momento a tu morada”. Al abrir la puerta, una horda de gente estaba en plena pachanga. Lejos de asustarse, Dennis agradeció que mujeres tan hermosas estuvieran de visita.
El resto de la historia Dennis-Manson se resume en dos puntos: por un lado, el Beach Boy gastó gran parte de su fortuna cumpliendo los caprichos de La Familia, pero por otro, se negó sistemáticamente a que Charles se convirtiera en estrella de rock (o de folk, para ser más exactos). “No tiene ni un hueso de músico”, diría a distintos ejecutivos curiosos.
Entre 1968 y 1969 la Familia Manson cometió una serie de crímenes que consternaron a la sociedad estadounidense. Entre las víctimas fatales se encuentran por igual jóvenes que viejos, hombres y mujeres, pero nadie más notable que la rubia Sharon Tate, una de las actrices más cotizadas de la época, esposa del director Roman Polanski, quien paradójicamente rodó dos años antes la película de horror El bebé de Rosemary. El asesinato múltiple, perpetrado en la residencia de Polanski y donde murieron cinco personas, sería una señal que la Familia Manson mandaba a sus seguidores: el exterminio de los blancos comenzaba. Sharon tenía ocho meses de embarazo.
Finalmente Manson fue capturado y condenado a tantos años de prisión como para no salir más que en el ataúd. Sin embargo, desde la cárcel y como ahora lo hacen los narcos mexicanos, conservó su influencia y ordenó más crímenes a sus discípulos. El caso más notable ocurrió cuando mandó asesinar al presidente norteamericano Gerald Ford, encargo asignado a Lynette Frome, quien falló en su intento; la puntería no era lo suyo. Hoy Manson continúa tras las rejas y alrededor del mundo occidental no cesan grupos de admiradores, devotos que quieren conservar su “religión”, que se niegan a que La Familia se disuelva. ¡Ah!, desde luego, y a la usanza de Pedro Infante, los supuestos hijos de Manson andan por todas partes.
El hijo pródigo
Matthew Roberts descubrió a los 34 años (hoy tiene 48) que su padre era ni más ni menos que el célebre asesino Charles Manson. Hijo adoptado, Lentz decidió en 2002 buscar a su madre biológica a través de la agencia de adopciones. Al contactarla por carta, se enteró que ella lo había llamado Laurence Alexander, pero no le reveló su apellido paterno por razones de seguridad, según declaró este greñudo a la revista Bizarre. Tras la insistencia por saber quién era su padre, finalmente la señora cedió y le contó la verdad: en 1967 acudió a una fiesta donde se encontraba Manson, y tras ingerir una bebida presuntamente alterada, tuvo relaciones sexuales con el serial killer y tres sujetos más: la posibilidad es real.
De esta manera se inició un intercambio epistolar entre Matthew y Charles, quien desde prisión aceptó que recordaba a esa mujer, pero después advirtió al joven que no se le ocurriera colgarse de su fama, pues no estaba dispuesto a realizarse pruebas de ADN para comprobar su paternidad. Tras esta negativa, Lentz quiso tomar la muestra de saliva en los timbres postales de las cartas enviadas por Manson, pero pronto se enteró que chupar timbres está prohibido en las cárceles, dada la posibilidad que haya droga en ellos. Lejos de darse por vencido, el muchacho insiste en saber la verdad y ahora busca a otros hijos de Manson a fin de comparar información genética. Al mismo tiempo, indaga sobre fanáticos que aseguran tener mechones de cabellos del singular asesino.
Pero esta absurda búsqueda tiene un trasfondo realmente delirante. En un show de Howard Stern, Lentz confesó que sufre alucinaciones a causa de que sus padres, antes y después de la concepción, se atascaron de LSD. “He tenido espantosas pesadillas por las noches; en esos sueños veo aliens que me dan información sólo disponible en una enciclopedia; me muestran las pirámides de Egipto y hacen que salga de mi cuerpo”. Según investigaciones personales de Lentz, entre las creencias de La Familia estaba el concepto del Moon Child. De acuerdo a esto, el “Hijo de la Luna” sería concebido por un grupo de consumidores de LSD y tendría información genética de cada integrante de esta secta, dando forma a una nueva raza. “Yo quiero saber si pertenezco a ella”.
Alejado de drogas hippiosas, Lentz se declara vegetariano, es músico y atiende a diario una sex shop. El hijo desobediente acepta haber heredado el principal talento de su papi: “Las mujeres siempre me abordan y quieren tener sexo conmigo, pero no les hago caso; estoy muy enamorado de mi novia”.