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Cold War: los amantes nómadas de Pawel Pawlikowski

Una de las películas más esperadas en la pasada edición del FICM fue Guerra fría (Zimna wojna, 2018), dirigida por Pawel Pawlikowski, quien acudió al festival en calidad de invitado.

El sexto largometraje que escribe y dirige el cineasta polaco fue aclamado en el Festival de Cannes, en donde se alzó con el premio a la mejor dirección. La carrera de Pawlikowski, estaba particularmente circunscrita al ámbito europeo hasta que Ida (2013) ganó el Oscar en la categoría de Mejor película de habla no inglesa. Este año, Pawlikowski repite en la terna sumando además las nominaciones en dirección y fotografía.

La manera en que el reconocimiento de Hollywood repercuta en la carrera del cineasta es algo que está por verse, ya que suele traducirse en un mejor financiamiento pero con una mayor cantidad de compromisos.

La historia comienza en Polonia en 1949, cuatro años después de terminada la Segunda Guerra Mundial. Irena y Wiktor, músicos formales, recorren la campiña polaca recopilando canciones tradicionales en las aldeas campesinas. Debido a la calidad de su trabajo, obtienen una subvención estatal para crear una compañía de música y danza para promover las tradiciones polacas, primero y la propaganda soviética después.

Wiktor, director musical de la agrupación, queda prendado de Zula, joven impulsiva y vivaz. A partir de ese momento inicia una serie de encuentros y desencuentros a lo largo de quince años, recorriendo buena parte de Europa oriental y occidental durante los duros años de la Guerra Fría.

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Pawlikowski dedicó la película a sus padres, quienes mantenían una apasionada relación intermitente a lo largo de varios años. Tras un tiempo de indefinición, la pareja finalmente se estableció y formó, en palabras del director “una pareja amorosa por el resto de sus vidas”.

En el caso de Wiktor y Zula, su relación se resuelve de manera un tanto distinta, ha sido por momentos tan intensa que resulta destructiva. No se puede decir que la pareja protagonista sea una víctima de la época y el lugar que les tocó vivir, las elecciones que cada uno toma en momentos decisivos de la relación son las que determinan el desenlace de los acontecimientos.

Mucha música

Se escuchan una enorme variedad de estilos musicales como ecos lejanos de la Guerra Fría: desde la música tradicional polaca proveniente de las aldeas campesinas, la canción rusa que tararea Zulia después de escucharla en un cine, la banda sonora de una película de terror italiana así como el jazz y el rocanrol estadounidenses en los bares de París.

Es justamente la música el vínculo formal que une a la pareja, ya que las personalidades y los orígenes de Zulia y Wiktor son diametralmente opuestos. Él es mayor, un músico formal interesado en el arte, mientras que ella es joven e impulsiva, encuentra placer en la música popular en la que encuentra reminiscencias de su turbulento pasado.

Guerra fría es el segundo largometraje en elegante blanco y negro que filma el cineasta polaco, quien en cierta forma fue un desarraigado como Wiktor, un emigrante polaco en Londres hasta que decidió volver a su terruño para filmar Ida. Funciona por momentos como una gran historia de amor al estilo clásico.

No es la intención de director hacer homenaje a una época, pero es imposible no pensar en las imágenes del cine de antaño cuando se encuentran Wiktor y Zula en un pequeño café parisino. Al margen de su reciente exposición mediática, Guerra fría es una gran oportunidad para acercarse a la muy interesante filmografía del cineasta polaco.

 

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