Carlos Armella es muy conocido por su labor como documentalista y director de series de televisión. Una faceta menos conocida es la de director de largometrajes de ficción. Hace algunos años estrenó en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), su ópera prima En la estancia (2014). en ella muestra la relación, a veces tirante, en ocasiones muy estrecha, que existe entre un realizador de documentales y su personaje.
Armella vuelve a la capital michoacana para presentar su segunda película, ¡Ánimo juventud! (2020), un giro radical respecto a su trabajo debut. Afortunadamente se tiene contemplado que la distribuidora Piano la lleve a las salas de cine en los primeros meses de año entrante.
Los protagonistas son cuatro adolescentes de la Ciudad de México: Pedro, Martín, Dulce y Daniel. El guion del propio Armella está estructurado a manera de segmentos, de tal manera que se conforma una narrativa que entreteje las historias de estos chicos. Cada uno de ellos está en búsqueda de su identidad, al margen de las presiones sociales impuestas por sus propios amigos y los adultos que los rodean.
Martín es un grafitero. Acomplejado por su apariencia, no puede acercarse a la chica de sus sueños. Su travesía está plagada de obstáculos, desde ser detenido en flagrancia hasta perder un dedo durante un asalto. Daniel recién cumplió los dieciocho, abandonó la escuela para conducir un taxi y lucha por recuperar el amor de su novia adolescente. Para colmo, tiene ocho meses de embarazo.
Pedro, antes un alumno modelo, ha dejado de comunicarse y cuando lo hace, se expresa en una lengua ininteligible. Dulce vive oculta bajo la coraza de chica bravucona, experimenta su despertar sexual y anhela tener verdaderas amistades.
Estos cuatro personajes comparten no solo su juventud, sino también su inconformidad ante la apatía de sus compañeros de generación y la incomprensión de los adultos. En cierta forma, esta búsqueda de identidad los margina y son a su manera, seres solitarios. Daniel se siente adulto; cuando a esa edad la mayoría se inclina por elegir una carrera, él se siente capaz de sacar adelante a una familia. Ante la actitud desapegada de su padre y la desesperante rigidez de sus maestros, Pedro se oculta tras el velo de la incomunicación. Eso lo llevará a una herida en la cabeza y una grotesca trasquilada.
Tal vez algunas expresiones y comportamientos causarán escozor en algunos. Como una adolescente teniendo relaciones sexuales en el escritorio del director o los comentarios despectivos de un grupo de jovencitas refiriéndose a la apariencia física de algunos compañeros… nada para alarmarse. Aunque el cineasta trate de matizarlos con sendos carteles que desaprueban el acoso escolar, lo cierto es que es imposible negar la existencia de este tipo de conductas en las escuelas y fuera de ellas.
Al final, es una película sobre la incomunicación entre generaciones que se simboliza a través del idioma incomprensible de Pedro. Y es que los adolescentes tienen sus propios códigos y diferentes frustraciones, pero también tienen la virtud del descubrimiento y esa rebeldía que en muchos casos, se va diluyendo con los años.