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Crítica a La Camarista, de Lila Avilés

La Camarista (2018) es la ópera prima de la actriz, guionista y ahora también directora Lila Avilés. Presentada por primera vez en el Festival de Cine de Toronto, hizo un recorrido que la llevó a encuentros como Morelia, San Sebastián, Marrakech, Londres y Estocolmo. En tanto, Cine Caníbal será la distribuidora que se encargue de llevarla a salas nacionales.

La película hace un recorrido por la vida rutinaria de Evelia, empleada de un hotel ubicado en una de las zonas más exclusivas de la Ciudad de México. Para paliar el tedio de un empleo más bien solitario, Eve recoge los objetos olvidados en las habitaciones, observa los comportamientos muchas veces estrafalarios de los huéspedes, se mantiene al pendiente de su pequeño hijo de cuatro años y hasta desea sacrificar su escaso tiempo libre para intentar estudiar en su centro de trabajo.

La directora inició su carrera en el mundo de la actuación, poco tiempo después incursionó en la escritura y dirección teatral. En ese momento Avilés entró en contacto con la obra de Sophie Calle, artista conceptual francesa, particularmente su trabajo “Hotel” (“L’Hotel”, publicado originalmente en 1983), un recorrido fotográfico de los objetos dejados por los huéspedes en las habitaciones en un hotel veneciano. La variedad y disposición de los objetos retratados mientras se hacía la limpieza de las habitaciones, sirven para contar un sinnúmero de historias de sus ocupantes.

No me ames: un thriller con tintes fetichistas

Lo anterior fue el punto de partida para escribir una obra de teatro inspirada en las experiencias de los empleados de un hotel. En este caso en particular, el Hotel Presidente Intercontinental de la Ciudad de México, ubicado en Polanco. La directora entabló una relación de amistad con varios de los miembros del personal, desde los ejecutivos hasta los empleados de limpieza. De ahí surgió “La camarera”, una pequeña obra de teatro que fue presentada en las propias instalaciones del lugar. Después de eso se dio cuenta de que el guion teatral debía convertirse en material para un largometraje.

Imagen: FICM / Sergio Mejía

 

Para contar la historia de Eve, se eligió a la actriz Gabriela Cartol, a quien habíamos visto previamente en La Tirisia (2014). El carácter introvertido y su escasa interacción con el resto de los miembros del personal no son un obstáculo para que la protagonista lleve el peso de la película. No existe ninguna escena en la que no aparezca a cuadro, en medios planos, siguiendo de cerca cada uno de sus movimientos. Su minuciosa inspección de los objetos olvidados, la falta de reciprocidad en la comunicación con los huéspedes y su obsesiva búsqueda de un vestido rojo.

Tocar puertas para encontrar habitaciones vacías solo para limpiarlas, funciona como una metáfora de un empleo muy aislado y solitario. Muy pocas veces notamos los sacrificios personales que deben hacer los empleados para cumplir con su trabajo. Es una película casi redonda, si no fuera porque la directora evita profundizar en temas espinosos.

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