Cuando Ava Cahen, delegada general de la Semana de la Crítica de Cannes, presentó Julie se queda callada (Julie zwijgt, 2024), dijo que estábamos ante la presencia de un clásico instantáneo y que no deberíamos perder de vista a su joven director, el belga Leonardo Van Dijl.
Las aseveraciones pudieran parecer exageradas, pero lo cierto es que el largometraje debut del cineasta belga es notable. El guion que firman el propio Van Dijl y Ruth Becquart nos cuenta la historia de Julie, una joven y talentosa tenista que aspira a saltar a los circuitos profesionales. La atleta confía ciegamente en su entrenador, un hombre que la presiona y la manipula, hasta que el sospechoso suicidio de otra joven tenista la hace dudar de sus convicciones.
La filmografía previa de Van Dijl está compuesta por una serie de cortometrajes ambientados en el deporte de alta competencia, como el béisbol y la gimnasia. Por lo que el paso natural era seguir con un largometraje situado en ese mismo ambiente. Es verdad que hay algunas otras cintas recientes que tratan de la relación abusiva entre los deportistas y sus entrenadores, como Slalom (2020) de Charlène Favier, pero no alcanzan el nivel de profundidad que vemos en el filme que nos ocupa.
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La narrativa se concentra en los silencios, vemos cómo Julie se calla ante las preguntas de sus padres, de sus amigos y de la directora del club. Somos testigos de sus silenciosos entrenamientos y la confesión velada de los abusos que ha sufrido. La protagonista se encuentra en una encrucijada. Por una parte, desea guardar lealtad al entrenador que cree que la ha llevado a desarrollarse en el aspecto deportivo. Sin embargo, la joven tenista no puede olvidar los abusos sufridos, mucho menos cuando se entera que el entrenador ha sido admitido en otro club.
En buena medida, la enorme verosimilitud de la cinta se debe a que gran parte del elenco, sobre todo el juvenil, practican el tenis. Es decir, no son actores profesionales y este es su primer acercamiento con el mundo del cine. Las actuaciones fluyen con naturalidad y esto nos habla del gran trabajo de dirección de actores.
Se debe destacar la forma en que Leonardo Van Dijl se aproxima con cautela y sutileza a este tema tan complejo. El drama de la protagonista no es hacia afuera, con llantos y aspavientos, es un dilema y un sufrimiento interno que requiere de todo un proceso para superarlos. Habrá que hacerle caso a Ava Cahen y no perdamos de vista los siguientes trabajos de este joven cineasta.