En más de una ocasión he defendido el uso de audiolibros. Quizá porque creo permiten realizar varias actividades a la vez, o quizá porque mi astigmatismo cada día avanza un poco más como una tropa que eventualmente obtendrá la victoria, y me asusta no estar preparado para cuando llegue el momento y diga «a la mierda, no veo el hormiguero que hay en esas hojas».
Algo similar ocurre con los eventos deportivos, la nostalgia de escuchar la radio en el carro de mis padres emergió hace casi un año cuando inicié a escuchar podcast.
Actualmente, por la situación laboral ante un mundo que paga las consecuencias de haber imprimido tantos billetes a lo loco, creí no poder apreciar el mundial, pero entonces la radio me apapachó con sus brazos y frecuencia modulada, diciéndome «no te preocupes, mano, yo te lo narro».
Así me di cuenta del partido México-Polonia.
Un país puede decir que oficialmente está tomando en serio un deporte cuando crea una asociación. La de Polonia se creó en 1919, mientras que la mexicana en 1922. Hablamos, pues, de dos sociedades futboleras, nadamás que en una todo se ve azul, y en otra, sepia.
El partido inició relativamente tranquilo. Toda la fase de grupos, salvo contadas excepciones de goleadas risibles, sería así. Los inicios son para conocer a tu rival, saber cómo se mueve.
Sin embargo, aun consciente de esta situación, cuando enciendes el radio y escuchas un partido, pareciera que todo es intenso, más de lo que verdaderamente está sucediendo.
El partido llegó a la primera mitad sin sustos. En más de una ocasión el Chuky intentó a puerta polaca, pero nada. Alexis intentó una, dos, tres y nomás nada. Los polacos también llegaban, pero en menor proporción.
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Yo escuchaba atento, aunque solo entendí un tercio del partido.
Explico.
La radiodifusora hizo, según me enteré después, una iniciativa para incluir lenguas autóctonas. De tal forma que los partidos de México serían narrados en zapoteco, maya, nahuatl…
Para cuando terminó el primer tiempo, supuse íbamos empatados.
Me detengo aquí un momento. Me desmayaría de la vergüenza si alguien me dijese «poco inclusivo».
No saber esos dialectos es mi culpa, cierto, y también lo es haber esperado que la cadena radiofónica determinara un espacio para cada dialecto (tengo entendido que lo hace en otras ocasiones, pero en el mundial prefirieron arrebatarse la voz a lo bravo). En un momento el narrador en español decía “lo han intentado todo, vamos a la crónica en zapoteco”, y la narradora en zapoteco respondía con lo que espero fuese una explicación del partido, para después volver al primero y que este agregara “no creo que pueda repetirlo, pero qué bien que seamos inclusivos, porque la selección es de todos”.
No debatí si el término inclusión podría confundirse con integración en una radiodifusora, pero entre los comentarios del público alguien dijo “esto sí es inclusión y no las estupideces que nos quieren vender”, tampoco sé a qué se refería él, pero lo supongo.
Fue por ahí del minuto 54 cuando por fin Polonia se acercó al arco de México, ya más agresivo, y el narrador en español le arrebató la voz al narrador en maya para decir “se va al VAR”. Estuve tenso. Me orillé un momento para escuchar lo que pasaría, y no fui el único, un taxista también escuchaba el partido, y también se orilló. Se alegaba un jalón de camisa de Héctor Moreno en el área mexicana. El árbitro marcó penal, yo grité “árbitro pendejo”, quizá injustamente, ni si quiera había visto la jugada, pero qué es el concepto de justicia en un mundial, sino una mera abstracción relativa a tu equipo.
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Me puse tenso, como si un hielo recorriera mi espina dorsal. Empecé a maldecir al Tata por no llevarse a Acevedo, ¿por qué poner a Ochoa otra vez?
Lewandowski tiró. Ochoa la detuvo, y yo me ilusioné.
¿Por qué narro esto hasta ahora?, cuatro días después, cuando ya perdimos contra Argentina (de nuevo la primera persona, ¿cómo no?). Así como en el resto del partido fueron loas a Ochoa, así ha sido toda la semana, y aunque el tercer partido se pierda, el acto de Ochoa lo guardaré en la memoria… bueno, por eso y por algo de procrastinación, después de todo, las musas están de viaje, y espero hayan ido a Catar.