Por Arturo F. Silva
A raíz del triste caso de violencia de género que ocurrió recientemente en esta ciudad, he encontrado muchas versiones del hecho, las cuales sería demasiado extenso tratar por separado; pero lo que veo, en líneas generales, es que hay una profunda falta de pensamiento crítico que les brinde solidez, lo cual sería más que deseable, porque si algo necesita un sistema crítico es, precisamente, solidez; es decir, lógica y coherencia. Trataré sólo uno, tangencial al hecho en sí, aunque hijo de este.
Es algo común la demostración empática de cambiar las imágenes de las redes sociales cuando un hecho como el señalado ocurre. De ese modo se visibiliza la problemática particular y llega a más gente o se crea una comunidad más fuerte y sólida en torno al hecho específico. En este caso, las imágenes llevaban la leyenda «Nací para ser libre. No asesinada» (en el caso de las mujeres) o «Nací para cuidarlas. No para matarlas» (en el caso de los hombres).
Pero no pasó mucho tiempo antes de que comenzara a ver reacciones adversas a la segunda opción; la mayoría de ellas confundiendo intenciones y definiciones. Una de las tantas es la siguiente (la copio de manera literal, los errores le pertenecen):
«Quizá no hemos reflexionado sobre el verbo “cuidar”. Cuidas al perro, al gato porque los has sacado de su hábitat (no olvides que al domesticarlos los has inutilizado). Cuidas la planta porque la has sacado de su entorno. Cuidas al León porque lo tienes encerrado en una jaula. Cuidas al niño/niña porque sabes que no pueden hacer muchas cosas, como alimentarse y buscar su propio alimento. Cuidas al anciano porque sabes que ha perdido habilidades. Cuidas al enfermo porque sabes que ha perdido su fuerza y sus defensas.
En todas, el verbo cuidar conlleva dependencia y no necesariamente amor. ¿Así quieres “cuidar” a una mujer? Es decir, que se vuelve inútil y dependa solo de ti. ¿Por qué quieres ese control? Amor no hay. Si hubiera amor la dejarías libre. Al niño/a los/as cuidas y precisamente porque los amas los dejas libres cuando ya son autosuficientes. Justifícate como quieras, pero el verbo “cuidar” tiene sus propias connotaciones, no depende del punto de vista, sino el uso que le damos y siempre coincide en esa dependencia que el otro tiene del cuidador».
A continuación, se agregaba una captura de pantalla con la definición del verbo «cuidar»:
Cuidar
1. Ocuparse de una persona, animal o cosa que requiere de algún tipo de atención o asistencia, estando pendiente de sus necesidades y proporcionando lo necesario para que esté bien o esté en buen estado.
2. Procurar, a una cosa o persona, la vigilancia o las atenciones necesarias para evitar algún malo peligro.
Lo que me llama la atención es que no hay, en la definición del término, nada que avale lo dicho en el texto inicial. ¿De dónde sale la idea de que son los hombres y sólo los hombres quienes usan de esa manera el término «cuidar»? Si se parte de esa premisa, por supuesto que sería un error grosero que habría que subsanar. Pero no es así y la prueba la tenemos en una simple distinción: sólo hay que cambiar los términos «hombre» y «mujer» por el término «persona».
A fines del año pasado fui invitado a dar un par de clases en una universidad local y, al plantearle a los alumnos los problemas bajo este cambio de términos, la mayor parte de las discusiones se terminó casi de inmediato. Muchos de ellos reconocieron que plantear los problemas sociales como venían haciéndolo, sólo acentuaba las diferencias, no acababa con ellas.
Entonces tenemos ahora el problema planteado de este modo: «Una persona necesita ayuda, otra persona se la ofrece».
¿Qué hay de malo en este nuevo planteamiento? Absolutamente nada. Sólo hace patente el hecho innegable que somos seres interdependientes y que nos necesitamos los unos a los otros. ¿Importa el sexo de quien necesite ayude y de quien la brinde? No, por supuesto; y aquí terminaría el asunto, pero vamos un paso más allá, para lo cual voy a tener que dejar de pensar en abstracto para ejemplificar lo que quiero decir con un ejemplo personal.
Cuando leí el fragmento que destaco al inicio de la entrada pensé en mi entorno personal. Pensé en mi esposa, por ejemplo. ¿La cuido? Por supuesto. ¿Por qué? Pues porque la amo, claro, pero también me di cuenta de que la cuido porque temo que algo le suceda. Temo, sí, que algo le suceda y que eso la aparte de mí. ¿Es egoísta esta actitud? Tal vez. Pero eso es porque soy humano, no un ser perfecto que puede pensar por fuera de su corporalidad y de sus limitaciones.
Lo mismo me sucede con mis hermanos y hasta con los extraños, ¿quién, al ver a alguien en peligro, digamos algo simple como cruzar una calle sin prestar la debida atención, no haría lo posible para evitarle un daño?. Y lo mismo sucede con mi esposa ¿por qué me cuida ella a mí? Por los mismos motivos, claro está. No porque me considere inferior o inútil.
Y lo mismo sucede con mis hijos, no hay placer mayor que abrir el teléfono y encontrar un mensaje de ellos, a quienes lo primero que dices es «¿Cómo estás?» A pesar de la distancia, el cuidado, el acto amoroso a través de unas palabras que dicen más que lo que meramente está incluido en su definición.
Dos consideraciones finales
Me gustó descubrir que temer por la suerte de aquellos a los que amamos nos hace más fuertes. Es precisamente en esos momentos donde nos sobreponemos a todo y es en esos momentos cuando demostramos que no hay diferencias de sexo que valga cuando se trata del bienestar del otro.
Mientras se siga pensando en términos de hombre/mujer (con la adjetivación implícita de hombre-victimario/mujer-víctima) nos será mucho más difícil encontrar una salida al problema de la violencia (y hablo de la violencia en general. Violencia. La que sufre cualquier ser humano) y sus posteriores consecuencias.
Entender que todos somos uno y el mismo, y que debemos cuidarnos entre todos independientemente del sexo o de la edad o de la nacionalidad o de cualquier otro añadido posterior a nuestra concepción primaria de ser humano, es el primer paso para avanzar en la dirección correcta. Lo demás sólo retrasará la aparición de posibles soluciones.
Imagen: Slow for the Summer/ Flickr
También puede interesarte: