EXPECTANTE
– Sí, que vengan todos
con varas de olivo y mangos de azadones,
que vengan todos para matarla.
FGL
Feminicidio. Mujeres que fueron asesinadas por ser mujeres. Las alertas emitidas por la ONU señalan que se cometen siete feminicidios al día en este país. Es, pues, una idea que, estemos de acuerdo o no con el término (sí, conozco individuos que se atreven a dudar de esto), está presente en la conciencia social. ¿Pero por qué sucede? ¿Cuál es el riesgo de ser mujer en esta sociedad, en este mundo moderno? ¿Qué significa ser mujer en este mundo occidental para ser el motivo de la muerte?
Federico García Lorca exploró en 1936 – sí, el mismo año que comenzó el régimen de Franco; sí, el mismo año que el régimen de Franco ejecutó a Federico García Lorca – una respuesta a esta pregunta desde su España. El resultado es la formidable obra La Casa de Bernarda Alba. ¿Qué significa ser mujer occidental? No ser, pero estar. No opinar. No participar. Acatar. Esta obra discute la feminidad tratando de entenderla desde la sororidad -como le llaman ciertas feministas a la hermandad femenina -, desde el encuentro de mujeres cuando no está el hombre presente.
¿Qué dicen las mudas cuando se les permite hablar?
La obra, a causa de esto, se torna una locura de simbolismos, sinceridades y efectos que no trata de acoplarse a la historia del arte, sino que se alza imponente hasta nuestros días como arte. Y no tengo palabras humanas para describir lo que el texto me ha provocado.
Sí, amo a García Lorca, pero no fue por eso que disfruté tanto el montaje que Jorge González organizó en el Foro La Ceiba con alumnas y alumnos de la Facultad Popular de Bellas Artes (como un montaje ajeno a la escuela).
Lo disfruté porque es gente de teatro haciendo teatro por amor y cuando uno siente eso, sabe que el multicitado convivio teatral se construye a partir de esta disposición que pudimos apreciar en la obra.
Lo primero que uno disfruta es que al conocer tan claramente la obra de García Lorca, González sabe manejar los símbolos dados en ésta y tensarlos hasta generar el efecto buscado sobre el espectador. El ejemplo más preciso es la elección de reparto; por ejemplo, el texto anuncia a una mujer fuerte, dura, imponente, cuando habla de Bernarda; y González le confía ese trabajo a Ricardo Cruz, un hombre delgado, alto, de mirada fuerte.
Han existido montajes de esta obra que apuestan a que todas las mujeres de la casa son representadas por hombres, el gesto de Jorge me parece mucho más fuerte: Entre las mujeres, la que lleva el bastón es la que entiende qué esperan los hombres, que pueda asumir el discurso masculino.
La escenografía y la puesta en escena nos adentran a un galerón que recuerda a las casas frescas de un pueblo hirviente: sin muros, pero cada espacio separado por sus propias reglas. La ausencia de música provocó una tensión dramática constante que al preguntarme anoche una amiga sobre la obra, le afirmaba -me sentía en una fiesta donde dos amigas se pelean, gacho, y tú no sabes a dónde moverte- A lo que ella me contestó con mucha más sabiduría que la mía -pero no te vas porque te gusta el chisme.
Las actrices y el actor de la obra demuestran, igualmente, que su entendimiento de los personajes es amplio, y da gusto ver a personas de este medio tan divertidas haciéndonos sufrir. No sólo haciendo teatro, sino haciéndolo bien. Ana, Tzitziki, Daphne, Atzumey, Érika, Jessica, Ricardo, Estefany y esa participación pequeña pero encantadora de Claudia Fragoso, les agradezco su trabajo.
Aún así, habrá que señalar que el volumen de voz, aunado a cierta dicción, de las actrices y actor, en ciertos momentos hacía difícil seguir el texto -cierto es que llovió en el foro y el ruido de la lámina y la lluvia lo hacía aún más-; que la intención de trabajar en un escenario más de acuerdo a la estética de los setenta, provocaba que el ritmo de algunas escenas fundamentales se viera alterado y alentado sencillamente por un traslado que duraba más de la cuenta.
Vayan ustedes a verlo, para que luego discutamos; La Casa de Bernarda Alba se presentará los siguientes dos viernes en el Foro la Ceiba, a las 20:00 horas.
Pero no los suelto todavía. Concluyo.
El asesinato de una mujer todavía significa en esta civilización, el triunfo desalmado de un conservadurismo que pudiese respetar si no provocase precisamente esto: el asesinato de las que son distintas.
Coincido ahí con el comentario que realizó Manuel Barragán en su crítica a propósito de esta misma obra: la doble moral de esta sociedad no sólo no tolera sino que odia aquello que sale de sus entendimientos o control. La Casa de Bernarda Alba es la réplica escénica del triste montaje que luego resulta Morelia y su construcción de las buenas costumbres.
Porque si una mujer es asesinada sin ser virgen, seguramente se lo merecía, se lo buscó… Y resolvemos la muerte juzgando al lupanar. Queda mucho por hacer en este caso, lo primero que tenemos que hacer es cambiar esa fórmula de lo femenino: nunca más acatar, tomar el bastón de ese mando y reventarlo en el suelo.
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Por otro lado, debo decir que en una ciudad que parece más un pueblo de pozos negros envenenados, que un pueblo que posee dos ríos, el Foro la Ceiba ha venido a darle un giro al paradigma de trabajo a otros modos de producción escénica.
Se dice constantemente que en esta ciudad sólo aquello que sucede en el centro es lo que vale, y lo demás, como sea. Se ha dicho que el subsidio a las artes escénicas debe continuar principalmente porque el teatro necesita un parito para no morir. Se dice que el teatro no es para volverse rico -y no, el teatro está para crecer juntos-.
Y en medio de tanto dimes y diretes, La Ceiba se instala como un foro con presencia artística, con dignidad y que presenta obras de calidad. Un trabajo autónomo, que realiza una lucha cultural que se inserta en una zona de la ciudad cuya pobreza le ha arrebatado las capacidades mágicas del centro de Morelia, aunque aún en la zona. Las funciones cada vez con más asistencia, y las condiciones básicas que se viven en el Foro, mejorando día con día. Acciones.
Termino como María Josefa, la madre de Bernarda Alba: Yo quiero irme de aquí, del colonialismo desvergonzado que hacemos regir en las artes, y casarme a la orilla del mar, ese mar que está brotando en Lacas de Uruapan #307, Colonia Vasco de Quiroga.