Sería complicado decidir cuál fue el mejor momento del monstruoso concierto compartido por el colombiano Edmar Castañeda en el Festival de Música de Morelia, pero quien escribe esto se queda con “For Jaco”, una pieza dedicada a Jaco Pastorius, bajista norteamericano que se ha significado como una de las principales influencias del sudamericano. Justo en ese momento Castañeda se volvió loco: tomó su arpa llanera y la hizo sonar como si la hubiera comprado en el cielo, como si el mismísimo Dios, en un momento de lucidez, le hubiera dicho: “Chico, toma esta arpa y haz magia con ella, de paso, dedícame una que otra pieza, nomás como agradecimiento”.
Edmar Castañeda nació en Bogotá hace 40 años y es una bestia salvaje, un fenómeno de su instrumento que se acopla al jazz más libre en compañía del israelí Shlomi Cohen en el saxofón y el germano/colombiano Rodrigo Villalón a cargo de la batería. Juntos convierten a la improvisación en una fiesta popular que explota cuando se integra la voz y presencia de Andrea Tierra, pareja sentimental de Edmar de quien nos contó cómo la conquistó: “La primera vez que la vi me acerqué a ella y le dije que iba a terminar casada conmigo”, cosa que se concretaría en menos de dos meses. Dicen que así es el amor, uno va dando tumbos por la vida hasta que se aparece esa persona que se convertirá en tu cómplice eterno, y vaya que Andrea Tierra es la media naranja del arpista, pues a la par hacen una fusión de jazz y folclor latino que no tiene desperdicio.
Pese a ciertos detalles técnicos, Castañeda hizo que las ovaciones explotaran en la Casa de la Cultura de Morelia, pues el público que llenó el recinto no tuvo otro remedio que rendirse ante piezas como “Cuartos de colores” y “Entre cuerdas”, a las que se sumarían momentos de verdadera fiesta popular que casi provocan el baile de no ser porque este festival de pronto es muy serio y su público prefiere concentrarse en afinar los oídos sin moverse de sus sillas.
Hijo del también arpista Pavelid Castañeda, Edmar ha vivido en Nueva York desde su juventud, pero no por ello se ha desprendido de sus raíces latinas sino todo lo contrario: reafirma un estilo plagado de géneros que lo mismo recorren tierras argentinas, venezolanas y brasileñas; vaya, hasta se dio tiempo para improvisar un guiño al mexicanísimo “Cielito Lindo”, con lo que de plano se robó el corazón de los ahí presentes.
Cabe resaltar que esa misma noche, a varias cuadras de distancia, Luis Miguel ofrecía un concierto en el Venustiano Carranza ante miles de fanáticos que se siguen preguntando dónde diablos está su mamá. Y quién sabe dónde esté, pero seguramente, de estar viva, la señora habría preferido el concierto del colombiano que los poperos boleros de su hijo. Y hablando de hijos, Edmar y Andrea presentaron a sus dos críos, quienes ya lucen como futuros músicos que podrían conquistar a generaciones venideras.