Jutlandia es una península del norte de Europa que comprende una pequeña parte de Alemania así como el territorio continental de Dinamarca. Durante siglos fue una región escasamente poblada, en gran parte porque se consideraba que sus suelos arenosos eran poco propicios para la agricultura por lo que los intentos de colonizar estas tierras fueron tan variados como inútiles. Es posible imaginar cómo era en el siglo XVIII, un sitio agreste y desolado, no muy diferente de las llanuras que recorrerían un siglo después los vaqueros estadounidenses en su expansión hacia el oeste.
En este contexto se desarrolla El bastardo (Bastarden, 2023), sexto largometraje del director y guionista danés Nikolaj Arcel. La película se estrenó en la pasada edición del Festival de Venecia y llegó a la cartelera local gracias a la distribuidora Zima Entertainment.
Año de 1755, el capitán retirado Ludvig Kahlen solicita el permiso real para instalarse en los desolados páramos de Jutlandia y consigue un singular acuerdo. Si logra colonizar la parte más agreste del territorio, recibirá como recompensa un título nobiliario. Hasta ahí todo bien, pero el ambicioso capitán no contaba con que un noble local ya le había echado ojo al lugar. Así, se desata una desigual lucha de poder entre el rudo colonizador y el extravagante terrateniente. El enfrentamiento es estéril, pues de cualquier forma ambos deben someterse a los designios del alcohólico rey de Dinamarca.
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Conforme avanza el metraje nos ponen al tanto de los modestos orígenes de Kahlen. Su madre fue una humilde sirvienta que sufría los constantes abusos del noble para quien trabajaba (de ahí viene el título de la película), mientras que él tuvo que pasar veinte años para lograr un modesto ascenso a capitán. El rostro impasible y curtido del actor Madds Mikkelsen, refleja la actitud intransigente y el recio carácter del protagonista, quien se ha tomado como una meta personal el acceso a la nobleza.
Su contraparte es una falla de origen, un personaje plano y sin matices. Schinkel es un villano de caricatura diseñado para provocar la reacción desfavorable del espectador. Violento, abusivo, vulgar y extraordinariamente rico, el joven terrateniente disfruta de todas sus maldades con infantil deleite y por alguna razón que no queda totalmente clara, está obsesionado con apoderarse de unos terrenos que no le reportarían ningún beneficio.
En medio de ambos se encuentra Ann Barbara, una joven y decidida sirvienta, recientemente viuda gracias a Schinkel, que después de un breve duelo, encuentra consuelo en el adusto capitán, después de todo, los inviernos pueden ser insoportables en los páramos de Jutlandia.
Nikolaj Arcel, junto a su colaborador habitual, Anders Thomas Jensen, adaptaron la novela El capitán y Ann Barbara (Kaptajnen oj Ann Barbara), de la escritora danesa Ida Jessen. Este besteller local, que todavía no está editado en español, fue publicado apenas en 2020 y al menos en su versión cinematográfica, se apega con ligeras variantes a los requisitos del western.
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Esta es la clásica historia del hombre solitario que enfrenta al vilano poderoso en las llanuras desoladas. No podían faltar los jinetes con pistolas y las degollinas, tampoco la dama en peligro (aunque eso sí, una mujer más independiente de lo que marca la costumbre), quien dará una muerte, por demás ignominiosa, al villano del cuento. Salvo algunos apuntes sobre la sociedad de la época y la inclusión de algunos grupos minoritarios, es poco lo que el filme aporta al género.
Con El bastardo, Nikolaj Arcel regresa a las películas de época. Hace unos años estrenó La reina infiel (En kongelig affære, 2012), un destacado melodrama palaciego con el propio Mikkelsen y con quien era entonces una estrella en ascenso, la actriz sueca Alicia Vikander. Ahora bien, lo más reciente del cineasta danés, a pesar de su resolución un tanto tramposa, cumple si se le mira como un western convencional y por lo tanto, tiene alcances limitados, es decir, es una narrativa que cumple pero no arriesga. Para algunos eso es más que suficiente, mientras que para otros, definitivamente queda a deber.