No puedo creer que lleves tantos años en Morelia y nunca hayas entrado a la casa del Buki, me reclamó airado mi amigo José Antonio Monterrosas mientras buscábamos un lugar para estacionarnos en las cercanías de esa residencia que forma parte de cualquier recorrido turístico en esta ciudad de canteras y marchas. El motivo de nuestro arribo fue que Marco Antonio Solís invitó a los medios de comunicación a su hogar para explayarse sobre su participación en la cinta animada Coco, producida por Disney Pixar, además de dar a conocer su nuevo proyecto empresarial: un hotel boutique de 29 habitaciones ubicado justo en su jardín, frente a esa piscina en forma de guitarra a la que bien podría caer cualquier borracho descuidado.
Para ingresar a la casa del Buki tuvimos que identificarnos plenamente y un par de señoritas tomaron foto de nuestros gafetes del FICM, además de anotar nuestros nombres y casi pedirnos el acta de nacimiento y la CURP. Luego, arribamos a la sala de la estrella grupera, donde destacan un par de pinturas al oleo de él y sus padres, un piano blanco al centro, una cava con la barra forrada de billetes internacionales y un peculiar árbol de la vida, donde el rostro principal no es el de Dios, sino el del señor Marco Antonio.
A Monterrosas y a mí se nos ocurrió hacer un Facebook live para mostrar la casa, sin importarnos demasiado las caras serias de los guardias de seguridad que nos miraban con recelo; uno de ellos preguntaba por radio si estaba permitido grabar y tomar fotografías y alguien le debió decir que sí, que no se peleara con la prensa. Mientras los periodistas tomaban sus posiciones, observamos unas escaleras que llevan a lo que seguramente es la habitación de Su Majestad e intuimos que por ahí descendería en cuanto lo anunciaran. Y así pasó, un productor de Disney dio una breve introducción para que el creador de Casas de Cartón bajara por las escaleras de su lujosa casa blanca, aunque quizá no tan ostentosa como la de La Gaviota y Peña Nieto.
Luego de posar para las cámaras, el oriundo de Ario de Rosales habló sobre su participación en Coco, también se refirió a la construcción casi concluida de un hotel boutique y ante una pregunta expresa sostuvo que le interesa mucho la cultura michoacana, por lo que formará parte de un proyecto “para difundir la pinchecua”, pero una reportera lo corrigió: “La Kuinchekua”, “¿La chinchecua?”, “No, la Ku-in-che-kua”, “Caray, me cuesta trabajo pronunciarlo”. Quizá al maestro no le ha dado tiempo de investigar a profundidad sobre la también llamada Fiesta Grande de Michoacán, pero recordemos que es uno de los promotores de la campaña “Lee 20 minutos al día” y tal vez se ha entretenido en otras obras literarias antes de llegar a los tomos de tradiciones regionales.
Después de la charla, el Buki tuvo el buen gesto de invitarnos una deliciosa cena y coctel para la sana convivencia. Tres cocineras tradicionales nos ofrecieron gorditas, sopes de conejo y chile relleno, además de los suculentos uchepos, antojitos que sin embargo las hijas del cantante barbudo no conocían. Mientras yo esperaba pacientemente mi turno, un hombre afable presentó a las herederas del Señor con una de las cocineras: “Mire, ellas son las hijas de Marco Antonio”, “Mucho gusto, hoy se ha cumplido mi sueño de conocerlo, y hasta de conocerlas a ustedes. ¿Qué les puedo servir?, ¿quieren un uchepo?” Una de las chicas miró con extrañeza al interlocutor, quien tuvo que explicar con detalle: “Los uchepos son unos tamalitos dulces rellenos de queso y crema, y los sopes son estas tortillitas y llevan frijolitos”, “Oh, sí, quiero eso”, respondió la chica rubia, para después sentarse junto con su hermana en el área común, a un lado de la peligrosa alberca.
La convivencia llegó a su fin muy temprano, quizá demasiado, así que con la panza llena de uchepos, sopes y gorditas concluía una visita especial, la primera vez, quizá la última, en la enigmática Casa Blanca de nuestro Señor Marco Antonio Solís.