El conjuro (The conjuring, 2013), ha sido una de las películas de terror más exitosas de los últimos años, tan solo en los Estados Unidos sus ingresos en taquilla fueron siete veces superiores a los veinte millones de dólares que costó la producción.
Su director, el australiano James Wan, desde el principio dejó abierta la posibilidad de una secuela, la cual se materializó tres años después con un presupuesto dos veces mayor. En un arranque de creatividad, los productores decidieron bautizarla simplemente como El conjuro 2 (The conjuring 2, 2016), pero la idea funcionó, ya que ha vendido una cantidad muy importante de boletos tras su estreno simultáneo en México y la Unión Americana.
Al igual que su predecesora, El conjuro 2 está basada en las experiencias de los esposos Ed y Lorraine Warren, quienes se dedicaban a “investigar” casas encantadas y toda clase de eventos paranormales en los Estados Unidos. Los Warren consiguieron cierta notoriedad en las décadas de 1970 y 1980 gracias a la venta de publicaciones, conferencias y apariciones en televisión. Uno de los casos más sonados fue el del llamado “Poltergeist de Enfield”, ocurrido en Inglaterra a finales de los años setenta, en donde una familia compuesta por una madre divorciada y sus cuatro hijos es aterrorizada por una extraña entidad que centra su atención en una niña de once años llamada Janet. La escalada de violencia en contra de la familia atrae la atención de la iglesia, quienes recurren al matrimonio Warren para que al más puro estilo de héroes de cómic logren descifrar el misterio y de paso hagan un viaje a Londres con todos los gastos pagados.
La producción mantuvo a buena parte del equipo que participó en la primera parte: James Wan repite en la dirección, al igual que los hermanos Carey y Chad Hayes en el guion. Mientras que Patrick Wilson y la siempre efectiva Vera Farmiga hacen lo propio interpretando de nuevo a la pareja de investigadores. Fuera de un prólogo lamentable, digno de película de terror de Lemon Films, el resto del filme mantiene, dentro de lo que cabe, el tono sobrio que prevalece en la primera entrega. Wan apuesta por no abusar de los planos inclinados y limita el uso de efectos digitales (muy ordinarios, por cierto), aunque el uso de la cámara en mano es un tanto excesivo y no representa un aporte significativo a la narración.
La película utiliza sin pudor el eslogan “basado en hechos reales” (aunque lo cierto es que los Warren pasaron por la casa en cuestión solo para tomarse la foto), hasta se regodean utilizando extractos de los audios originales de las investigaciones durante los créditos finales. Al menos concede cierto crédito a las personas que realmente llevaron el caso durante casi dos largos años: el investigador Maurice Grosse y la parapsicóloga germano británica Anita Gregory, interpretada por Franka Potente, sí, la chica de cabello rojo de Corre Lola corre (Lola rennt, 1998).
El conjuro 2 promete entretenimiento y nada más que eso. En ese sentido cumple a pesar de sus casi dos horas y veinte minutos de duración. De paso confirma la vocación maquilera de James Wan, quien para su décimo largometraje decidió ingresar al gastado mundo de los súper héroes con uno de sus más anodinos personajes: Aquaman. Aunque podríamos decir que se sitúa por encima de lo que nos ofrece regularmente el género, la película no ofrece nada nuevo y se ve contenida dentro de sus propios límites, confirmando su disposición a lo convencional utilizando, quizás sin proponérselo, uno de los temas que inspira más temor en el cine estadounidense: la histeria adolescente.