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El Faro: dos hombres encerrados en un falo

Para su primera película, La bruja (The vvitch: a New England folktale, 2015), los hermanos Robert y Max Eggers realizaron una extensa investigación sobre el folklore estadounidense del siglo XVIII. El puritanismo se funde con la superstición en este estilizado retrato de la Nueva Inglaterra de antaño, aderezado por la extraordinaria presencia escénica de la en ese entonces debutante, Anya Taylor-Joy.

El faro (The lighthouse, 2019), es el resultado de la colaboración entre los hermanos Eggers, en donde ambos escriben y Robert dirige. Es una vuelta al pasado norteamericano, ahora indagando en la cultura marítima de finales del siglo XIX. Dos hombres se encargan de cuidar un pequeño islote en donde está asentado un faro. Como bien dice uno de ellos, entre más alejado esté del continente mejor es la paga, pero el aislamiento, el mal clima y algunos sucesos sobrenaturales muy pronto les pasarán factura.

De entrada hay que resaltar el impresionante aspecto visual de la película. Un blanco y negro saturado de luz y una serie de especificaciones técnicas que ofrecen al espectador una experiencia muy interesante: una imagen casi cuadrada con una estética que asemeja a los filmes de la época (recordemos que en ese momento el cinematógrafo era ya una realidad).

Los diálogos están claramente basados en textos marítimos y literatura del siglo XIX. Juramentos brindis y canciones que bien podrían encontrarse en alguna novela de Robert Louis Stevenson o Herman Melville. Es ahí donde queda en evidencia el meticuloso proceso de investigación de los hermanos Eggers.

Ahora bien, se sentirán perdidos quienes busquen alguna línea argumental convencional. De hecho, la historia de dos hombres enloquecidos por el aislamiento parece un argumento muy simple. El director intenta abrir otras líneas cuando se revela que ambos han mentido sobre su pasado, generando un clima de desconfianza mutua empapado con alcohol. La suspicacia se traduce en una especie de juego de poder en donde cada uno intentará imponer sus condiciones, algo que se vuelve un tanto repetitivo a lo largo del metraje.

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Hay también un componente sexual muy importante en el filme. Los protagonistas están aislados del mundo y recurren a la masturbación como solución inmediata, sueñan despiertos con sirenas que aumentan su deseo. El faro es un símbolo fálico que los atrae y los retiene, nada bueno puede suceder cuando dos hombres están encerrados en ese lugar.

La prolongada lucha entre los fareros, así como cierta vaguedad narrativa, pueden resultar un tanto exasperantes. Sin embargo, llegan al rescate las grandes actuaciones de Robert Pattinson y especialmente de Willem Dafoe (es impactante aquella escena en donde su personaje sigue recitando mientras montones de tierra caen en su boca). Al igual que su ópera prima, ésta no agradará a todo el público, su estreno el pasado fin de semana en Estados Unidos no fue muy prometedor, pero Robert Eggers demuestra que tiene un talento que debe seguir explorando. El faro llegará hasta el año entrante a la cartelera comercial distribuida por Universal.

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